lunes, 25 de octubre de 2010

Y se hizo la oscuridad (ramake parte 1)

El bosque se mantenía inquieto, sus hojas se postraban delicadas ante nosotros, cada paso que dábamos estaba acompañado por el sonido de los troncos prescindiendo poco a poco de su corteza.

El mundo estaba cambiando, nunca lo habíamos querido ver, nunca lo hemos podido escuchar, siempre denegamos las señales más claras.

-¿Estáis completamente seguros de lo que vais a hacer?-pregunté mientras la última brisa del atardecer sacudía con suavidad los que desde hace unos días eran mis nuevos cabellos.

Su color era peculiar, quizá por ello me decanté por aquella campesina. En toda su inmensidad eran de color azabache pero emergiendo de la raíz unos mechones rubios se repartían por él, ahora andrajoso cabello liso. Mis manos no pudieron evitar acariciar los tallados demoníacos que adornaban la vasija que llevaba en mis manos.

-Si-dijo uno de los presentes el que decía ser el más valiente, al cabo de unos segundos.

-Bien, no quiero complicaciones-añadí mientras mis ojos se desviaban hacía atrás para mirar a los cinco integrantes cargados con vasijas del mismo estilo que la que yo tenía mientras el bosque se extinguía tras los pasos del último muchacho.

No me había costado nada convencer a aquellos mortales de lo que tenían que hacer. Solo tuve que acabar con sus seres queridos y culpar a las extrañas entidades que estaban comenzando a aparecer.

Una cueva apareció frente a nosotros, solo tuve que introducirme en ella para que aquellos campesinos me siguieran. No soportaba el olor de aquellos asquerosos trozos de tela y menos aun el roto que tenía el vestido en la zona de la rodilla, aquella mortal había sido sumamente patosa antes de que yo pudiera introducirme en su cuerpo.

El pasillo de roca por donde ahora caminábamos se mantenía alumbrado por unas antorchas que resplandecían llameantes mientras aquellos muchachos comenzaban a susurrar patéticos comentarios sobre la apariencia de la cueva.

El pasillo se ensanchó frente a nosotros. Unos arcos se postraban sobre nuestras cabezas. Eran de madera negra y en sus patas una hiedra que emergía de la nada se entrelazaba desde el primer arco hasta el último.

-¿Falta mucho?-preguntó una de las muchachas la cual mantenía sus cabellos fuertemente amarrados en una coleta.

-¿Ya estás cansada?-respondí con otra pregunta mientras suspiraba rindiéndole culto a mi enorme paciencia.

-Es que me aburro-dijo de nuevo.

“-Tranquila la fiesta está a punto de comenzar-”no pude evitar pensarlo mientras me mantenía callada.


No hubo más comentarios pues los ojos de aquellos ineptos se quedaron absortos al observar como la hiedra que había rodeado hasta hace un momento la madera negra ahora se desenroscaba con velocidad y se introducía en la tierra.

-¡Vamos!-les llamé la atención mientras me detenía en la salida del pasillo preocupada de que sus vasijas no se rompieran por un fallo de aquellos estúpidos muchachos-¡Esto no es ninguna de vuestras viejas granjas!-

No tardaron en alcanzarme, de nuevo permanecieron absortos mirando el final de la cueva, supongo que yo lo hubiera echo, si hubiera sido humana. La cueva ya no estaba iluminada por antorchas, pues una apertura en el techo dejaba entrar los últimos rayos del sol mostrándoles el gran lago que se mantenía impaciente.

Caminé hacia el lago, me introduje en él sin importarme mojar aquellas andrajosas ropas. El lago no cubría mucho, arriesgaría a apuntar que el centro de este tan solo cubría por la cintura. Los muchachos me siguieron hasta el mismo momento en el que me detuve para mirarles.

-Ha llegado el momento-dije mientras los ojos claros y verdes del cuerpo que portaba se oscurecían a la vez que la cueva era cubierta por la noche. Ya no podía verles, ahora solo me tocaba confiar en que mis artimañas no fallarán.

-¿Las abrimos ya Ailyn?-preguntó uno de los muchachos.

-Sí, adelante-dije mientras escuchaba como la tapadera de las vasijas rozaban la porcelana del recipiente. Suspiré esperando la señal que me indicara que podría empezar.

De repente unos chillidos emergieron frente a mí, aquellos mortales estaban sufriendo y hubiera jurado que parte de su sangre había salpicado mi ropa. En aquellos momentos se sentirían impotentes, seguramente en aquellos momentos me estarían maldiciendo, al menos si hubieran tenido tiempo para hacerlo.

La luna llena se postró sobre la cueva, ahora la iluminaba en toda su longitud, cada recoveco, cada piedrecilla,… todo. Los cadáveres yacían ensangrentados frente a mí, el agua se teñía de rojo y ahora comenzaba a burbujear.

-Hezme da sograté le nau-dije en voz alta mientras danzaba empapándome cada vez más.

El agua del lago se comenzó a agitar, la luna se había teñido ahora de rojo, había llegado el momento. Abrí la vasija que estaba entre mis manos y la volqué de golpe. De repente aquella arena negra que había guardado durante días emergió de la vasija y se disolvió en el agua del lago, ahora solo había que esperar a que él apareciera.

-Sazme le red or piliá ma yarda- conjuré de nuevo mientras agitaba mis brazos clavando mis ojos cuya pupila se mantenía dilatada sobre aquella arena que obedecía a mis movimientos.

El agua se agitaba cada vez más. Fue en aquel momento cuando sentí como mi espalda comenzaba a arder, sabía que la marca del poder que me había sido otorgado emergía ahora a la luz carmesí de la luna. Sin dudarlo prescindí del vestido. Lo dejé caer sobre el agua e ignoré el que este se sumergiera en ella. No tuve pudores en dejar aquel cuerpo humano completamente desnudo pues me interesaba mostrar el pentáculo invertido que ahora resplandecía negro en el centro de mi espalda.

-Derna op lies da nartu qüascel- dije para finalizar aquel hechizo observando como en mi mente se dibujaba lo que parecía la cabeza de una cabra demoníaca.

-¿Quién me ha llamado?-dijo al fin su voz tenebrosa y aplastante.

-Ailyn mi señor-dije al instante mientras me giraba para ver a mi maestro.

Frente a mí se mostraba ahora un hombre de estatura poco común entre los mortales. De las marcas naturales de su piel emergía una humareda de color azul y brillante al igual que del interior de su boca. Su cabeza mostraba largos cuernos retorcidos entre sí al mismo tiempo que sus ojos de serpiente me miraban con desdén.

No me demoré. No me tomé ni siquiera un momento para esperar a que mi energía mágica, mi maná se restaurara al completo, había sido un conjuro de invocación, un arte oscura que requería mucho poder. Tan solo me arrodillé para mostrarle mi fidelidad.

-¿Para que me has llamado?- dijo molesto por haber sido traído desde el que había sido mi mundo.

-Señor, sus hermanos han cruzado el límite que separa el mundo de los mortales del infierno-dije nombrando el mundo demoníaco como infierno sabiendo que el significado que utilizaban los humanos era completamente diferente al mío- Le ruego que haga algo-

-¿Qué te hace pensar que voy a actuar?-dijo de nuevo mientras sus palabras me traían pequeñas brisas de viento que azotaba el cuerpo de la humana a la que poseía.

-Señor, he recorrido un largo camino para encontrar un cuerpo que se asemeje al mío, he peleado con algún que otro demonio en mi peregrinaje y he llegado aquí sin ninguna ayuda-

-¿Has echo todo eso tú sola?-

-Si mi señor-respondí con cordura-Además le he traído almas de las que alimentarse-

Hubo un silencio mientras me apartaba para que viera los cadáveres de los jóvenes campesinos mientras me percataba de que los ojos de mi maestro se abrían hambrientos.

-Espera-dijo antes de devorar sus almas aun encerradas en aquellas débiles carcasas-¿Qué quieres a cambio bruja?-

-Solo quiero que libere a mis compañeros de su letargo eterno-expuse mi petición a la vez que aquellos ojos de serpiente se fijaban en mi otra vez-Nosotros nos encargaremos del resto-

-¡Eso es intolerable!-gritó mientras los cimientos de aquella cueva se sacudían ante su presencia-¡Aun les quedan mil años por dormitar!-

Mi mente caviló con rapidez. En mil años era seguro que los demonios no hubieran completado su dominio, era tiempo suficiente como para presenciar de lo que eran capaces para hacerse con la supremacía del mundo. A eso le sumaba una fidelidad con mi maestro aun más potente pues sabía a la perfección que no estaba dispuesto a traicionar una de las normas que la ciudad oscura enumeraba hacia sus habitantes. Pero ¿y si no le quedara otro remedio?

-¿Y si me sometiera junto a ellos?-expuse-A cambio de su permiso,…-

Hubo un silencio ensordecedor, las cuevas dejaron de temblar ante mi proposición mientras los ojos de mi maestro recorrían mi nuevo rostro y los cadáveres de aquellos muchachos.

-… y su silencio mi Señor-expuse contrayendo mi rostro infantil.

-¿Crees que podréis detenerlos vosotros solos?-preguntó.

-Sabes de lo que somos capaces mi Señor-dije sin llegar a alardear.

-Está bien ¿serán ellos sus nuevos cuerpos?-preguntó mientras señalaba con su gran dedo índice cubierto por escamas y con cuya garra era capaz de perforar cualquier material.

-Si mi Señor-

Abrió su boca mostrándome sus poderosas fauces a la vez que tomaba todo el aire que podía de la cueva. Me obligó a apartarme unos metros de aquella bocanada pues sabía que si me quedaba unos segundos frente a ella sería absorbida sin problemas. Los cuerpos de los campesinos fueron sacudidos levemente mientras un brillo azulado los envolvía. Las bocas de aquellos cadáveres se abrieron expulsando a través de ellas las almas de estos acompañados de chillidos envueltos en sufrimiento.

-Muy bien-dijo mi maestro con el apetito lleno-Sométete-

Me quedé mirándole fijamente, sabía que mis ojos ahora eran negros pues mis pupilas seguían dilatadas. Mi mente recordaba aquellos viejos entrenamientos que tuve con él. La época se remontaba mucho antes de que se descubriera la pólvora en el mundo de los mortales. Aprendí grandes cosas pero una de las muchas que logré memorizar fue su punto débil.

-¡Sométete!-gritó de nuevo sin obtener respuesta-¿¡Ailyn!?-

-A si perdona mi Señor-dije mientras volvía en mí y me arrodillaba de nuevo bajando la cabeza y apartando el cabello hacía un lado para mostrar parte de mi cuello pálido y natural.

Mi maestro se acercó hacía mí. Primero sus uñas acariciaron mi cuello, luego se introdujeron en él y posteriormente mi cuerpo cayó en un letargo que perduró durante años.

domingo, 18 de abril de 2010

Continuación (Desatascando al Escritor)

-¡Ailyn!-gritó el muchacho mientras guardaba sus pistolas en su estado normal y corría hacia el cuerpo durmiente de la bruja-¡Respóndeme!-

Lentamente la muchacha comenzó a abrir los ojos. Llevó su mano a la cabeza y suspiró mientras sentía que todo le daba vueltas.

-Todo ha terminado-dijo él-Al fin-

-Me alegro-dijo ella.

***


La muchacha levantó los parpados al mismo tiempo que tosía. El hielo había desaparecido y su cuerpo que había tornado pálido recuperaba su estado normal.


Se levantó y se acercó a la puerta. De repente sus ojos se abrieron desmesuradamente, aquel demonio del frío se mantenía en el suelo inerte y sin cabeza, además de un torso repleto de punzadas.

Emily suspiró cuando sintió que alguien rebuscaba en un mueble. Su compañero había acabado con su enemigo y ahora investigaba para encontrar alguna respuesta referente a lo que estaba pasando.

-¿Ian?-preguntó.

-¡Aaaaah!-gritó asustado el muchacho mientras caía de culo en el suelo-¿Ya te has despertado?-

Totalmente reconfortada la demonio ígnea fijó sus ojos en su compañero el que ahora colocaba su mano sobre su nalga y torcía su gesto dolorido. De repente se dio cuenta de alguien la miraba desde la puerta. Era un rostro familiar.

Sin dar explicaciones se levantó y corrió detrás de aquella mujer la cual días antes había escapado de las manos de su compañero. La banshee alarmada comenzó a correr delante de Emily a través del pasillo.

La muchacha suspiró mientras sus ojos tornaban llameantes y fijaba una gran fogata sobre aquella criatura oscura. De repente la mujer tomó de nuevo la consistencia del humo y ascendió hasta traspasar el techo.

-¡No volverás a escaparte!-gritó la demonio mientras abría un gran boquete en el techo con sus llamas y proporcionaba un salto para alcanzar aquel piso.

Rápidamente aquel humo tomó la consistencia sólida de nuevo en el momento justo en el que Emily se abalanzó hacia ella. Ambas rodaron por aquel pasillo el cual minutos antes había sido envuelto en un agua digna de admiración.

