viernes, 19 de marzo de 2010

En apuros

-¿Lo recuerdas?-preguntó aquel hombre mientras la muchacha dejaba caer una gota lágrima desde su ojo recordando aquella faceta de su vida.

Emily apartó la mirada del cuadro y le miró. No supo que pasaba pero su mente comenzaba a salir inconscientemente del encantamiento fantasmagórico. Ya no podía ver a aquel fantasma, ya no veía aquellas paredes como fueron en su tiempo de mayor resplandor, tan solo veía el cuadro envejecido.

Las paredes anticuadas comenzaron a teñirse de azul mientras el cuerpo de la muchacha comenzaba a temblar. En un movimiento de acto reflejo observó como un hombre de cabellos platinos sonreía desde el otro lado de la puerta.

La mirada de aquel hombre centelleó blanquecina cuando un bloque de hielo evitó que no pudiera salir de allí. El frío evitaba que su cuerpo se calentara, el frío evitaba que pudiera concentrarse y lo que era peor no podía invocar las llamas.

-¡Joder!-gritó acercándose al bloque para darle fuertes golpes al mismo tiempo que el vaho emergía entre sus labios.

Lentamente sus párpados fueron cediendo al mismo tiempo que se sentaba en el suelo. No se supo con exactitud cuando, tan solo se supo que su mente había abandonado el presente para rememorar de nuevo en el pasado.

***

-Procede ígnea-dijo de nuevo el lacayo mientras la muchacha comenzaba a sentir una fuerte agonía en su interior.

Al tan solo pensar el no volver a ver a su amiga nunca más la demonio ígnea sintió como aquellas llamas se descontrolaban. Primero rodearon los pies de la bruja y poco a poco comenzaron a ascender. Aquellos ojos verdes la miraron con una gran sonrisa al mismo tiempo que sus pupilas se dilataban.

-¿Qué ocurre?-preguntó Darouji mientras la bruja conjuraba.

A los pocos segundos Ailyn cayó de la columna pues sus cadenas habían desaparecido al igual que las llamas que la iban a consumir. Los lacayos del demonio se abalanzaron hacia ella para detenerla pero entonces algo extraño ocurrió.

-¡Deteneos!-gritó aquel hombre de gran cornamenta. Sus ojos se habían fijado en la espalda incurvada de la muchacha pues ella se mantenía a cuatro patas sobre el suelo-Yo le daré su merecido ¡salir de aquí!-

No pudo resistirse aquellos hombres la agarraron y la sacaron de la habitación. Pasaron los segundos, después los minutos y finalmente pasaron las horas con suma lentitud.

Emily se mantenía sentada en el suelo de las mazmorras cuando la puerta se abrió. Ailyn apareció sonriente y le guiñó un ojo del mismo modo al guiño que el gato le proporcionó en su examen final.

Aquella muchacha de cabello liso se acercó a ella y dejó que sus labios iniciaran una bella danza con los de la ígnea mientras la puerta se cerraba de par en par. La bruja se separó cuando la puerta se abrió de nuevo.

-¿Qué haces aquí ígnea?-preguntó Darouji-Tú trabajo ya ha terminado, la bruja es mía-

De nuevo Ailyn movió sus labios para comunicarle algo a escondidas de su nuevo mentor: “Gracias”

El demonio asintió con la cabeza mientras esbozaba una sonrisa segundos después de que aquella criatura prosiguiera su camino.

Como el torturado le dijo aquella mañana la guerra de los renegados estalló días después. El margen que hubo desde la guerra anterior fue sumamente escaso. No tuvieron otro remedio que participar en aquella guerra, se mandaron tropas pero ellas nunca estuvieron entre ellas pues para beneficio de la ciudad oscura era mejor que permanecieran en la ciudad. Emily llegó a ser admirada por su talento de sonsacarle la información a cualquier prisionero. Aunque aun había gente que esperaba que tuviera un desliz para sentenciarla.

-Allí no te castigaran por querer vivir una vida diferente-dijo Ailyn mientras separaba sus labios de los de ella-Serás libre-

Tras aquellas palabras Emily no dudó en cruzar el portal. Lo había pasado mal pero gracias a ello era como era y no se arrepentía de nada.

***

Aquellos muchachos ascendían con sutileza las escaleras de internado. Pasaron desapercibidos sobre el tercer piso pues confiaban en que los ojos de su compañera hubieran asegurado la zona.

-¿Qué pasa?-preguntó Orem mientras se apoyaba en la barandilla de aquellas escaleras con resquicios de lujosidad pues aquel aspecto favorable había sido arrebatado por el tiempo.

