miércoles, 10 de marzo de 2010

Una batalla repleta de recuerdos 1º parte de 2

Infancia

El sol se mantenía negro, sus rayos alumbraban cada recoveco del domino del mundo oscuro a través de aquel cielo gris y tétrico. La ciudad se mantenía a rebosar pues sus calles colocadas la una sobre la otra en forma de cuesta albergaban más habitantes que cualquier número pudiera nombrar.

Se podía diferenciar los dominios de cada raza. Por ejemplo los edificios de las brujas eran decorados por grandes bolas de metal que levitaban entorno a ellos. Pero lo que más resaltaba en la gran ciudad era el castillo de los tres líderes. La piedra era negra y brillante, tenía tres torres en honor a los líderes. La primera se decoraba con el rostro de uno de ellos que levitaba girando sobre la torre donde seguramente se encontrara su habitación. La segunda estaba envuelta en lo fantasmagóricos espíritus que ascendían una y otra vez desde abajo y se perdían en el cielo. Y de las ventanas de la tercera torre caía lava que descendía por ella para desaparecer antes de tener contacto con el resto del castillo.
Un lobezno de color azabache y ojos marrones se mantenía dando en un pequeño duelo contra un hembra de su misma especie cuyo pelaje era del mismo color que la propia nieve acompañada de unos bellos ojos zian.

Ambas criaturas giraron sobre aquel césped de color negro, al final el lobo negro terminó sobre la loba.

-¡Te gané!-dijo la voz de un niño mezclada con gruñidos.

-Uno a uno-dijo ella con una voz infantil también mezclada con gruñidos-Quiero la revancha-

Se separaron el uno del otro y se miraron con aquellos ojos que no dejaban de ser humanos. Ambos mostraron sus dientes y justo en el momento en cual se disponían a abalanzarse el uno contra el otro alguien los interrumpió.
-¡Vamos no nos dará tiempo!-dijo un niño de cabeza rapada el cual vestía lo que parecía un harapo de tela que lo cubría a modo de pañal-¡Shayla, Orem!-

Ezequiel les tiró tres prendas del mismo estilo mientras aquellos lobos tomaban su forma humana. Ella rubia y de pelo largo; y él de presencia idéntica a la de su hermano gemelo.

-¿Tiempo a qué?-preguntó Orem mientras se vestía con aquel pedazo de tela marrón.

-¿No lo recuerdas?-preguntó la muchacha que colocaba un pedazo de tela sobre sus pechos aun no desarrollados y el otro también a modo de pañal-Hoy eligen al Lobo mayor-

-¿Lo sabías y seguías aquí?-preguntó el otro gemelo a modo de regañina.

-Se me olvidó-respondió ella mientras llevaba su mano derecha a su cabeza.

Las campanas del domino Licantropino comenzaron a sonar, todos los habitantes de aquella zona se acercaban a la estatua del lobo en la cual bautizarían al nuevo líder del clan.

-¡Presa el último!-dijo Orem divertido mientras comenzaba a correr riéndose y disfrutando de su infancia.

Los niños abandonaron la zona de juego, el jardín negro, pues allí no crecía la vegetación como en el mundo mortal. Se introdujeron por pequeños túneles que existían entre las casas todas ellas decoradas con huellas caninas de color blanco sobre la piedra marrón. Después pasaron aquel riachuelo de agua verde, no es que estuviera mala, tan solo era el color del agua. Se vieron obligados a utilizar unos pedruscos a modo de puente. Finalmente se deslizaron por un túnel en forma de tobogán en cuya parte superior se mantenían brillantes aquellas huellas caninas.

-¡Hombres y mujeres –lobos!-dijo la voz de un hombre cuando los niños comenzaron a esquivar a los más altos de su clan-¡Estamos frente al bautizo millar primero!-

Los gemelos y Shayla tuvieron que esquivar con delicadeza a los ancianos de su clan los cuales tenían mucha experiencia y había que guardarles un gran respeto. Todos aquellos licántropos saltaron gritando durante unos segundos como ritual al bautizo.

-¡Lamentamos la pérdida de Álazas!-dijo de nuevo el portavoz de los tres líderes mientras alzaba la cabeza de un lobo gris al cielo-¡Pero hay que mirar al futuro!-

-¡Corre, corre, corre!-susurraba divertida la niña cuando esquivaban a los que se podían llamar como adolescentes del clan.

Comenzaron a caminar pues ya se encontraban junto a los de su misma edad. Esquivaron con sutileza a los más altos y se colocaron firmes para observar como aquel hombre de gran musculatura posaba la cabeza de Álazas el último ordenante del clan licántropo junto al resto de ellos, algún que otro un tanto cadavérico.

-¡Ya han decidido!-anunció mientras se acercaba a la estatua del gran lobo posado sobre sus patas traseras. Los ojos de aquella estatua del color del mármol comenzaron a brillar rojos lo que indicaba que los líderes acababan de nombrar al nuevo ordenante.