Antes de que las llamas de la muchacha pudieran consumirlas una lanza se clavó en aquella banshee haciéndola desaparecer al instante.

-¿Quién eres?-preguntó Emily fijando su mirada a aquella mujer de cabello castaño y ojos blancos-¿Porqué nos ayudas?-

-¡Emily!-gritó Ian que llegaba a aquel piso desde el agujero en el suelo.

La muchacha se giró para comprobar que su compañero la alcanzaba pero cuando quiso regresar la mirada hacia aquella extraña mujer esta desapareció tras un fuerte destello luminoso.

-Se ha vuelto a marchar-comentó.





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martes, 30 de marzo de 2010

Descubriendo la verdad. Obsesionada

-Daliana ya basta-dijo el vampiro con frialdad mientras dirigía el cañón de una de sus berettas hacía aquella mujer de cabello largo y pelirrojo.

Los ojos de aquella dama se fijaron en él. Entonces tornaron carmesíes mientras unas lágrimas surgían se deslizaban por sus mofletes contrayendo aquel rostro un tanto lamentable. Aquella mujer de cabello rojizo no soltó el cuello de la bruja, tan solo se limitó a apretarlo más.

El dedo de Jake se deslizó sobre el gatillo mientras lo apretaba y producía un fuerte estallido que hacía que aquella bala surcara el viento a una gran velocidad. Se introdujo sin reparo en la muñeca de aquella dama de largos cabellos mientras sus nervios se veían obligados a soltar a la bruja encerrada en el cuerpo de aquella adolescente.

Ailyn cayó al suelo, inconsciente, no podía abrir sus ojos peor al menos el oxígeno circulaba ahora por aquel sistema respiratorio. La mujer de piel blanquecina y belleza implacable le miró. Su rostro ahora era verdaderamente aterrador, contraído con furia mientras aquella bala salía de su muñeca dejando que su herida se regenerara sin esfuerzo.

-Entonces es cierto,…-susurró la mujer mientras llevaba sus manos a la espalda.

El vampiro no pudo verlo pero una espada surgió de la nada, como si se tratara de un hechizo. Cuando aquella pelirroja colocó su espada al frente el muchacho pudo observar como un signo extraño compuesto por letras en forma circular centelleaba intenso.

Aquella espada era larga y muy fina. En su empuñadura se podía ver lo que parecía ser un protector, se podría decir que era una espada al más puro estilo esgrima.

-Eres uno de los renegados-comentó la muchacha llevando el filo de su espada hacia él.

-¿Vas a matarme Daliana?-ironizó.

-Llevo esperando este momento mucho tiempo-

De repente aquella mujer se abalanzó sobre aquel muchacho haciendo emerger sus largos colmillos. En un movimiento de acto reflejo Jake accionó dos botones de sus berettas y estas sacaron dos afiladas hojas circulares en su parte superior. Cruzó sus brazos y bloqueó la estocada.

Antes de que pudiera hacer nada la muchacha le profirió otra estocada manchando la hoja de su espada larga de una sangre roja intensa. Daliana se alejó con un gran salto, su vestido se agitó sin poder mostrar nada pues los pantalones ajustados que existían debajo evitaba que ocurriera aquella clase de altercados.

Su dedo aparentemente delicado recorrió la punta de su espada para impregnarse de sangre. Después llevó aquel dedo a su boca y comenzó a saborear con sumo gusto la sangre del muchacho.

Jake había eludido aquella habilidad que tenían los vampiros por naturaleza. Claro que eran fuertes, rápidos, ágiles,… pero también tenían lo que se llamaba memoria de sangre. Una habilidad que les permitía ver todos los recuerdos de una persona a través del sabor de su sangre. Nunca le gustó indagar por lo que decidió eludir aquella habilidad y mantenerla en lo más oculto de sus cualidades.

Ahora sabía que era lo que la mente de Daliana cavilaba, mostraba cada recuerdo de su vida, cada instante que había vivido, cada palabra que había dicho, cada pensamiento,…


-¡¿Qué?!-reaccionó la vampira mientras aquellas imágenes terminaban-¡Ella no es!-



El muchacho llevó el cañón de sus pistolas hacía la muchacha y comenzó a disparar mientras ella esquivaba cada una de las balas. Su velocidad no era suficiente como para advertir la dirección de los proyectiles pero eso no era un problema pues utilizaba su arma para protegerse de las que si iban hacía ella.

Ambos seres inmortales de piel blanquecina se abalanzaron el uno hacia el otro. Las hojas de aquellas armas surcaron el costado del oponente mientras aquellos dos vampiros se separaban finalizando en una posición de espaldas al enemigo.

Rápidamente Jake llevó la hoja de su beretta a la punta de su lengua. Necesitaba saber que era lo que aquella mujer había descubierto, necesitaba saber que planeaban sus enemigos en contra de ellos.

Aquel sabor era delicioso, su fragancia embriagaba aquel paladar introduciéndose con descaro a través de la garganta. El mucho cedió sus párpados durante una milésima de segundo y entonces descubrió aquel que le impactó aun más que cualquier estrategia enemiga.

***

-¡Hola Daliana!-saludó la voz de un hombre que vestía de traje y caminaba por aquel pasillo cuyos azulejos reflejaban el mobiliario de la casa pero no a sus habitantes.

-Buenas tardes Señor-saludó ella elegantemente sosteniendo la falda de aquel vestido blanco con la punta de sus dedos.

La vampira parecía verdaderamente una novia que estaba dispuesta a casarse. Un vestido prescindía de tirantes mostrando un escote tan sensual como elegante. Sus zapatos hermosamente del mismo color producían un suave tintineo sobre aquel suelo mientras su cabello recogido dejaba caer un velo sobre su rostro.

-Tiene que disculparme-dijo ella con suavidad.

-¿A que es debido este vestido?-preguntó aquel hombre con educación-¿Acaso te lo probabas?-

-Acudía a la ceremonia-respondió ella que se acercaba elegantemente.

El rostro de aquel hombre se contrajo dubitativo. No sabía de qué se trataba aquella broma pues su hijo no había regresado para dar comienzo a su boda con aquella bella vampira tan unida a la familia.

De repente la silueta de aquella muchacha pasó fugaz frente a sus ojos. No pudo advertirla e incluso le costaba asumir el que ella arrancara de cuajo aquel pedazo de su cuello y comenzara a dejar que su sangre saliera con velocidad tiñendo aquel suelo de rojo.

Aquellos azulejos no fueron los únicos que se salpicaron con aquellas gotas granates pues aquel vestido blanco recién estrenado ahora mostraba con desdén aquellas gotas.

-¿Daliana?-preguntó la voz de una mujer que caminaba cubierta por un vestido brillante y negro observando aquella imagen atroz-¿Qué ha ocurrido?-

-El pobre ha muerto-fingió con un falso lamento.

Aquella mujer tampoco pudo advertir el ataque de su más fiel confesora. La vampira también arrancó un pedazo de su cuello para luego lanzarse hacía ella y acabar la faena golpeando su rostro con furia sin importarle manchar aun más el traje.

-Si yo no puedo quererlo entonces nadie lo hará-susurraron sus labios mientras la ciudad se veía envuelta en grandes estallidos.

De repente la puerta salió disparada mostrando una silueta alada cuyos ojos resplandecían blancos e inexpresivos. Daliana se levantó y se alejó de aquella silueta retrocediendo frente a ella y ascendiendo por las escaleras. Segundos después aquella habitación se vio inundada de vampiros, tanto criados como nobles.

-¡Ha asesinado a los Señores!-gritó ella de nuevo con aquel falso lamento-¡Acabar con él!-

El momento había sido inoportuno pero podía beneficiarse de él. Ahora nadie pensaría que la vampira más fiel de la casa asesinara a los que habían hecho tanto de padres como los suyos propios.

***

Jake levantó aquellos párpados que ahora mostraban unos ojos conmocionados. Aquellos recuerdos que ahora expiraban de su mente eran más dolorosos que un puñal clavado en su corazón.

El muchacho suspiró cuando golpeó sus muñecas y sus pistolas en un mismo tiempo para enganchar las cadenas de “Las Prisioneras” a las de sus dos muñequeras.

-¿Porqué lo hiciste?-preguntó mientras se giraba para mirarla a la cara.

-No puedo permitir que la gente te quiera-respondió aquella mujer de cabellos rojos mientras se colocaba en posición de ataque-No si yo no puedo hacerlo-

-Patética-dijo él con frialdad-Siempre fuiste patética-

-Dímelo cuando estés a punto de morir-

La mujer se abalanzó de nuevo hacia el muchacho. Primero Jake comenzó a disparar sabiendo a la perfección que las balas no la darían. Luego dejó caer los cargadores y se alejó de allí mientras Daliana se colocaba en su posición anterior. Entonces los cargadores estallaron alcanzando de lleno a aquella vampira que ahora salía despedida por los aires hacía él.

El muchacho colocó las pistolas del revés y comenzó a girar sobre si mismo mientras las hojas de sus armas giraban junto a él. Cuando Daliana llegó recibió un gran impacto con las cuchillas.

La mujer comenzó a alejarse de él haciendo una serie de volteretas que producían que su sangre salpicara el pasillo. La espada desapareció de repente y con ella el destello de aquellas letras.

-Si no puedo matarte-dijo mientras miraba hacia todos los lados mientras sus ojos centelleaban más rojos que antes-Le mataré a él-

Daliana salió corriendo a gran velocidad. Sintiendo el peligro que podía llegar a correr el íncubo, Jake la persiguió. No lograba entender lo que estaba pasando, ella se lo había tomado bien cuando hablaron hace mucho tiempo, pero parecía que aquella mujer le echaba en falta cuando él no estuvo a su lado.

-¿Qué solucionarás con eso?-preguntó Jake mientras aquella mujer se alejaba cada vez más.

-¡Quiero que sientas mi dolor!-respondió-¡Quiero que pierdas a tu amado!-

La mente del vampiro caviló. Ahora se imaginaba el cadáver de Ian expulsando su última sonrisa. No podía permitirlo, ni ahora, ni nunca.
Empuñó con fuerza aquellas pistolas y las lanzó hacia el frente. Sintió como las cadenas se extendían cada vez más y antes de que pudiera darse cuenta la cabeza de su enemiga salía volando por los aires. Su corazón había hecho que su fuerza aumentara por segundos, su venganza ya había sido cobrada.

***

-Allí no necesitarás esconderte-dijo aquella mujer de cabello rubio y moreno mientras le dejaba pasar para cruzar el portal-No pondrán fronteras a tus decisiones-






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sábado, 27 de marzo de 2010

¿Un final feliz?....

Adultez

-Lo comprendo-dijo aquella hermosa mujer de cabello cobrizo mientras tomaba la mano de Jake-Si lo que no sientes por mí lo sientes por otra persona-

-Gracias Daliana-dijo él a modo de agradecimiento.

-Solo quiero lo mejor para ti-sonrió ella mientras agarraba su vestido para facilitar el caminar por aquellas calles vacías del territorio de los vampiros-No te preocupes por nuestros padres, seguiré con esta farsa-

-Te debo una-dijo él mientras la campana sonaba fijando la hora de la ciudad oscura.

-Más vale que partas ya-dijo ella-Prométeme que no te matarán-

-Lo prometo-

Los labios del vampiro se dirigieron a los de la mujer pero antes de que se pudieran entrelazar entre ellos, ambos fijaron la comisura de los mismos en la mejilla del otro.

La arena del desierto se mantenía tan gris como lo había hecho durante aquellos años. La escasa vegetación permanecía intacta intentando no someterse a la fuerza de aquella pequeña tormenta de arena.

El caballo del color de la nieve galopaba lo más rápido que podía. Sobre sus lomos se mantenía incurvado un hombre de largos cabellos blancos cuya mirada se veía obligada a vigilar sus espaldas de vez en cuando. Las espuelas del hombre azotaron sin piedad el costado del corcel mientras esté emitía un pequeño chillido y comenzaba a avanzar aún más deprisa.

-¿Dónde crees que vas renegado?-susurró la voz de un hombre que ahora se sentaba detrás de él sobre el caballo.

-¿Pero que…?-

De repente aquel hombre de cabello blanquecino se vio obligado a caer a la arena del desierto a causa de un golpe que le proporcionó aquel desconocido.

Jake se incorporó de pie sobre el caballo y proporcionó un salto para caer sobre el traidor. La hoja de su espada se dirigió directamente al cuello y antes de que pudiera introducirse en él sus labios comenzaron a hablar.

-Vivo o muerto vendrás conmigo-

-¡Nunca!-gritó aquel hombre mientras su cuerpo comenzaba a sufrir una serie de cambios físicos hasta llegar a imitar la forma de una araña.

De su boca salió despedida una tela de araña que atrapó al vampiro pegándose en su piel marmolítrea. Los ojos de Jake cambiaron carmesíes justo antes de que aquel hombre-arácnido se abalanzara sobre él.

Aquellos filamentos que hacían función de red cayeron junto a los pedazos de piel que el vampiro había decidido prescindir sin mostrar signos de dolor pero sintiendo como su piel se había desprendido de su cuerpo mostrando su carne.

