miércoles, 6 de abril de 2011

Remake. Empatizando

Bueno, siento mucho la espera pero últimamente he estado ocupado y no he tenido tiempo para seguir con esta fascinante novela. Aquí llega el capitulo 11, ahora la intensidad de la batalla cambia por una intensidad mucho más... ¿sexual? La clara evidencia de que nuestro protagonista Ian el íncubo ha ascendido a un nivel oficial de demonios.


¿Qué es lo que pasará?







-¡Ouch!-me quejé cuando me golpeé con mi compañero que había entrado a través de otra de las aperturas-¿Lo has encontrado?

-Está justo encima de ti.

Y estaba en lo cierto. Se trataba de una pequeña mata verde y brillante que casi alumbraba la cueva que la criatura tenía como cuerpo. Empuñé una de las espadas que apareció de repente en mi mano y lo raspé haciendo caso omiso a los gritos ensordecedores del gólem.

-Salgamos de aquí-dije cuando me guardé el pedazo de musgo en el bolsillo.

Antes de que pudiéramos movernos la mano de la criatura atravesó su propio torso e intentó atraparnos. Después de esto las paredes comenzaron a temblar y las rocas a desprenderse del interior de su cuerpo.

-¡Por aquí!-gritó Orem subiéndose a su mano y saliendo de su cuerpo a través de su brazo.

Le seguí a tiempo de que el gólem extrajera su mano de su cuerpo. Miré hacia su cabeza donde se suponía que tenía que estar situada nuestra compañera, pero no estaba, ni ella ni las hiedras gigantes que había invocado para abrirnos una puerta hacia la cueva andante.

-¡¿Hármony?!-chillé cuando mis ojos se cercioraron de que no éramos los únicos sobre aquellas montañas pues tres gólems más acudían al rescate de su camarada.

-Está ocupada-dijo él contrajendo su cara ignorante y señalando hacia abajo.

Entonces la ví. Sus manos agarraban uno de los pétalos de aquella flor de gran tamaño y andante mientras sus pies apoyados en las hojas de la misma hacían fuerza para poder arrancar el pétalo de cuajo. Ni siquiera se había dado cuenta de que dos grandes alas violáceas habían emergido de su espalda y batían con fuerza para apoyar a la muchacha.

-¡Dámelo!-gritó ella-¡Se regenerará después!

-Esto…-intenté avisar mientras un bosque de flores de mediano tamaño se colocaban alrededor de la flor que estaba siendo atacada.

-¡No me interrumpas chico cabra!-gritó ella.

-Me encantaría verte chillar como una loca-dije-Pero nuestra existencia se está viendo ligeramente amenazada.

Orem se incurvó y comenzó a descender ágilmente por el cuerpo del gólem. No tenía su forma de lobo pero actuaba como tal. Antes de que me pudiera dar cuenta estaba cortando de cuajo el pétalo que Hármony tanto ansiaba.

-¡Hay que marcharse!-gritó.

Me giré para observar como aquellas criaturas gigantes se acercaban con lentitud pero con grandes zancadas hacia nosotros. Si a eso le sumábamos la flor enrabietada que se había puesto a lanzar latigazos a la nada y su ejército de margaritas medianas que querían ahorcar a mi compañera, podía decir que nos urgía marcharnos de inmediato.

-Darme tiempo-dijo ella mientras guardaba el pétalo plegado en su escote-Voy a intentar un hechizo de nivel alto.

Invoqué la otra espada en mi otra mano y me deslicé clavándolas en a través de las piernas de aquella criatura. Después a gran velocidad pude reagruparme con ellos. Las alas de Hármony habían desaparecido y ahora sus ojos rojos y amenazantes miraban el suelo mientras unas hojas que habían aparecido de la nada comenzaban a revolotear alrededor suyo.

Las flores se acercaban furiosas e intentaban azotarnos con sus raíces. Pero allí estábamos nosotros para cortarlas una y otra vez ya que cuando una caía otra salía en su lugar. Mis labios emitieron un fuerte silbido cuando vislumbré al corcel negro en cuyo lomo se mantenía la mochila de mi compañero. El animal atendió a mi llamada, su pelaje se volvió rojo al igual que sus ojos, se acercó a nosotros y acabó con algunas de las flores con tan solo el golpear de sus coces.

-¿¡Te falta mucho?!-pregunté mientras aquellos gólems se habían reagrupados y fijaban sus ojos de piedra en nosotros mientras la montaña se agrietaba dándome a entender que sus pasos estaban embriagados de furia y rabia por lo que le habíamos hecho a su camarada.

-Entrar-dijo ella.

-¿Entrar…-pregunté mientras le proporcionaba una patada a una de nuestras enemigas-en donde?

De repente una flor apareció bajo los pies de la muchacha. Sus pétalos se mantenían extendidos en el suelo y lentamente comenzaban a cerrarse mientras un resplandor púrpura alejaba a las flores y llamaba la atención de los gólems.

-Tranquilo-agarró Orem al caballo-No pasa nada.

-Espero que no os mareéis-se escuchó la voz de Hármony antes de que los pétalos se cerraran de golpe con nosotros dentro de ella.

Empecé a sentir como todo empezaba a dar vueltas. Mi estómago comenzó a revolverse mientras mis rodillas se clavaban en aquel suelo floral y brillante. Nuestro caballo comenzó a inquietarse mientras nuestra compañera aun con los ojos cerrados comenzaba a combulsionar.

-¡¿Qué está pasando?!-gritó Orem golpeando los pétalos tan duros como el metal.