Su compañera se había detenido frente al pasillo de la cuarta planta. Había algo que la inquietaba, no podía ver el que pero no le hacía falta ese sentido para que el resto de ellos funcionaran con más agudeza.

-Nada-dijo ella mientras esbozaba una sonrisa y ascendía las escaleras hacia la quinta planta. Sus zancadas le permitían subir los peldaños de dos en dos con suma velocidad.

El licántropo suspiró mientras ascendía las escaleras con tranquilidad, no había nada que pudiera sucumbirle, no ahora.

Aquel pasillo se mantenía oculto entre las sombras, como el resto del internado. Allí las maderas que tapaban las ventanas eran mucho más gruesas. Quizá fuera esa la única diferencia porque allí también el mobiliario de las habitaciones permanecían ocultos bajo sábanas blancas.

La nariz del muchacho comenzó a inhalar aire con rapidez a cortos periodos de tiempo. Sus ojos veían de vez en cuando personas caminando de un lado a otro con total normalidad pero no era la fragancia de aquellos difuntos lo que había encontrado.

Orem cerró sus ojos solo quería percibir la esencia de aquel al que buscaba. Los fantasmas carecían de importancia si no podía verlos, es decir, ojos que no ven, corazón que no siente.

La demonio de tormenta desenvainó su katana y caminó a la defensiva dejando que aquel llavero con forma de reloj surcara el viento con sutileza cayendo desde la empuñadura.

-¡Hina!-gritó el muchacho cuando encontró a su enemigo.

De repente de una de aquellas habitaciones, cuya puerta se encontraba frente a su compañera, emergió una fuerte ráfaga de agua. La muchacha no pudo advertirla, no pudo aguantar el impacto y se vio obligada a salir precipitada hacia la pared.

-¡Un invocador de las mareas!-susurró Orem para si mismo mientras desenvainaba a “Coloso” y se acercaba a la pared que comunicaba con la habitación para clavar su espalda y esperar a que su enemigo saliera a terminar el ataque hacia su compañera.

El agua que goteaba del cuerpo de Hina comenzó a formar una prisión alrededor de ella que evitó que esta pudiera moverse. Un hombre de piel azulada se introdujo en el pasillo desde la habitación. Su atención se cernía demasiado en su nueva enemiga que no le permitió darse cuenta de la presencia de alguien más.

-Ahora presenciaré tú muerte-dijo aquel invocador mientras Orem atacaba de previsto e introducía su espadón por su cuerpo.

De repente el cuerpo de aquel hombre se convirtió en piedra pero fue en aquel momento cuando la reacción que se produjo en la petrificación fue un asombro para ellos.

En verdad la prisión acuosa que detenía a Hina había desaparecido pero aquella estatua comenzaba a burbujear y a trasformar la piedra sólida en barro apartándose del cuerpo de aquel hombre y dejándolo intacto.

-¿Qué ocurre ahora resulta que Elbor va a estar en lo cierto?-ironizó aquel hombre mientras sonreía al mismo tiempo que un chirrío muy parecido al que provocaban las tuberías cuando están a punto de romperse comenzó a recorrer las paredes de aquella planta.

Orem se vio obligado a arrodillarse en el suelo y taparse los oídos pues sus sentidos agudizados sufrían daños. Sin decir nada Hina lo agarró para ayudarle al levantarse y se introdujeron en una de las primeras habitaciones mientras aquel invocador de mareas pertenecía riéndose a carcajada limpia.

-Venga-le dijo la muchacha mientras cerraba la puerta con una de sus piernas-Te necesito-

-No digas tonterías-dijo él dolorido sintiendo como aquel chirrío penetraba con desdén en el interior de su cuerpo-Tú te vales sola,… has evolucionado-

Hina escuchó como el sonido del agua resonaba en aquel pasillo. Con rapidez y dejando a su compañera apoyado en la pared, se acercó a la puerta y la abrió. Estiró su mano izquierda pues la otra se mantenía empuñando su katana a la defensiva. Sus dedos tactaron con delicadeza aquella lámina de agua que se levantaba frente a ella, cristalina y reflejándola a la perfección.

En un movimiento de acto reflejo se apartó de la puerta, la cerró con fuerza y deslizó el filo de su katana sobre la madera sin llegar a romperla por completo tan solo haciendo una marca. El tiempo de la puerta se detuvo, ahora se mantenía robusta e inquebrantable.

-Tranquilo esto nos hará ganar un poco de tiempo-comentó mientras movía su espada como el palo de un ciego para comprobar que una mesa se mantenía junto a ella tapada bajo una sábana blanca.

-Déjame pensar-dijo él mientras bajaba su cabeza sobre sus rodillas y cerraba los ojos ignorando el sonido pero sintiendo el dolor que este le producía.



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