-Ellos te juzgarán mejor que yo-dijo fríamente mientras su espada surcaba el cuello de aquella criatura y lo obligaba a desprenderlo de su cuerpo.

La cabeza rodó sobre el desierto mientras aquellos cabellos blanquecinos eran sacudidos por el viento que traía motas de arena las cuales no podían evitarse teñirse de rojo al rozar aquel río de sangre.

Jake se colocó dos dedos bajo su lengua para producir un fuerte silbido. Pincho la cabeza con su espada y cogió el cuerpo inerte de aquel hombre entre sus brazos. De repente apareció un corcel de un pelaje negro cuyas crines se mantenían fijadas de punta. El vampiro tomó las riendas después de haber colocado a su víctima y haber guardado la cabeza en una bolsa que colgaba de la montura. Se llevó el dedo impregnado en sangre a la boca para degustar aquel sabor y azotó con frialdad el costado del animal para que este emprendiera un rápido galope a la ciudad de la oscuridad que se situaba lejos de allí.

Sus manos pálidas e inmortales provocaron que las riendas del caballo tiraran para atrás. El corcel se detuvo frente a los dos grandes portones que se colocaban sobre las murallas que rodeaban aquella inmensa ciudad.

-¡¿Quién va?!-dijo la voz de un hombre con ecos fantasmagóricos.

-¡Jake!-gritó el vampiro-¡El caza recompensas!-

-¡Al fin regresas!-dijo de nuevo aquella voz mientras un rostro demoníaco aparecía sobre la pared y miraba al vampiro con superioridad-Dos días fuera, ya se pensaba que te habías convertido en un renegado-

-No tengo razones-comentó él con frialdad mientras aquel rostro sonreía al mismo tiempo que las puertas se abrían y él desaparecía.

El muchacho condujo su corcel hacia una mujer que le aguardaba frente al establo. Jake se deslizó por los lomos el caballo para bajar al suelo mientras el cadáver del arácnido caía de golpe. Sin demorarse sacó la cabeza de la bolsa y la colocó sobre el cuerpo.

-¿A que esperas renegado?-preguntó con frialdad mientras los ojos de aquella cabeza se dirigían a él con desdén-Regenerate-

La piel que había sido seccionada en la cabeza comenzó a unirse al cuerpo de aquel cadáver mientras aquella herida se cerraba y el demonio arácnido era inmovilizado por unas esposas que rodeaban sus muñecas haciéndolas sangrar.

-¡Vamos!-gritó el vampiro mientras le empujaba para que comenzara a ascender la cuesta general de la ciudad de la oscuridad-¡No tengo todo el día!-

Pasaron inadvertidos sobre la entrada y salida de aquellos territorios desconocidos para él. Aquel edificio se encontraba cada vez más cerca justo delante del gran castillo.

La mano blanquecina del muchacho agarró con fuerza aquel metal y comenzó a zarandearlo para que aquella campana emitiera su tintineo en el interior de la casa con la estrella invertida colocad. La madera de aquella puerta se mantenía tallada con dibujos demoníacos, dibujos que demostraban lo crueles que podían ser en aquel mundo. Jake empujó a aquel demonio arácnido al interior del edificio cuando este abrió su puerta.

Ambos caminaron por un pasillo en el cual un par de escobas encantadas lo limpiaban sin descanso. El muchacho se dirigió a la pared donde se encontraban las personas las cuales titutalaban como renegados y pedían una recompensa por capturarles, y quitó la foto de aquel hombre de cabellos blanquecinos.

Posteriormente se bifurcaron hacia la derecha en el pasillo para entrar tras una puerta de metal con picos. Cinco mujeres se mantenían sentadas entorno a una mesa circular con aquella famosa estrella dibujada en todo su esplendor.

-¡Aquí lo tenéis!-anunció mientras con gran fuerza lanzaba a aquel hombre hacia la mesa.

-¡Se llama antes de entrar!-protestó una de ellas la cual tenía el cabello claro y dos grandes ojos verdes.

-¿Quieres discutirlo?-preguntó con ironía mientras sus ojos brillaban rojos y dos colmillos emergían a través de sus labios.

-¡Basta!-gritó una mujer de avanzada edad la cual se levantaba obligando a que la mujer que había intervenido en contra de Jake se sentara-Vampiro, espera fuera-

-Como diga la señora-dijo él con frialdad haciendo una pequeña reverencia.

Jake se giró y salió por la puerta. Se apoyó en la pared y aguardó a que le dieran noticias sobre el ejecutamiento de aquel traidor. Cruzó sus brazos y apoyó una de sus piernas en la pared de piedra negra que poco a poco le iba repugnando más.

La puerta se abrió sola mientras un chirrío le acompañaba. De repente aquel hombre-arácnido salió volando hacia el pasillo y se estampó de golpe contra el suelo. El muchacho lo observó sin mostrar asombro y espero un poco más mientras aquel renegado comenzaba a levantarse con lentitud.

Aquella bruja de cabellos claros y lisos salió al pasillo y observó con unos hermosos ojos verdes a Jake.

-Llévalo a la ígnea-dijo aquella muchacha con una voz aterciopelada mientras su tono de piel resplandecía pálido pero menos que el del vampiro ante aquella tenue luz-Tiene información que sacar antes de su extinción-

-Soy un caza recompensas no un recadero-comentó con frialdad mientras se acercaba a la muchacha tan cerca como para casi rozarla-¿Y mi recompensa?-

-Haz lo que te piden-respondió con sutileza mientras el muchacho observaba como su pupila se expandía por todo el ojo-Y serás recompensado-

De repente una fuerza obligó al muchacho a levitar en el aire y aterrizar sobre el preso. La bruja desapareció tras aquel portazo.

-Ya puedes irte-dijo aquella demonio de cabello largo, castaño y ondulado mientras agarraba al prisionero y le fulminaba con la mirada.

Ignorando sus ansias de enfrentamiento Jake se giró sin decir nada y salió del edificio para encaminarse de nuevo sobre la cuesta principal y entrar en el territorio sexual de la ciudad oscura.

-¿Tienes mucho trabajo?-preguntó el muchacho cuando cerró con sigilo la puerta de metal.

Sus ojos se fijaron en aquel íncubo, su belleza había aumentado mucho más desde la última vez que lo vio, de eso dos días. El vampiro se acercó hacia él ignorando los destellos azules que emergían de aquellas armas y rodeó con sus brazos la cintura de Ian justo en el mismo momento en el que él se giró para observarle.

Apenas pasaron unos segundos cuando aquellos labios comenzaron a contornearse el uno contra el otro, menos aun cuando la lengua de aquel hombre de cabello medio rizado se introdujo en la boca del otro.

-Puedo tomarme un descanso-susurró Ian retomando la danza.

Tampoco trascurrieron unos segundos cuando aquellos dos hombres se despojaron de sus ropas y decidieron divertirse sobre aquella cama para ejecuciones

El tiempo pasó desapercibido cuando Jake decidió volver a su trabajo. No hizo falta el roce para despedirse, tan solo unas palabras de parte del íncubo. energías se compenetraban una vez más.

-Ten cuidado-se despidió el íncubo preocupándose de que el vampiro no fuera descubierto haciendo pellas de su trabajo para descargar su energía sobre el muchacho.

Jake suspiró cuando recibió la cruel noticia de que sus padres habían sido cruelmente asesinados. No tuvo tiempo para derramar ninguna lágrima pues aquellos destellos blanquecinos iniciaron el ataque de los luminosos.

El vampiro saltó justo antes de que aquella esfera de destrucción impactara contra él. Su gran salto hizo que pudiera alcanzar a aquel hombre de grandes alas blancas y desgarrar su cuello con un mordisco.

Poco a poco la oscuridad de la ciudad se estaba viendo sometida a la luz de aquellas criaturas. Fue en aquel momento cuando el hombre caviló sobre su salvación, no quería luchar pues aquel no era su trabajo y no quería perder al único ser en aquel mundo inmerso de oscuridad al cual quería.

Se apresuró de nuevo al edificio de ejecuciones esquivando aquellos ataques aéreos. Por suerte la luz más intensa la utilizaron cuando él estaba rescatando a Ian de una mujer luminosa que le apuntaba con su espada de doble filo.

Se apresuraron a las cuadras de la ciudad esquivando aquellos edificios que se empeñaban en intentar aplastarlos.

-Venga sube-dijo él mientras Ian se subía en el caballo de color negro que antes le había servido de ayuda en su misión.

-Será mejor que volvamos cuando todo esto acabe-dijo Jake mientras azotaba los costaos del corcel y este cabalgaba a gran velocidad esquivando aquella guerra que mantenía su lugar frente a las gran murallas donde los licántropos protegían a toda costa la ciudad.



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jueves, 25 de marzo de 2010

Ojos carmesíes palpitan al ritmo del corazón

Adolescencia

-¡Daliana!-gritó aquel muchacho mientras jugueteaba con aquel cuchillo que ascendía y descendía impaciente.

El muchacho había cambiado radicalmente. Era verdad que su cabello seguía estando despeinado a voluntad pero su cuerpo había cambiado. Ahora estaba más alto, los largos días de entrenamiento había provocado que su musculatura se formara a la perfección. Y como de costumbre su tono de voz había cambiado frívola y armoniosa al mismo tiempo.

-¡Daliana!-gritó de nuevo-¡Voy a llegar tarde!-

-¡Voy!-gritó una voz aguda y titubeante-¡No me metas prisa que me toca empezar de nuevo!-

De repente una silueta se acercó a él mientras el cuchillo giraba sobre si mismo para regresar a sus dedos. Era un hombre de cabello moreno y despeinado con una belleza que aun no había expirado a causa de los años.

-Hijo mío-dijo elegantemente-Mucha suerte-

-Gracias padre-dijo él mientras aquel hombre le dedicaba un beso en la mejilla.

-Ya estoy-dijo de nuevo la voz de aquella dama.

De repente el sonido de sus tacones provocó que ambas miradas se dirigieran a ella. Un largo cabello rojo y liso se deslizaba por su cuerpo en forma de coleta. El blanquecino tono de su piel se mantenía oculto tras aquel traje de cuero negro tan parecido al de Jake. Aquel cuero se ajustaba a la perfección a la silueta de aquellos adolescentes.

-Estás deslumbrante Daliana-dijo el padre del vampiro mientras besaba el revés de su mano.

-Gracias Señor-dijo ella mientras se agarraba a la mano de Jake la cual la esperaba y desaparecían bajo el marco de la puerta.

Caminaron durante unos minutos a través de aquellas calles de piedra negra. Cuando la última mansión de piedra roja quedó atrás para dar paso a la calle del mercado, Jake quitó la mano de su compañera y la miró con una frívola sonrisa.

-Ya hemos actuado frente a mi padre-dijo él mientras Daliana sonreía-¿A gusto?-

-Sí-dijo-Hoy probarás mi sangre-

El muchacho alzó su mirada al cielo y suspiró. Esquivaron los sirvientes de las casas nobles los cuales compraban el género para los banquetes y demás fiestas de la alta nobleza vampírica.

El mercado quedó atrás mientras una serie de fantasmagóricos edificios les daba la bienvenida. El muchacho observó una vez más aquella fuente que simbolizaba un murciélago chupándole la sangre a un cuello humano que desprendía agua verdosa de sus heridas.

-¡Alumnos pertenecientes a la nueva generación-dijo un hombre que se sentaba en el aro exterior de la fuente de piedra-¡Venir a mí!-

De las diferentes calles que rodeaban aquellas casas fantasmagóricas comenzaron a emerger adolescentes vestidos del mismo modo que ellos. Todos se colocaron entorno al hombre de buen linaje y esperaron a oír sus palabras.

-El examen es simple-dijo él-En las casas hay veinte cristales rojos-explicó-Deberéis conseguir cuatro para aprobar-

-¡No hay suficientes para todos!-gritó uno de los muchachos.

-Entonces róbalos-dijo el hombre mientras se colocaba un silbato entre los labios y producía un fuerte sonido.

Apenas pasaron unos minutos cuando aquella cantidad de adolescentes se separaron para introducirse en aquellas lúgubres casas en busca de aquellos cristales rojos.

El muchacho miró a su compañera mientras las paredes de piedra negra se mostraban frente a ellos. En su interior se podía oír como el viento susurraba a través de las puertas o incluso en el piso superior, era verdaderamente aterrador.

-¿Por dónde vamos?-preguntó Daliana que abría el cagón de una cómoda que descansaba polvorosa en la entrada de la casa. Sus ojos se fijaron en una serie de viejos objetos como plumas, tinteros vacíos,…

-Primera lección-susurró Jake-Piensa como tu oponente y obtendrás respuestas-

-Segunda lección-dijo la muchacha sin bajar la voz mientras jugueteaba con su pelo rojizo-Nunca bajes la guardia a no ser que busques la muerte-

El muchacho cerró los ojos, concentró sus otros cuatro sentidos en la casa. Abrió sus ojos lentamente a la vez que su iris se teñía de un rojo brillante. Lentamente comenzó a observarlo todo hasta que su mirada se detuvo al pie de la escalera.