Un fuerte impacto puso fin a aquella extraña situación. Primero algo golpeó uno de los extremos de la cúpula florar y después caímos al suelo justo antes de que la flor se marchitara y se trasformara en pequeñas partículas negras que volaban a golpes de brisa.

Estábamos frente a la puerta de la ciudad oscura. Tumbados en el suelo y mareados. Hármony ni siquiera se había inmutado, ahora abría sus ojos y esbozaba una pequeña sonrisa.

-Siento el aterrizaje-dijo ella-Aun tengo que perfeccionarlo.

Nada más cruzar las murallas de nuestra ciudad natal tuvimos que separarnos. Hármony regresó al barrio de las hojas negras. Orem al barrio de los hombres-lobo y yo al de los demonios del sexo. Una sonrisa se dibujó en nuestros rostros porque sabíamos con exactitud que volveríamos a encontrarnos.

-¡Así se hace Ian!-gritó mi profesora eufórica perdida mientras cogía el musgo del gólem y lo achuchaba como si fuera un peluche-¡No dudé de ti ni un momento!

-Enorabuhena hijo-dijo mi madre con lágrimas en los ojos.

-Mañana con los primeros rayos del sol ve a ver a los cuatro monarcas. Preséntate ante ellos y júrales tu fidelidad. Desde ese momento será un fiel de la ciudad oscura y ellos recurrirán a ti para encargarte maravillosas misiones con recompensas que nunca imaginarías.

-Vaya-dije emocionado intentando imaginar cómo eran-Ya tengo ganas de conocerles.

Aquellos días que había pasado fuera de la ciudad habían sido verdaderamente intensos y agotadores. Y lo que me pasaría aquella noche pondría a prueba el poder un íncubo, un poder con el que llevaba soñando mucho tiempo, la señal de mi verdadero ascenso.

“Orem se encontraba en una casa bastante pequeña pero muy acogedora. La chimenea parecía no haberse encendido desde hace mucho tiempo y las ventanas completamente abiertas dejaban entrar con suavidad una brisa que recorría la ciudad como una vigía.

Su ropa se deslizaba suavemente sobre su robusto cuerpo para caer en el suelo de madera mientras aquella diva de hermosos cabellos rubios se incorporaba en la cama. Volviendo en si desde un lejano tercer sueño.

-¿Estás de vuelta?-preguntó mientras se frotaba los ojos para observar con claridez como aquel cuerpo escultural se acercaba a ella para acariciarla el rostro.

-Te he echado de menos-dijo él justo antes de que sus labios se acercaran a los de su compañera y le dedicaran un beso embriagado en dulzura.

No hubo ni una palabra más. Ni siquiera cuando la lengua de la mujer comenzó a introducirse en la boca de muchacho. Las sábanas se apartaron de la cama como si no quisieran ver lo que estaba a punto de ocurrir allí dentro. Ni siquiera el camisón de Shayla tuvo tiempo para reaccionar cuando se reunió junto a las sábanas al otro extremo de la habitación.

Ahora dos cuerpos desnudos se acariciaban. El primero moreno, robusto y con torso medio peludo. A diferencia del segundo de un tono rosado y sin el más hermoso bello que el cabello que se deslizaba desde su cabeza.

Orem se colocó sobre ella y con las gotas de sudor recorriendo su rostro introdujo su parte viril en su interior. Algo mucho menos moreno que su propia piel y con retazos del bello de lo que pudo ser un animal.

Sus movimientos eran lentos e imponentes, pues el macho intentaba que la hembra estuviera agusto justo antes de comenzar a gruñir. Después más que licántropos en sus formas humanas parecían animales, pues sus movimientos sobrepasaban la frontera humana, y comenzaba a adentrarse en lo más profundo de su parte canina.

Incluso pareció verse a dos lobos bajo la luz de la luna. Ella con un pelaje blanco y sedoso a diferencia de él cuyo pelaje era color azabache. Fue en ese mismo instante cuando la loba gimió de placer justo antes de que sus ojos tornaran rojos”

-¿En qué consiste nuestra empatía madre?-pregunté mientras caminábamos a través de la gran cuesta que terminaba en la zona de los cuatro monarcas.

-Es el poder más hermoso de nuestra especie-comenzó a explicar-Primero conocemos a la persona. Y cuando el destino determina que ambos finales se aguardan el uno muy próximo al otro, comenzamos a experimentar sus sensaciones más placenteras. Sobre todo durante los sueños.

-¿Has empatizado con alguien en tu vida madre?

-La verdad es que con tu padre nunca llegué a tener ese vínculo. Tu profesora ha sido siempre mi amiga y confesora por lo que yo sé cuando ella experimenta esa sensación, al igual que ella lo sabe de mí.

-¿Qué limites tiene la empatía sexual?-pregunté sin poder recordar la teoría que daba cuando era niño.

Nos detuvimos en una plazuela. Había demonios de diferentes razas pero lo que más se veían eran demonios mágicos. Los humanos los llamaban brujas ya que eran los demonios junto a los vampiros que más parecidos con la especie humana tenían.

El camino se dividía en cuatro. Uno para cada gran castillo que se dibujaba frente a mí. La tradición decía que tenía que visitarlos por el orden que se había establecido hace años y que uno de ellos me elegiría como su ahijado. Los cuatro monarcas constituían el dominio sobre la ciudad, y a ningún demonio oficial no le faltaba el contacto con uno de ellos. Aquí ya no importaba la raza, si no la función que jugaría el resto de mi existencia.






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