Allí frente a ellos se encontraba un cristal de forma hexagonal de un color rojo apagado, como el color de la sangre cuando entra en contacto con el aire. El vampiro comenzó a dar sigilosas zancadas hacia el cristal sin bajar la guardia.

De repente algo cayó a sus espaldas y rompiendo por completo aquel silencio que había durado apenas unos minutos. Jake se giró y fijó sus ojos en un jarrón que ahora se repartía en pedazos por aquel pasillo.

-Lo siento-dijo la muchacha mientras contraía su rostro en perdón.

Ignorándola el muchacho se acercó al cristal lo tomó en su mano y lo dirigió hacia su compañera. Ella observó que aquel gesto no tenía trampa y fijo su mirada en la de aquel vampiro.

-Tú lo necesitarás más que yo-dijo él mientras lo dejaba caer en sus manos.

-Gracias-dijo ella mientras lo guardaba en su bolsillo.

-Si queremos hacer esto antes de que se ponga el sol, será mejor que nos separemos-

-Estoy de acuerdo-dijo Daliana mientras se acercaba a él.

Entonces fue en aquel momento cuando sus labios se juntaron con los del muchacho. No hubo pudores, no hubo descanso, tan solo sintieron como sus labios se empapaban con la saliva del otro.

-Llámame si necesitas algo-le dijo él mientras se movía rápido y se alejaba de ella.

Jake se movía rápido pero al mismo tiempo sigiloso. Sus ojos se fijaron en la casa de al lado donde uno de sus contrincantes se mantenía guardando uno de sus cristales en el bolsillo. Entonces recordó las palabras del profesor de artes sombrías y esas mismas palabras fueron las que levantaron un brillo en su mirada carmesí.

-Vamos a por el siguiente-susurró aquel muchacho de cabello blanquecino. Ignoraba la presencia de alguien más en aquella planta del caserón. Una silueta se movía rápida por el techo precedida por una mirada roja a la cual la oscuridad no le afectaba.

De repente sintió como su cuello crujía segundos antes de que Jake tomara el cristal de su bolsillo y saliera con velocidad de allí. Aquel rostro perfecto y marmolítreo esbozó una hermosa sonrisa a la vez que su cuerpo pasaba de tejado en tejado.

Antes de que pudiera pensar en buscar el siguiente cristal sus pies se toparon con él justo antes de explorar más a fondo la tercera casa. Su mente iba digiriendo su victoria cuando sus ojos se fijaron en una muchacha de largos cabellos rubios que corría para alejarse de la zona de examen.

Jake se apresuró a seguirla pues sabía que ella guardaba los tres cristales en sus bolsillos ¿Qué tenía de malo quitarle uno?
Sus zancadas avanzaron con velocidad y lograron atraparla antes de que ella callejeara por el territorio vampírico. El muchacho se colocó sobre ella al mismo tiempo que esta le bufaba con sus colmillos sacados.

-Tranquila-dijo él con un tono un tanto seductor.

-¡Suéltame!-gritó aquella vampiro mientras sus ojos tornaban rojos.

-Como desees-dijo él mientras la soltaba y rápidamente llevaba su mano a su bolsillo para extraer uno de sus cristales con suma sutileza.

-Estúpido-le insultó antes de desaparecer en la lejanía.

El muchacho suspiró mientras observaba aquel cristal que le daría el aprobado. Sus ojos se dirigieron a una apertura que había en la pared, una apertura que le era extrañamente familiar.

Sin pensárselo dos veces se dirigió a ella y se vio obligado a agacharse para poder bajar aquella cuesta. Aquellas letras se mantenían escritas como años atrás, aquel nombre figuraba con destellos sobre la mirada del muchacho. Rápidamente cogió el cristal y comenzó a escribir con elegante caligrafía.

“Bosque arbóreo cerca del lago”

Era el sitio donde más soledad había, de niño solía ir allí para desconectar de su función en la alta nobleza. Nunca había aceptado el hecho de tener que casarse con Daliana peor sabía que era lo que le había tocado y tenía que hacerlo tarde o temprano.

El silbato del profesor se pudo oír desde allí. Fue en aquel momento cuando Jake inició una corta carrera hacia la zona de las casas abandonadas. Ahora la gente avanzaba en forma de fila devolviéndole los cristales a aquel hombre.

-Enhorabuena-dijo aquel hombre mientras el muchacho dejaba caer los cristales sobre su mano.

Su compañera también había aprobado, había utilizado sus estratagemas para conseguir dos cristales más. Una vez más salían victoriosos.

-¿Volvemos a casa?-preguntó Daliana mientras se agarraba a su brazo.

-Tengo que hacer algo antes-le respondió él.

-¿Quieres que te acompañe?-

La mente de Jake caviló con velocidad, si quería quitarse a aquella muchacha de encima tenía que utilizar una excusa que sonara verdaderamente convincente.

-Si quieres ver tu regalo por anticipado hazlo-dijo sonriente.

-Iré a comunicarles nuestra victoria a nuestros padres-dijo ella sonriente y jugueteando con su cabello.

-Nos vemos-se despidió él.

Sus pasos se mantenían disimuladores al mismo tiempo que se movían rápidos. No tardó en bajar la cuesta general que comunicaba todos los territorios, no tardó en percatarse del bosque.

Desde hoy pasaba a ser un vampiro mayor, una criatura la cual se alimentaba de sangre preparada para tener un trabajo del que disfrutar. Pero cada vez que lo pensaba no podía imaginarse de pies en el altar procediendo a la gran boda que todo el territorio de los vampiros esperaban ansiosos.

Jake suspiró mientras caminaba por aquel bosque en silencio al mismo tiempo que sus ojos observaban unas pisadas que llegaban a ser sospechosas. ¿Quien andaría por una zona prohibida?

El bosque se abrió frente al lago. Allí un muchacho de cabello medio rizado se giraba para mirarle. Aquel olor del que pudo cerciorarse el vampiro no pertenecía a un íncubo, si no que era una mezcla de la que abundaba la esencia de los demonios ígneos.

-¿¡No sabes que este sitio está prohibido!?-dijo fríamente. Aquel demonio ígneo se mantenía leyendo una serie de hojas apoyadas sobre una carpeta.

Aquella criatura se giró para mirarle. El vampiro no dijo nada, esperó a que aquellos labios profirieran las palabras que su mente cavilaba antes de que el enfrentamiento que intuía se llevara a cabo.

-¿Jake?-preguntó aquel muchacho mientras guardaba aquellas hojas escritas en su carpeta.

El rostro del vampiros e contrajo inexpresivo, no sabía quien era aquel muchacho, no lo había visto en su vida pero parecía aquel demonio si que sabía de él.

-¡Si ese es mi nombre!-gritó el muchacho con frialdad a modo de respuesta. Tenía que alejarle de allí antes de que aquel niño que conoció en su infancia llegara. Quería tener el lago para ellos solos para charlar durante horas sobre su pasado y su posible futuro-¡Márchate o serás castigado!-

-¿Hola?-dijo aquel muchacho. Jake lo miró con rareza ¿A que venía ese saludo en medio de una conversación?-¿No me reconoces?-

Hubo un silencio en el cual sus ojos permanecieron inexpresivos frente a aquel desconocido. De repente aquella criatura llevó su dedo índice a su cuello, colocó su uña sobre la piel y apretó mientras lo movía para crear una pequeña herida sangrante.

Jake sintió como aquella fragancia recorría su sistema olfativo al mismo tiempo que sus ojos tornaban carmesíes. Era extraño pero aquella fragancia era aun más exquisita que la que él probó años atrás, era potente pues incluso podía sentirla en su paladar antes de si quiera degustarla.

El muchacho se movió rápido, tal y como lo había hecho durante su examen. Aquel muchacho no pudo percatar de su velocidad antes de que el vampiro apareciera frente a él. Jake deslizó sus labios sobre su cuello dejando que su aliento erizara su piel, colocó la comisura de los mismos sobre la herida a la vez que los colmillos emergían. No se demoró en absorber aquel líquido granate dejando que su potente sabor recorriera su paladar al mismo tiempo que una excitación embriagaba el cuerpo del vampiro. Ambos cerraron los ojos mientras el uno se alimentaba de la sangre del otro. Aquella sangre era tan deliciosa que el muchacho no podía separarse de su cuello cada gota que recorría su paladar, cada gota que se deslizaba por sus labios era única, quería más.

-Basta-susurró aquel muchacho de cabello medio rizado mientras apartaba su cabeza de su propio cuello. El muchacho llevó sus ojos rojos hacia los suyos. Fue en ese momento cuando dirigió su rostro blanquecino frente a él haciendo que sus narices casi se acariciaran

-Ian,…-susurró el muchacho mientras sus labios se juntaban con los del vampiro.

El beso perduró durante varios segundos, tiempo en el cual Jake sintió como si aquel momento lo hubiera esperado desde su infancia. Ambos separaron sus labios para dejar que sus cuerpos se acercaran y ambos pares de brazos envolvieran al otro cariñosamente.

-¿Sabes cuanto tiempo llevo esperando este momento?-susurró el muchacho sintiendo como los brazos del vampiro le daban un calor representativo pues aquella piel era tan fría como la nieve.

-Pensé que habías muerto-susurró el otro muchacho pues era verdaderamente lo que él había pensado. Había pasado mucho tiempo sin obtener noticias de él-No volviste a dar señales de vida-

-Cada día-comenzó a explicar Ian aun en susurro sin poder separar sus brazos de él-Desde que te conocí fui a los túneles para ver si estabas, iba a cada tiempo que tenía libre pero tú nunca apareciste-

-Te dije que comenzaban los exámenes-justificó él-No encontraba la forma de escaparme para ir y la única vez que lo hice aproveché para citarte aquí,… -

-Lo leí hoy-se justificó él también-Desistí de volverte a ver-

-¿Sigues desistiendo?-preguntó el vampiro con un susurro frívolo.

-No-respondió-Solo quiero que este momento no expire nunca-

-Hagamos que sea eterno-dijo él.

Aquellas ropas comenzaron a caer en el suelo al mismo tiempo que aquellos cuerpos se juntaban desnudos. Jake tomó la mano de Ian e hizo que ambos se zambulleran en aquella agua de un tono verdoso. De nuevo aquel beso duró una eternidad mientras ambos pares de manos acariciaban lo que ahora era suyo.



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martes, 23 de marzo de 2010

Un pasado donde corren los ríos de sangre

Infancia

Aquellas casas rojas le daban un aspecto más que sangriento al territorio natural de los vampiros en la profundidad de la ciudad oscura. Aquel astro no les afectaba de la misma forma que lo que otros llamaban sol. Aquí los de piel blanquecina podían vivir en armonía sin importarles a que hora salir, sin importarles el ocultarse en las sombras. En cierto sentido las sombras si eran importantes en su vida pero no en ese sentido.

-Ocho, nueve-decía la voz de aquella niñita de cabello rojo amarrado en forma de dos coletas-¡Diez!-

Su cuerpo tan blanco como la nieve se mantenía cubierto por un vestido de época cuya falda se mostraba controlada por el can-can. Aquella niña parecía pertenecer a la alta nobleza quizá fuera su cabello lo que la separara un poco de aquel nivel de vida.

-¡No me pidas que vuelva a contar!-gritó la niña mientras sus ojos tornaban rojos y se movían con velocidad buscando a alguien entre las sombras-¡Porque ya va la tercera vez!-

Una sombra se movió a sus espaldas, algo o alguien había saltado de edificio a edificio sin que ella se diera cuenta. Una corbata descendió desde el cielo y cayó sobre aquel suelo de piedra negra.

La niña se movió a gran velocidad desapareciendo de su posición y apareciendo agachada cogiendo la corbata y oliéndola mientras unos colmillos sobresalían sobre aquella hermosa sonrisa.

-¡Vamos Jake!-gritó de nuevo-Si sigues tirando cosas te acabaré pillando antes de que puedas tocarme-

De repente un niño de cabello despeinado y color azabache apareció detrás de ella sin que apenas pudiera darse cuenta. Sus manos blanquecinas tomaron su cabeza y la giraron con terrible fuerza rompiéndola sin importarle el que podía pasar.

Aquel niño vestía un traje negro. Sus pantalones lisos hacían juego con su chaqueta mientras la camisa roja sobresaltaba entre tanto negro.

La niña se levantó mientras colocaba su cuello. Entre aquellos cabellos rojizos se pudo deslumbrar como aquel bello rostro esbozaba una divertida sonrisa. Daliana tomó su vestido y se levantó.

-¡Otra vez!-gritó efusiva queriendo una revancha-¡Quiero ser la damisela asesinada!-

Jake suspiró mientras se ataba la corbata. Otra vez tendría que esconderse, ya quedaban pocos sitios donde hacerlo por no decir ninguno. Llevaban toda la tarde jugando a aquel juego en el cual el entrenamiento del niño se mostraba con desdén.

-Venga Jakie-dijo de nuevo la niña-Si quieres aprobar los exámenes finales tendrás que entrenar-Daliana cerró los ojos mientras estiraba sus labios esperando que su prometido le besara. Al no obtener respuesta comenzó a contar de nuevo-Uno, dos,…-

La lentitud de aquella enumeración de números hizo que el vampiro pudiera caminar mientras buscaba un escondite. Aquel niño no era muy hablador, tan solo hablaba cuando tenía que hacerlo.

Desde que nació sus padres le asignaron una chica con la que pasaría el resto de su vida inmortal. Entre los vampiros no había sentimientos que pudieran chafar aquellos planes que se elaboraban con años de alteración. Ambos pasarían su infancia juntos, ambos experimentarían su adolescencia unidos y en su adultez serían casados para el fin de los tiempos.

Jake siguió caminando mientras su mano derecha se introducía en el bolsillo del pantalón. Sacó un botecito con tres pastillas, un botecito con el que no dudó en juguetear.

De repente Daliana comenzó a contar más rápido, había pasado del cinco al ocho en una milésima de segundo y el niño aun no había encontrado un escondite. Con agilidad extrajo una pastilla del bote y lo guardó en el pantalón.

Se lanzó la pastilla en la boca y comenzó a correr. La saliva deshizo aquella pastilla provocando que su paladar se embriagara de un sabor a sangre. Eso era lo que tomaban los vampiros cuando eran niños pues no les estaba permitido beber directamente de la presa hasta llegar a la adolescencia.

-¡Diez!-gritó Daliana.

Aquellos ojos carmesíes vislumbraron una apertura al final de la calle, una apertura oculta entre las casas. No tuvo otra alternativa, sin tomarse un segundo de descanso se apresuró a entrar en aquel túnel mientras sus ojos miraban hacia atrás para observar como su amiga caminaba en dirección contraria.

De repente su cuerpo impactó contra otro de su mismo tamaño. Sin poder ver quien era sintió como sus cuerpos descendían por la cuesta y impactaban contra el suelo que había metros más abajo.

-¡Ouch!-se quejó Jake mientras el sentía como aquella figura le miraba.

-Hola-dijo aquel niño de cabello medio rizado y de un color marrón claro.

El vampiro no dijo nada. Se le estaba terminantemente prohibido hablar con cualquiera que no tuviera su piel tan marmolítrea como la suya. Entonces se hizo un silencio. La sangre artificial que Jake había saboreado segundos antes se había visto obligada a introducirse de golpe en la garganta del muchacho a causa del impacto. Jake arqueó una ceja cuando vio como en la espalda del niño descansaba una capa de terciopelo roja, ahora él quería una.

Una deliciosa fragancia comenzó a circular a través del sistema olfativo del vampiro. Sus ojos no pudieron contenerse y tornaron carmesíes mientras se fijaban en aquella herida que sangraba sin descanso en la rodilla de aquel niño la cual asomaba a través del roto de aquel pantalón de seda.

-Ya se-dijo el niño de la capa mientras tomaba la daga de la parte trasera de su cinturón.

Su mano comenzó a sacudir el polvo que había en aquellos túneles para mostrar tras la polvareda una piedra. Con su daga y con una escasa fuerza comenzó a escribir-Si obedeces la orden que nos imparten desde que somos pequeños debes saber la forma de eludirla-

Los ojos de Jake ahora se fijaban en aquel simpático rostro mientras ignoraba la herida de su rodilla. No podía ignorar la fragancia, no eternamente. Sus bajaron rápidamente antes de que la mirada de aquel niño se cruzara con la suya, se esforzó por entender aquellas letras y leer:

“Me llamo Ian ¿Cuál es tú nombre?”

Aquel niño acercó su daga a las manos del vampiro. En cierto sentido aquello no era hablar si no escribir. Si rememoraba todas las normas de la alta escuela de sangre comunicarse por medio de palabras escritas no estaba entre una de ellas

Con fuerza y con una caligrafía mucho más elegante que la suya el niño pudo escribir su nombre.

-Jake-leyó Ian con torpeza-¡Bien! ¡Ya no somos desconocidos!-

Un tanto efusivo aquel niño se levantó con gracia como si hubiera sido derribado por un oponente. De repente aquella herida que el vampiro había intentado ignorar hizo que unas gotas volaran hacia su dedo, unas gotas que ahora se deslizaban calientes sobre él

-¡Uy!-sonrió aquel niño con una sonrisa sumamente encantadora y que a Jake le llegó a divertir-Te he manchado-

-No pasa nada-dijo poniendo su voz más simpática con resquicios de frialdad mientras se llevaba el dedo a la boca. Aquella sangre recorrió gustosamente su paladar embriagando de un delicioso sabor aquel sistema gustativo. Era la primera sangre natural que probaba Jake la primera sangre que no procedía de pastillas, sangre de verdad-¡Qué rica!-

De repente aquellos ojos marrones se fijaron en los suyos, sin decir nada ambos niños comenzaron a reírse. La fragancia de aquella herida seguía circulando entre ellos. A Jake no le hubiera importado beber más quizá por ello su rostro se contraría ahora en adicción pero no quería meterle miedo a aquel niño por lo que rápidamente contrajo su rostro en preocupación. Otra de las lecciones que se le impartía era que el sangrado abundante no podía llevar a nada bueno.

-No te preocupes-dijo niño de cabello rizado que se había dado cuenta de su rostro mientras alardeaba de su capa haciendo que Jake se preocupara de tener una-Ya soy seductor menor-los ojos de Jake se dirigieron a la herida la cual estaba eludiendo aquella fragancia fresca mientras esta se cerraba-Lo aprendí hace dos días-

El vampiro sonrió al ver la sonrisa de aquel niño. Se lo estaba pasando muy bien, podría tirarse allí todo el día e incluso había olvidado sus deberes como vampiro, su entrenamiento.

-¡Jakie!-se oyó la voz de una niña-¡Venga tu ganas! ¡Sal de donde estés!-

-Me tengo que ir-dijo Jake mientras su amigo guardaba la daga en el cinturón.

-¿Volverás mañana a jugar?-preguntó Ian.

-No puedo-respondió triste-Empiezan los exámenes de ascenso-

El vampiro miró hacia la cuesta y comenzó a caminar apenado porque aquella diversión fuera chafada por su amiga.

-Adiós-pudo oír a su amigo mientras ambos se separaban.

-¿Dónde estás?-gritó Daliana que se mantenía agachada mirando debajo de una escalera que conducían a una de las casas.

Jake caminó sin decir nada mientras recordaba el sabor de la sangre de aquel niño. Daliana le miró y sonrió mientras se agarraba de su brazo y caminaban hacia una de las casas de mayor tamaño.

-¡Ya estamos de vuelta!-gritó la niña mientras todos aquellos adultos se giraban para mirarla con grandes sonrisas.

La fiesta había comenzado, los invitados ya habían llegado y sus conversaciones se habían visto interrumpidas por la llegada de los niños. Todos iban vestidos con lujosos trajes. Las damas con largos vestidos brillantes a juego con sus largas cabelleras perfectamente peinadas. En cambio los caballeros vestían trajes de etiqueta en su gran totalidad negros con corbatas a juego con sus acompañantes.

-¡Niños!-se oyó la voz de una mujer de cabello moreno amarrado en forma de moño y con joyas que lo decoraban-¡Os habéis retrasado!-

Sus dedos chasquearon provocando que una escuadrilla de cuatro mujeres vestidas de uniforme descendiera por aquellas escaleras con alfombra roja y se acercaran a la dama.

-¡Venga!-dijo-Subir a cambiaros-

Los niños se acercaron a las sirvientas sin llegar a tocarlas y subieron con velocidad las escaleras para acceder al piso superior. Un hombre apareció entre la multitud. Su cabello moreno y despeinado destacaba entre tanta lujosidad.

-¡Qué prosiga la fiesta!-dijo sonriente mientras Jake le miraba para que su padre le guiñara un ojo segundos antes de regresar con su madre, la mujer que había hablado.

-Vamos señoriítos-dijo una de las sirvientas mientras se apresuraban al vestidor que era una de las habitaciones de la derecha.

-Estoy pensando si ponerme mi vestido azul o ponerme el blanco-dijo Daliana que danzaba por el pasillo quedándose atrás.

El vampiro suspiró mientras entraba en el cuarto repleto de ropa y comenzaba a ser desnudado por las sirvientas.

-Si tardan mucho no harán acto de presencia-dijo otra de las sirvientas que agarraba a la niña y la desnudaba.

-¿Otra vez sangre para mayores?-preguntó Jake mientras le vestían con una camisa azul y un pantalón blanco.

-Así es-dijo otra de las sirvientas que le peinaba el cabello hacia un lado.

-¡Qué royo!-dijo él de nuevo mientras observaba como Daliana le sonreía dejando volar su mente con aquella boda-¿Cuando harán una fiesta para mayores?-

-Cuando nos casemos-dijo la niña mientras le colocaban la falda del vestido al mismo tiempo que le peinaban el cabello.

Jake no dijo nada, tan solo dejó que aquellas mujeres le abrocharan los zapatos al mismo tiempo que le cambiaban de lugar el botecito con las dos pastillas restantes.

-Daliana ¿Y tú frasco?-preguntó una de ellas.

-Lo perdí en mi cuarto-dijo ella mientras contraía su rostro en dolor por los fuertes tirones que le producían las sirvientas en el cabello cuando lo amarraban en forma de moño.

-Tus padres se enfadaran-dijo el niño con retintín.

-Claro-dijo una de las mujeres-¿Si te llamara la sed? ¿Cómo la calmarías?-

-Devorando a Jake claro está-dijo la niña mirando al niño al mismo tiempo que hacía brillar sus ojos.

-¡Bien!-celebró el niño.

-¿Que haces bobo?-dijo ella.

-Así no me casaré contigo-le sacó la lengua.

-Lo harás de todos modos-dijo ella mientras eran empujados de nuevo hacia el pasillo y llevados a cuestas por él hasta las escaleras.

De repente todas las miradas se dirigieron a ellos. Las sonrisas aparecieron cuando presenciaron como sus vestimentas habían cambiado radicalmente. Hubo aplausos mientras los padres de ambos infantes sobresalían entre la multitud.

-Agárrame de la mano-le susurró Daliana mientras colocaba su mano elegantemente para que Jake la agarrara segundos después.

-Me parece estúpido-dijo él.

Cuando descendieron el último escalón las miradas de todos los vampiros de la mansión se centraron en ellos. El niño miró a su compañera que esperaba su actuación con una gran sonrisa.

Jake se agachó posando una de sus rodillas en el suelo para tomar la mano de Daliana. Ambos se abrazaron e iniciaron un hermoso baile minutos antes de que el resto de invitados les siguieran.

-Quiero ser un caza recompensas-comentó el niño mientras cerraba los ojos para ignorar la expresión de su compañera-No un bailarín-

-Aun te queda un examen-dijo la niña sonriente cuyos pasos llevaban el mando de la danza.

Las palmadas de aquella dama que ahora descendía las escaleras con andares provocadores provocaron que la mansión entera se inmovilizara. Sus bucles rojizos caían lentamente por su espalda hasta llegar a la cintura. La mujer mantuvo el silencio mientras su acompañante un apuesto hombre de cabello moreno y liso hablaba.

-Niños-anunció-Ha llegado la hora de que subáis a vuestros aposentos-

-Jooo-se quejo la niña-Me estaba divirtiendo-

-Daliana hija mía-dijo el hombre-No será un sitio para niños, no cuando la sangre tiña nuestros labios de rojo-

-Señoriítos ya habéis oído al Señor-dijo una de las sirvientas, una mujer de cabello rubio, la que siempre se hacía cargo de ellos.

Jake subió sonriente pues aquellas fiestas no le gustaban mientras que la niña subió corriendo y medio llorando decepcionado por no dejarles estar allí más tiempo.

El niño se apresuró a llegar a su habitación. Se introdujo en ella, cerró su puerta y se quitó aquellas elegantes ropas para saltar en su cama tan solo con su ropa interior mientras miraba por la ventana como la luna de la ciudad oscura le observaba desde el cielo.

Desde allí solo se podía escuchar los llantos de Daliana cuya habitación se encontraba junto a la suya. En el cuarto de la niña se encontraban cuatro sirvientas tranquilizándola.

-Es hora de dormir-dijo una de las sirvientas que entraba y se dirigía con una sonrisa al armario para tomar el pijama del niño.

-Vale Úrsula-dijo él mientras saltaba hacia el suelo y introducía sus pies por el pantalón del pijama.

-Señoriíto mañana le espera un gran día-dijo ella-El examen de ocultamiento en las sombras-

-Seguro que aprueba-dijo él mientras introducía su cabeza por la parte superior del pijama.

-¿Úrsula?-preguntó el niño que se introducía entre las mantas de la cama.

-¿Sí?-

-¿Me cantarás?-

Antes de obtener su respuesta la sirvienta comenzó a entonar una hermosa melodía con un precioso tono de voz. Los párpados de Jake comenzaron a ceder al mismo tiempo que su mente viajaba al país de los sueños.




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lunes, 22 de marzo de 2010

Contratiempo

-Un momento-dijo Ailyn mientras giraba su cabeza a la derecha para observar una puerta que se ocultaba en la pared.

-¿Qué ocurre?-preguntó el vampiro.

La muchacha se acercó a ella, sus manos giraron el pomo mientras en la oscuridad se pudo ver como unas escaleras descendían a las profundidades del internado. Los muchachos comenzaron a descender a través de los peldaños que mostraban inseguridad.

-¿Qué es esto?-preguntó Jake mientras sus ojos rojos centelleaban en la oscuridad demostrando que no había barreras para su mirada.

-¿Qué?-dijo la bruja sin poder ver lo que a su compañero le llamaba la atención. Sus labios comenzaron a conjurar al mismo tiempo que de sus manos emergía un resplandor blanquecino que tomaba forma de esfera luminosa que se elevaba en el aire para alumbrarlo todo-Joder,…-

Aquellos pares de ojos permanecían absortos observando aquella habitación repleta de hilos que la surcaban de pared en pared con decenas de fotografías colgadas de ellos. En ellas se inmortalizaba imágenes de criaturas de todo tipo, de las razas de la ciudad oscura y lo que más les llamó la atención criaturas que ellos mismo habían asesinado, cuerpos segundos antes de desaparecer.

-¡Hay que largarse de aquí!-chilló Ailyn mientras se giraba para ascender de nuevo las escaleras segundos antes de escuchar como la puerta se cerraba de golpe.

-¡Mierda!-gritó el vampiro que había subido las escaleras con una velocidad sobrehumana y que ahora no podía abrir la puerta-¿Y ahora?-

***
-Silencio-susurró Sam que se mantenía apoyado en aquella pared de ladrillo junto al íncubo.

-¿Quiénes son?-preguntó el muchacho mientras sus ojos violetas se fijaban en una procesión de siete criaturas cubiertas de cuero negro.

El demonio del tiempo suspiró al volver a oír a su aliado hablar. Sus ojos se fijaron en él mientras el encantamiento que su figura segregaba hizo que no pudiera apartar la mirada del íncubo y además, ahora su mente divagaba en como tenerlo cerca, más cerca.

-¿Hola?-ironizó Ian mientras se giraba para observar ¿Qué era lo que su compañero hacia para no responderle?. De repente aquellos labios demoníacos se juntaron con los del íncubo, su lengua no tardó en introducirse en su boca al mismo tiempo que el intercambio de saliva se hacia más que imaginario.

Los ojos del íncubo tornaron en normalidad mientras aquel beso hizo que sus idead volaran hacia la nada y que la confusión inundara la situación.

-Lo siento-dijo el íncubo sabiendo lo que había pasado-No me di cuenta de que si agudizo la vista puede haber efectos secundarios-

-Esto,…-dijo Sam el cual se ruborizaba y sus pómulos se coloreaban de rojo-No pasa nada-

Hubo un silencio sucumbido solo por las campanadas de la catedral mientras aquel desfile oscuro desaparecía a causa de la lejanía.

-Creo que son los siete generales-comentó el demonio del tiempo al cabo de unos minutos-Tienen que ser ellos-

-¡Vamos con los demás!-gritó Ian teniendo una noticia que pregonar-Además,… tengo la certeza de que les está pasando algo-

***
La muchacha surcó el aire mientras sus piernas se movían con velocidad proporcionando rápidas patadas. Su cabello desfilado se sacudió con sutileza justo en el mismo instante en el que el invocador de mareas trasformó su cuerpo en agua.

-¡Mierda!-maldijo Hina mientras extendía su katana y giraba sobre su misma para crear una cúpula de agua de tiempo detenido alrededor de ella-¡Orem!-

-¡Ya voy!-gritó el licántropo que introducía su espada por aquel agua y la trasformaba en arena que caía en el suelo-¡Ya está!-

Ambos muchachos saltaron victoriosos mientras el cuerpo del invocador aparecía en el suelo agotado.

-Me habéis sorprendido-dijo mientras intentaba levantarse pero el pie de la muchacha evitaba que lo hiciera.

-No pudimos destruir tu cuerpo humano pero ¿Qué pasa si atacábamos tu cuerpo acuático?-expuso sus teorías Orem mientras observaba como el hombre se trasformaba en un charco que se deslizaba con lentitud a través del pasillo.

-No te molestes-dijo Hina-Vas a morir de todos modos-

-Vale-se oyó la voz del hombre mientras este regresaba a su forma humana-Lo habéis conseguido pero juego con ventaja-

-¿Qué pretende?-susurró el licántropo mientras colocaba a “Coloso” a modo de defensa.

-Antes de morir los invocadores tenemos la capacidad de destruir-dijo de nuevo mientras su cuerpo comenzaba a brillar de un color cristalino a la vez que emitía una melodía armoniosa.

-¡Corre!-gritó Hina mientras emprendía una carrera en dirección a las escaleras generales del internado.

De repente aquel hombre se trasformó en agua, aquella cantidad de líquido comenzó a aumentar formando una gruesa lámina de agua que se mantenía inmóvil. Segundos después el pasillo se vio inundado en una hola en cuyo centro se podía apreciar el rostro de la criatura que esbozaba una sonrisa.

-¡Joder!-gritó Orem que envainaba su espadón y comenzaba su trasformación lupina sin detenerse ni un momento.

El agua cada vez estaba más cerca, si una de las gotas les tocaba entonces sus almas pasarían al mundo oscuro al instante pues ese era el poder más fuerte de los invocadores de mareas.

El licántropo ahora corría a cuatro patas e incluso había logrado adelantar a Hina pero aquella velocidad no era suficiente como para poder esquivar aquella ola de agua oscura. Sus fauces atraparon a su compañera una vez más, un impulso hizo que ella se pudiera subir a su lomo mientras las piernas del animal conseguían alejarle unos metros más del agua.

Poco a poco se podía observar como las escaleras aparecían en la oscuridad. Faltaba poco para llegar allí, después solo tendrían que descender hasta el final y conseguir salir del internado. Una silueta masculina sonrió desde el pequeño suelo que separaba las escaleras de descenso a las de ascenso. Los ojos de aquel nuevo enemigo casi salen de sus órbitas cuando descubrió aquella ola gigante. Rápidamente descendió las escaleras al mismo tiempo que bloqueaba el acceso a las escaleras con una pared de hielo.

-¡Mierda!-gritó Orem con su voz lupina mientras comenzaba a correr sobre la pared de su derecha para así esquivar un chorro que emergía del agua dispuesto a fulminarle.

Ahora sus uñas se clavaban sin esfuerzo sobre la pared mientras su compañera se agarraba con fuerza a su lomo. No tenían salida, había llegado el momento de su muerte, había llegado el momento de su ejecución por alta traición.

Sam apareció al final del pasillo. Su cuerpos e mantenía cubierto por un traje de cuero muy parecido al de ellos. El muchacho sonrió segundos antes de que Orem se abalanzara sobre él y este los tele trasportara a ambos a un lugar seguro instantes antes de ser consumidos por aquel agua demoníaca.

-¿Estáis bien?-preguntó Sam mientras su mano se deslizaba por la cintura de aquella demonio de cabello desfilado.

-Siempre a tiempo-respondió Orem regresando a su forma humana.

El aire los azotó de un lado hacia el otro. Los árboles se colocaban alrededor de aquella explanada colocaba en la parte trasera del internado. El demonio del tiempo los había llevado al patio de recreo pues así era como le llamaban los difuntos del lugar.

***


Aquella mano blanquecina mostró su palma mientras sus labios conjuraban un pequeño resquicio del poder de la destrucción. De repente la puerta salió despedida segundos antes de que la mano de Ailyn comenzara a segregar humo.

-¿Puedes sentirle?-preguntó Jake que extendía sus brazos para apuntar a ambos lados del pasillo con sus dos berettas, “Las prisioneras”.

-Sí-dijo ella mientras desenvainaba a “La poseída” y caminaba pegada a la pared en dirección a la curva que hacía el pasillo.

-Déjamelo a mí-susurró el vampiro mientras sus colmillos aparecían a través de sus labios-Nadie me encierra y espera salir vivo de esta-

Comenzaron a caminar con sigilo. La bruja se quedó atrás pues sus tacones soltaban pequeños golpecitos sobre aquel suelo de madera. El vampiro no hacía ruido, era como si no estuviera allí.

-¡Jake!-gritó Ailyn cuando sus ojos se percataron de una bola del tamaño de su palma que rebotaba en la pared. Aquella esfera metálica encendió uno de sus tres bombillas ambarinas.

La magia de la bruja provocó que el vampiro saliera despedido por los aires. Primero retrocedió sobre sus pasos, luego pasó desapercibido junto a ella y posteriormente acabó bajando por las escaleras hasta llegar al mismo sitio donde habían sido encerrados.

En pocos segundos aquella esfera de metal encendió sus otras dos luces y el mecanismo de explosión se inició con rapidez. Aquel pasillo se vio inmerso en una impactante luz solar que no dejaba de ser artificial pero con un parecido muy acertado al de los rayos del astro.

La bruja no tuvo apenas tiempo para taparse los ojos cuando el destello impactó en sus ojos y ahora comenzaba a experimentar como la neblina que veía iba desapareciendo.

Una mujer apareció al final del pasillo. Sus cabellos lisos y pelirrojos centelleaban en lo que ahora parecía una profunda oscuridad. Unos colmillos emergieron entre la comisura de aquellos labios cubiertos de carmín mientras aquel vestido de gala negro se deslizaba suavemente sobre su cuerpo.

De repente aquella mujer apareció frente a Ailyn, agarró su cuello y la levantó en el aire. El oxígeno dejó de entrar por el sistema respiratorio de la bruja mientras su mente comenzaba a apagarse.



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viernes, 19 de marzo de 2010

En apuros

-¿Lo recuerdas?-preguntó aquel hombre mientras la muchacha dejaba caer una gota lágrima desde su ojo recordando aquella faceta de su vida.

Emily apartó la mirada del cuadro y le miró. No supo que pasaba pero su mente comenzaba a salir inconscientemente del encantamiento fantasmagórico. Ya no podía ver a aquel fantasma, ya no veía aquellas paredes como fueron en su tiempo de mayor resplandor, tan solo veía el cuadro envejecido.

Las paredes anticuadas comenzaron a teñirse de azul mientras el cuerpo de la muchacha comenzaba a temblar. En un movimiento de acto reflejo observó como un hombre de cabellos platinos sonreía desde el otro lado de la puerta.

La mirada de aquel hombre centelleó blanquecina cuando un bloque de hielo evitó que no pudiera salir de allí. El frío evitaba que su cuerpo se calentara, el frío evitaba que pudiera concentrarse y lo que era peor no podía invocar las llamas.

-¡Joder!-gritó acercándose al bloque para darle fuertes golpes al mismo tiempo que el vaho emergía entre sus labios.

Lentamente sus párpados fueron cediendo al mismo tiempo que se sentaba en el suelo. No se supo con exactitud cuando, tan solo se supo que su mente había abandonado el presente para rememorar de nuevo en el pasado.

***

-Procede ígnea-dijo de nuevo el lacayo mientras la muchacha comenzaba a sentir una fuerte agonía en su interior.

Al tan solo pensar el no volver a ver a su amiga nunca más la demonio ígnea sintió como aquellas llamas se descontrolaban. Primero rodearon los pies de la bruja y poco a poco comenzaron a ascender. Aquellos ojos verdes la miraron con una gran sonrisa al mismo tiempo que sus pupilas se dilataban.

-¿Qué ocurre?-preguntó Darouji mientras la bruja conjuraba.

A los pocos segundos Ailyn cayó de la columna pues sus cadenas habían desaparecido al igual que las llamas que la iban a consumir. Los lacayos del demonio se abalanzaron hacia ella para detenerla pero entonces algo extraño ocurrió.

-¡Deteneos!-gritó aquel hombre de gran cornamenta. Sus ojos se habían fijado en la espalda incurvada de la muchacha pues ella se mantenía a cuatro patas sobre el suelo-Yo le daré su merecido ¡salir de aquí!-

No pudo resistirse aquellos hombres la agarraron y la sacaron de la habitación. Pasaron los segundos, después los minutos y finalmente pasaron las horas con suma lentitud.

Emily se mantenía sentada en el suelo de las mazmorras cuando la puerta se abrió. Ailyn apareció sonriente y le guiñó un ojo del mismo modo al guiño que el gato le proporcionó en su examen final.

Aquella muchacha de cabello liso se acercó a ella y dejó que sus labios iniciaran una bella danza con los de la ígnea mientras la puerta se cerraba de par en par. La bruja se separó cuando la puerta se abrió de nuevo.

-¿Qué haces aquí ígnea?-preguntó Darouji-Tú trabajo ya ha terminado, la bruja es mía-

De nuevo Ailyn movió sus labios para comunicarle algo a escondidas de su nuevo mentor: “Gracias”

El demonio asintió con la cabeza mientras esbozaba una sonrisa segundos después de que aquella criatura prosiguiera su camino.

Como el torturado le dijo aquella mañana la guerra de los renegados estalló días después. El margen que hubo desde la guerra anterior fue sumamente escaso. No tuvieron otro remedio que participar en aquella guerra, se mandaron tropas pero ellas nunca estuvieron entre ellas pues para beneficio de la ciudad oscura era mejor que permanecieran en la ciudad. Emily llegó a ser admirada por su talento de sonsacarle la información a cualquier prisionero. Aunque aun había gente que esperaba que tuviera un desliz para sentenciarla.

-Allí no te castigaran por querer vivir una vida diferente-dijo Ailyn mientras separaba sus labios de los de ella-Serás libre-

Tras aquellas palabras Emily no dudó en cruzar el portal. Lo había pasado mal pero gracias a ello era como era y no se arrepentía de nada.

***

Aquellos muchachos ascendían con sutileza las escaleras de internado. Pasaron desapercibidos sobre el tercer piso pues confiaban en que los ojos de su compañera hubieran asegurado la zona.

-¿Qué pasa?-preguntó Orem mientras se apoyaba en la barandilla de aquellas escaleras con resquicios de lujosidad pues aquel aspecto favorable había sido arrebatado por el tiempo.

Su compañera se había detenido frente al pasillo de la cuarta planta. Había algo que la inquietaba, no podía ver el que pero no le hacía falta ese sentido para que el resto de ellos funcionaran con más agudeza.

-Nada-dijo ella mientras esbozaba una sonrisa y ascendía las escaleras hacia la quinta planta. Sus zancadas le permitían subir los peldaños de dos en dos con suma velocidad.

El licántropo suspiró mientras ascendía las escaleras con tranquilidad, no había nada que pudiera sucumbirle, no ahora.

Aquel pasillo se mantenía oculto entre las sombras, como el resto del internado. Allí las maderas que tapaban las ventanas eran mucho más gruesas. Quizá fuera esa la única diferencia porque allí también el mobiliario de las habitaciones permanecían ocultos bajo sábanas blancas.

La nariz del muchacho comenzó a inhalar aire con rapidez a cortos periodos de tiempo. Sus ojos veían de vez en cuando personas caminando de un lado a otro con total normalidad pero no era la fragancia de aquellos difuntos lo que había encontrado.

Orem cerró sus ojos solo quería percibir la esencia de aquel al que buscaba. Los fantasmas carecían de importancia si no podía verlos, es decir, ojos que no ven, corazón que no siente.

La demonio de tormenta desenvainó su katana y caminó a la defensiva dejando que aquel llavero con forma de reloj surcara el viento con sutileza cayendo desde la empuñadura.

-¡Hina!-gritó el muchacho cuando encontró a su enemigo.

De repente de una de aquellas habitaciones, cuya puerta se encontraba frente a su compañera, emergió una fuerte ráfaga de agua. La muchacha no pudo advertirla, no pudo aguantar el impacto y se vio obligada a salir precipitada hacia la pared.

-¡Un invocador de las mareas!-susurró Orem para si mismo mientras desenvainaba a “Coloso” y se acercaba a la pared que comunicaba con la habitación para clavar su espalda y esperar a que su enemigo saliera a terminar el ataque hacia su compañera.

El agua que goteaba del cuerpo de Hina comenzó a formar una prisión alrededor de ella que evitó que esta pudiera moverse. Un hombre de piel azulada se introdujo en el pasillo desde la habitación. Su atención se cernía demasiado en su nueva enemiga que no le permitió darse cuenta de la presencia de alguien más.

-Ahora presenciaré tú muerte-dijo aquel invocador mientras Orem atacaba de previsto e introducía su espadón por su cuerpo.

De repente el cuerpo de aquel hombre se convirtió en piedra pero fue en aquel momento cuando la reacción que se produjo en la petrificación fue un asombro para ellos.

En verdad la prisión acuosa que detenía a Hina había desaparecido pero aquella estatua comenzaba a burbujear y a trasformar la piedra sólida en barro apartándose del cuerpo de aquel hombre y dejándolo intacto.

-¿Qué ocurre ahora resulta que Elbor va a estar en lo cierto?-ironizó aquel hombre mientras sonreía al mismo tiempo que un chirrío muy parecido al que provocaban las tuberías cuando están a punto de romperse comenzó a recorrer las paredes de aquella planta.

Orem se vio obligado a arrodillarse en el suelo y taparse los oídos pues sus sentidos agudizados sufrían daños. Sin decir nada Hina lo agarró para ayudarle al levantarse y se introdujeron en una de las primeras habitaciones mientras aquel invocador de mareas pertenecía riéndose a carcajada limpia.

-Venga-le dijo la muchacha mientras cerraba la puerta con una de sus piernas-Te necesito-

-No digas tonterías-dijo él dolorido sintiendo como aquel chirrío penetraba con desdén en el interior de su cuerpo-Tú te vales sola,… has evolucionado-

Hina escuchó como el sonido del agua resonaba en aquel pasillo. Con rapidez y dejando a su compañera apoyado en la pared, se acercó a la puerta y la abrió. Estiró su mano izquierda pues la otra se mantenía empuñando su katana a la defensiva. Sus dedos tactaron con delicadeza aquella lámina de agua que se levantaba frente a ella, cristalina y reflejándola a la perfección.

En un movimiento de acto reflejo se apartó de la puerta, la cerró con fuerza y deslizó el filo de su katana sobre la madera sin llegar a romperla por completo tan solo haciendo una marca. El tiempo de la puerta se detuvo, ahora se mantenía robusta e inquebrantable.

-Tranquilo esto nos hará ganar un poco de tiempo-comentó mientras movía su espada como el palo de un ciego para comprobar que una mesa se mantenía junto a ella tapada bajo una sábana blanca.

-Déjame pensar-dijo él mientras bajaba su cabeza sobre sus rodillas y cerraba los ojos ignorando el sonido pero sintiendo el dolor que este le producía.



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jueves, 18 de marzo de 2010

Demasiado caliente para que la llama solo sea un recuerdo

La demonio ígnea se detuvo frente a la entrada del territorio de las brujas. Aquellas bolas luminosas alumbran sus calles mientras escobas embrujadas barrían los suelos sin parar. Emily miró hacia un lado y hacia el otro y cuando vio que no había nadie se introdujo allí.

Caminó con normalidad por aquel suelo de piedra de un color morado oscuro mientras sus ojos observaban curiosos cada recoveco pues era la primera vez que entraba allí. Aquellas casas tenían una extraña estrella de cinco puntas inversa al lado de la puerta, le era de gran rareza el no ver una llama en aquella posición.

De repente se vio obligada a detenerse pues una de aquellas escobas cruzaba barriendo el suelo. Cuando estuvo lo suficientemente cerca de ella esta extendió su brazo y su dedo índice para tocarla. Antes de que la madera embrujada de la escoba rozara el dedo de aquella muchacha esta se hizo pequeña. Ahora Emily miraba una escoba diminuta que tan solo podía barrer las líneas que separaban cada piedra. Ignorante la muchacha prosiguió caminando observando tras un par de pasos como la escoba retomaba su forma original y seguía barriendo. No pudo evitar esbozar una sonrisa divertida, era la primera vez que sonreía en mucho tiempo.

El instinto de la muchacha la movió a acercarse a la parte derecha de la calle ya que alguno de los edificios de la parte opuesta lanzaban pequeños destellos blanquecinos significando que aquellos entrenamientos mágicos se estaban poniendo en práctica. No pudo evitar observarlo desde lejos en cierto modo era bonito mirarlo desde aquella perspectiva.

De repente la puerta que se colocaba unos metros detrás de su espalda se abrió. En un movimiento de acto reflejo Emily se giró para observar. Una muchacha de aproximadamente su edad emergía de la puerta con una escoba. Su cabello era largo y sus ojos claros, su piel blanquecina y su rostro redondeado.

La muchacha siguió caminando, no quería violar ninguna de las normas que prohibían la comunicación entre razas. Tan solo lanzó una mirada hacia la muchacha para dejar que su curiosidad desapareciera observando lo que hacía.

Aquella bruja colocó la escoba recta y comenzó a conjurar en un idioma que ni siquiera Emily pudo entender. La escoba comenzó a moverse barriendo el suelo acorde con los movimientos de la bruja. De nuevo sonriente la demonio ígnea prosiguió su camino disponiéndose a salir de aquel territorio sin haber encontrado pruebas de lo que buscaba.

De repente la muchacha comenzó a gritar, aquella escoba se había descontrolado y ahora volaba de un lado a otro rompiendo todo lo que encontraba. Emily se giró de golpe y observó como la chica permanecía acurrucada en una esquina sin poder controlar el embrujo que había provocado en la escoba.

-¡Cuidado!-gritó la demonio mientras corría hacia la bruja y la apartaba del trayecto de la escoba.

Ahora Emily se encontraba sobre la muchacha mientras esta la miraba asustada.

-¿Estás bien?-preguntó mientras la bruja asentía con su cabeza sin violar ninguna norma.

Los golpes de la escoba resonaban en el interior de la casa de la muchacha. Emily entró en ella y observó como aquel salón en el cual una estantería circular se situaba en el centro girando sobre si misma con sus estantes unidos en forma de caracol mostrando cada uno de sus libros.

La demonio ígnea cerró sus ojos y cuando los abrió llameaban trasformando en cenizas aquella escoba. De repente sintió como aquel fuego se descontrolaba pero entonces ocurrió algo que ni ella misma hubiera previsto.

Sus ojos se fueron apagando lentamente haciendo que aquellas llamas desaparecieran. No podía sentir nada pues era demasiada la emoción que sentía por aquel momento que no pudo evitar soltar una lágrima. Hubo algo que le marcó, la fragancia de aquella muchacha recorría juguetona su nariz, era justo lo que había olido antes de apagar las llamas.

Se giró y observó como aquella muchacha la miraba con una gran sonrisa pero antes de que ella pudiera hacer nada Emily salió corriendo ignorando aquellos pequeños resquicios que ahora sentía su corazón.

Antes de salir del territorio de las brujas sus ojos se ven sucumbidos. Un ave negra se acababa de posar junto a ella, tenía algo atado a su pata derecha, como una especie de nota. Emily se acercó sigilosa y suplicó en su interior que el cuervo no desapareciera.

Sus manos acariciaron el cuerpo de aquel animal al mismo tiempo que se deslizaban hacia su pata. Pudo obtener la nota antes de que este se le posara en el hombro.

-“Enhorabuena”-consiguió leer tras desenrollar la el papel.

Su corazón comenzó a latir, tenía la intuición de que aquel cuervo era el mensajero de la bruja que la había apoyado en el último momento de su examen. No podía ser aquel joven pues no dijo nada. El cuervo comenzó a batir sus alas entonces fue el momento en el cual la muchacha intentó agarrarle pero no lo consiguió.

-¡Espera!-gritó mientras sus ojos sentían impotencia por no poder volar a atraparlo. Entonces el cuervo comenzó a volar bajo, por encima de los tejados de aquellas casas pero casi rozándolos-¡Espera!-

Emily comenzó a correr. El vestido que llevaba comenzó a ondearse a gran velocidad mientras sus ojos no se separaban de aquel ave negra. Se vio obligada a callejear para perseguirle pero cada vez el pájaro estaba más lejos. Poco a poco se fue alejando hasta que desapareció.

-¡Mierda!-gritó mientras le daba un puñetazo a una pared haciéndose sangre en los nudillos. La muchacha observó sus heridas y espero a que estas se regeneraran.

-Buenas noches-dijo la voz de un hombre.

Emily se giró sobresaltaba no se esperaba encontrarse a nadie más pues ya era de noche, solo los renegados salían por las noches o eso era lo que les habían impartido a los niños de su generación.

-¿Quieres que te prediga el futuro gratis?-preguntó él.

Aquel hombre tenía la piel rosada, se podría decir que su tono de piel se asemejaba al tono de los mortales. Para el asombro de Emily su rostro tenía tres ojos, dos situados a ambos lados de la nariz, es decir, en un lugar normal, y uno tercero en el entrecejo.
La demonio ígnea se acercó a aquel hombre que permanecía entado en lo que parecía un puesto.

-Y ahora dime pequeña-dijo el hombre el cual mostraba un cuerpo fornido-¿Qué quieres saber?-

Emily miró hacia ambos lados para asegurarse que ningún animal relacionado con la brujería ni ningún guardia les veían pues ahora violaría una de las normas por segunda vez.

-Quiero saber ¿quien me ha apoyado esta mañana?-preguntó ella casi en susurro.

Aquel hombre asintió con su cabeza mientras sus ojos permanecían fijos en la nada dejando que su mente viera imágenes que después explicaría con palabras.

-¡¡Escóndete!!-gritó el hombre mientras se levantaba-¡¡Rápido!!-

Emily obedeció corrió a esconderse tras una calle donde veía al hombre a la perfección. De repente dos hombres se acercaron a él.

-¡No predijiste mi futuro a la perfección!-gritó uno de ellos.

-¡No elaboraste una pregunta específica!-gritó el vidente mientras golpeaba a uno de los hombres que se abalanzaban contra él.

-¡Guardias!-gritó el otro.

Segundos después se acercaron cuatro hombres acorazados y arrestaron al vidente. Emily no pudo apartar la mirada cuando aquellas criaturas comenzaron a golpearlo.

-Pasará mucho tiempo hasta que los líderes decidan tu destino-expuso uno de los guardias el cual no se había inmutado-Desde hoy quedas encarcelado por falta de utilidad a la sociedad y en tu juicio se juzgará tu rebelión hacia uno de nosotros-

La muchacha comenzó a correr. No quería que la descubrieran y menos allí, se podía decir que desde aquel día ella era la única que sabía que había violado una de las principales normas creadas directamente del castillo.

Se apresuró a bajar por la cuesta y entrar de nuevo en su territorio natal donde Divona la esperaba apoyada en la pared.

-Hola Div-dijo Emily mientras pasaba desapercibida frente a ella sin poder evitar que el sudor se deslizara por su rostro.

-Hola Em-dijo la muchacha para proseguir sus palabras sin pausa-Quiero la revancha-

-Ya has aprobado ¿qué más te da?-dijo la muchacha de cabello castaño.

De repente aquella muchacha de cabello rojo se le abalanzó y ambas comenzaron a rodar sobre si mismas mientras sus manos golpeaban el rostro de la otra.

-¡Divona!-gritó Emily cuando se separaron al chocar contra la pared de una de las casas-¡Basta! ¡No quiero pegarme contigo!-

-¡Yo si!-gritó la otra muchacha mientras retomaba la pelea con su rostro contraído en furia.

-Para por favor-dijo de nuevo la muchacha mientras se colocaba encima de ella inmovilizando de manos a pies.

-¡No hasta que mueras!-gritó Divona mientras sus ojos resplandecían llameantes invocando unas llamas que comenzaron a consumir con lentitud el vestido de la muchacha desde el final.

-¿Qué haces?-preguntó Emily absorta mientras intentaba apagar el fuego con sus manos.

-Vas a morir-dijo la muchacha con frialdad-Como hiciste con Samandra.

Las imágenes de aquel momento comenzaron a atormentar a la muchacha mientras se imaginaba como Divona observaba tras una ventana de aquellas casas abandonadas por temporada. Ella esperaba a que su amiga la atrajera para poder apedrearla desde allí. No pudo pues la muerte de su mejor amiga le cobró factura, desde aquel momento juró matar a la muchacha sobre cualquier cosa.

-¡Lo juré!-gritó Divona mientras la ropa seguía consumiéndose dejando casi al descubierto las braguitas rojas de la demonio ígnea.

-Lo siento-dijo Emily mientras sus ojos dejaban caer grandes lágrimas-No quise hacerlo pero se descontroló-

El fuego que consumía su vestido desapareció al mismo tiempo que sus ojos centelleaban mientas Divona era consumida por unas llamas más rápidamente de como las suyas hubiera podido hacer.

-¡Div!-gritó mientras el fuego se apagaba y ella sentía como sus rodillas flageaban y la conducían al suelo manchando su ropa con las cenizas de la que algún día fingió ser su mejor amiga. Sus ojos comenzaron a cerrarse mientras su mente descansando de la dureza de aquel día.

***


Adultez

-Ya puedes irte-dijo la muchacha mientras agarraba al prisionero y fulminaba con su mirada a aquel vampiro de cabello moreno y despeinado que se lo había traído. Aquel hombre se marcho sin decir nada, sus rostro envuelto en frialdad fue más suficiente que cualquier palabra.

Emily condujo al prisionero a la pared de aquella mazmorra y lo ató a las cadenas que colgaban de allí.

-¿Qué sabes de los renegados?-le preguntó mientras observaba sus uñas bien limadas.

-¿Qué te hace pensar que voy a hablar?-dijo aquel prisionero con seriedad.

No pasó ni un segundo cuando sus gritos envolvieron toda la habitación. La muchacha se colocó la coleta mientras el fuego que lo había quemado durante unos minutos ahora desaparecía.

Ahora por alguna extraña razón podía controlar su poder durante un pequeño periodo de tiempo. Lo que más la preocupaba era el no saber como pararlo cuando se descontrolaba.

El hombre comenzó a reírse mientras la muchacha le fulminaba con la mirada reprimiendo las ganas de invocar de nuevo el fuego.

-¿Te divierte el dolor?-preguntó.

-Los renegados te darán tu merecido-dijo el hombre mientras la escupía-A todos-

-Me repugnas-dijo ella mientras apartaba la saliva de su rostro y sus ojos centelleaban descontrolados consumiendo a aquel demonio con rapidez y quemando la piedra una vez más antes de apagarse.

La muchacha se acercó a uno de los muebles y sacó una toalla para limpiar sus manos y su rostro. Caminó por aquellas mazmorras y salió al exterior. Ya había acabado su trabajo matutino, habían pasado diez prisioneros por su mirada y solo había sido el último el que le había dado algo sólido con lo que acatar.

No tardó en llegar a casa, ignoró el piso de abajo para encaminarse al de arriba. Se puso el pijama con velocidad y se echó en la cama dejando que su cuerpo descansara al mismo tiempo que su mente.

Emily despertó con tranquilidad. El sol penetraba a través de su ventana mientras el espejo reflejaba su cuerpo desarrollado por los años.

La ígnea se puso unos pantalones negros y una camiseta de tirantes del mismo color. Las cicatrices ya habían pasado, la herida que hace dos días sangraba sobre su cuerpo ahora ya se había regenerado, incluso los moratones de sus ojos habías expirado.

Emily descendió las escaleras de su casa, tomó una escoba y un cogedor y se dirigió al salón el cual estaba salpicado de su sangre seca. De nuevo los gritos de sus padres comenzaron a atormentarla atacándola con menciones sobre el que nunca podría controlar su poder y que sería sentenciada por no querer procrear con nadie pues no era bien vista en su territorio natal.

-No tuvisteis que haberme hecho enfadar-dijo la muchacha mientras recorría las cenizas de sus padres.

Era verdad que aun no había controlado su poder y era cierto que hoy podía ser asesinada si no conseguía controlar su poder frente a los tres líderes. No le importaba morir pues había perdido la esperanza de que aquella bruja que algún día la ayudo volviera a ayudarla. Había tenido sueños extraños en los cuales la besaba a modo de agradecimiento pero nunca había podido ver su cara.

-Estoy lista para morir-dijo la muchacha tras un suspiro.

Salió de su casa con la seguridad de que nadie sabía lo que les había hecho a esas cuatro personas que habían marcado su pasado, esas cuatro personas que la habían vuelto tal y como ahora era.

De repente ráfagas blanquecinas surcaron los aires mientras los chillidos de las criaturas que detestaban combatir inundaban toda la ciudad. La guerra entre la luz y la oscuridad acababa de estallar. Emily solo sabía algo, si quería sobrevivir tenía que mantenerse al margen. No es que tuviera miedo a morir a manos de los ángeles que tenía bastante claro que era imposible que pudieran vencerla. Era el simple hecho de que alguien descubriera su descontrol y la sentenciara porque el milagro que llevaba esperando durante mucho tiempo nunca iba a pasar, el hecho de que aquella ciudad ardiera a causa del descontrol de su poder,… nunca ocurriría.

Emily se apresuró esquivando aquellos pedruscos que emergían de los edificios derruidos. De repente su cuerpo se detuvo, no podía moverse. Fue entonces cuando su cuerpo se elevó en el aire y regresó sobre sus pasos esquivando inconscientemente un edificio que se derrumbaba por completo.

-¿Estás bien Emily?-preguntó aquella muchacha de cabello liso y con mechas que contestaban la oscuridad de su color natural con la claridad del artificial.

La demonio no dijo nada, fue en aquel momento en el cual supo que aquella bruja había sido la causante de sus ganas de vivir. Sus brazos la rodearon al mismo tiempo que la otra muchacha la respondía.

-¿Cuál es tu nombre?-preguntó ella.

-Ailyn-respondió la bruja mientras se separaba de ella la tomaba del brazo y se apresuraban a las murallas por una de las cuestas generales.

-“El cuervo te mostrará el camino hacia la salvación ignora los baches de la vida para una buena propina es necesario un buen trabajo”-dijo la bruja.

-¿Qué dices?-preguntó la muchacha confusa mientras esquivaban uno de los edificios que caían.

-Esa era la profecía que el vidente quería decirte-dijo-Le pagué para que te dijera eso ante cualquiera pregunta-

De repente la bruja se detuvo en seco. Emily se agachó para esquivar una piedra que botaba hacia ellas. Sus ojos se abrieron casi saliéndose de sus órbitas cuando observó como la piedra impactaba contra la bruja.

-¡Ailyn!-gritó mientras el pedrusco se destruía al tocar a la bruja petrificada-¿Que pasa?-

-Mi maestra me necesita-dijo la muchacha-Me están invocando-

-¡No!-gritó Emily-¡No quiero perder! ¡No ahora que te he encontrado después de tanto tiempo!-

-Yo te encontraré-dijo Ailyn mientras su cuerpo desaparecía.

La muchacha se arrodilló en el suelo mientras sus ojos dejaban escapar lágrimas envueltas en frialdad. Ahora no podía morir, por nada del mundo, ahora tenía que esperar a que Ailyn volviera a por ella, tenía que esconderse hasta que todo esto pasara.

Regresó sobre sus pasos, se introdujo en su vieja casa y descendió al desván donde la puerta del refugio la esperaba. Entró en aquel cuartucho de metal reforzado y se concentró para que la cerradura mágica fuera cerrada por un fuego demoníaco.

Al principio no encontraba la forma de convocar su poder. Luego la agonía envolvió su cuerpo haciéndola caer en un pozo mental. Pero de repente su mente visualizó a aquella joven bruja la cual la había estado apoyando desde su adolescencia. Abrió los ojos y miró con exactitud al sello mágico, este comenzó a arder y se fundió para que aquella puerta quedara cerrada durante mucho tiempo.

La guerra de los luminosos y los oscuros había llegado a su fin, Emily había salido de su escondite y ahora las fuerzas mayores la querían para sentenciar a los castigados. Sabía como control su poder, ahora entendía aquella frase que desde niña había leído:

“Para que la llama arda bajo control tiene que haber un equilibrio en el corazón”

Comprendió que los demonios ígneos necesitaban el amor para controlar el poder. Por ello se les comprometía desde la adolescencia para que además de poder procrear nuevas generaciones pudieran ser de utilidad en la guerra, al fin y al cabo eso era lo importante.

-Es por aquí ígnea-dijo aquel hombre mientras la conducía a través de las mazmorras para llegar a la zona de sentenciado.

-¿Cual es el caso?-preguntó ella con frialdad.

-Viajar al mundo de los mortales sin consentimiento-le respondió.

-¡Yo me haré cargo!-se oyó la voz de otro hombre mientras él como una mujer de largo cabello moreno se mantenía prisionera por unas esposas que evitaban que pudiera conjurar-¡Más rápido bruja!-gritó mientras la azotaba llegando a golpearla a través de aquel largo vestido negro.

Aquella habitación se mantenía llena de gente. Un grupo de brujas se mantenía en fila esperando que aquel demonio en cuyo pasado había optado a ser líder de la ciudad oscura dijera su castigo.

-¿Quién es?-le susurró a su acompañante.

-Darouji-susurró el hombre-ha perdido a todas sus tropas en la guerra de las ideologías. Los líderes han dejado que su ira sentencie a las traidoras-

Aquel demonio de larga cornamenta le susurró algo a uno de los lacayos que permanecía junto a él. Una de las muchachas fue agarrada y conducida hasta una columna de metal reforzado que se colocaba con exactitud en el centro de la habitación mientras las otras seis bajaban la cabeza.

-¡Que sus ojos presencien lo que van a tener que sufrir!-sentenció Darouji mientras seis lacayos tomaban la cabeza de las brujas y hacían que estas miraran a su compañera-Quiero recordar este momento-

-Procede ígnea-dijo uno de los lacayos mientras Emily se adelantaba unos pasos y cerraba sus ojos.

De nuevo pensó en Ailyn. So lo quería que aquello acabara para estar con ella, solo quería que sus cuerpo se volvieran a juntar,… solo quería besarla.

El tiempo pasó más deprisa de lo que se imaginaba, la ceniza de cinco de aquellas brujas ya manchaban la habitación. Uno de los lacayos pintaba aquel momento en su lienzo, era un premio que recibiría Darouji en honor a sus demonios.

-Procede ígnea-dijo una sexta vez aquel lacayo.

Los ojos de Emily se fijaron en los de Ailyn mientras una gota de sangre descendía por su nariz. Los labios de aquella bruja comenzaron a moverse. La muchacha puso atención mientras entendía el mensaje: “No permitas que vean tu deficiencia”

La ígnea asintió con la cabeza mientras su mente cavilaba sobre que hacer cuando fuera el turno de aquella bruja, sin darse cuenta las llamas consumió a la sexta
muchacha dando paso al encadenamiento a la columna de su amiga.


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