Aquellos hombres-lobo se arrodillaron frente a la estatua mientras esta cobraba vida durante un poco de tiempo. No cobraba la suficiente vida como para poder correr por aquella ciudad, tan solo obtenía una energía mágica para poder gesticular.

-Que sea padre, que sea padre-susurró Orem mientras cruzaba sus dedos.

-Artheus-dijo la estatua del lobo con una voz penetrante mientras su rostro se petrificaba de nuevo.

-¡Si!-susurraron victoriosos los tres niños.

-¡Amigo!-gritó de nuevo el portavoz-¡Artheus muéstrate ante todos!-

Como marcaba el ritual el elegido tenía que subir en forma de lobo y tomar la forma humana ante todos, así se hizo. Un lobo de gran tamaño y largo pelaje negro subió a la pequeña tarima desde donde el portavoz había hablado. Aquellos ojos castaños observaron robustos a los de su clan, a aquellos que ahora tenía que guiar durante su mandato.

Lentamente la silueta de aquel lobo azabache comenzó a cambiar. En pocos segundos un hombre de gran musculatura, como el resto de licántropos, se mostró ante ellos. Su media melena descansaba sobre sus hombros mientras los retales de una barba obsoleta decoraban aquel severo rostro. Su cuerpo desnudo no dejaba indiferente a nadie.
El resto de licántropos tomaron su forma animal. Aquel público humano se trasformó ahora en lobos de diferente tipo y color de pelaje. Sus rostro se alzaron al cielo y todos comenzaron a aullar en honor a Artheus su nuevo líder.

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El puente romano se mantenía iluminado por las farolas del lugar. Desde allí se podía observar como el río circulaba con tranquilidad bajo alguno de sus arcos.

Orem caminaba sobre él pasando desapercibido junto a lo que años atrás había sido la estatua de un toro pero ahora tan solo era algo que se mantenía petrificado a cuatro patas y sin cabeza. Al otro lado se podía apreciar como una silueta caminaba hacia él.

Poco a poco el muchacho se fue acercando a su hermano. Las diferencias físicas ahora eran claras. El cabello de su hermano se mantenía peinado de punta y el de Orem caía centímetros antes de llegar a sus hombros. Aparte el cuerpo humano que ambos habían decidido adquirir, eran diferentes. Uno era adolescente y el otro adulto.

-Hola hermano-dijo Ezequiel con frialdad. El muchacho vestía tan solo unos pantalones de cuero y se podía ver con claridad como un espadón se mantenía envainado a su espalda.

-Acabemos con esto-dijo también frío pero sin abandonar su simpatía-No tengo mucho tiempo-

-A sí-ironizó el del torso desnudo-Que tus amigos y tú pretendéis salvar la ciudad ¿No es así?-

Hubo un silencio mientras aquellos ojos castaños se clavaban en los de su hermano. Una brisa se levantó sacudiendo el cabello del muchacho y provocando que este ondeara.

-Netheril no pudo evitar contárnoslo al ver en peligro la vida de su mujer-comentó Ezequiel de nuevo mientras su rostro esbozaba una sonrisa.

-¿Desde cuando decidiste utilizar el juego sucio?-preguntó el muchacho mientras se aseguraba de que los guantes que había cogido de la armería se apretaban bien a sus manos.

-Cuando me abandonaste-respondió él-O ¡¿Quizás fue antes?!-

Ambos desenvainaron sus espadones al mismo tiempo, ambos se abalanzaron al mismo tiempo y ambos hicieron chocar sus espadas al mismo tiempo. Hubo un forcejeo entre las espadas mientras aquellas miradas penetraban la una contra la otra con odio.

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Adolescencia

Las espadas chocaron la una contra la otra mientras el metal de estas comenzó a resonar en la penumbra de la ciudad. Dos muchachos de aparentemente unos diecisiete años se mantenían con el torso desnudo enfrentando sus armas la una contra la otra.

Tanto su rostro como su cabello eran idénticos. Su padre era el líder del clan de los lobos y en honor a él habían dejado que su melena creciera tan solo hasta los hombros.

La forma humana de licántropos de su misma edad les rodeaba a modo de círculo para presenciar aquel examen final. Los hermanos se separaron unos metros para luego volver a abalanzarse el uno contra el otro. Orem paró la estocada de su hermano e hizo que la empuñadura de su espada golpeara su puño para desestabilizar el peso de su arma y hacer que se desviara. Ganó tiempo para colocar la punta de su filo en el cuello.

Los aplausos inundaron ahora el jardín el cual había dejado crecer grandes árboles de tronco verde apagado y hojas de un tono morado oscuro.

-Bien hecho gemelos-dijo el maestro que se acercaba a ellos con la ayuda de una hermosa muchacha de largos cabellos rubios y ojos azules-Los dos sois oficialmente guerreros menores-

Ezequiel se levantó pero cuando intentó incorporarse su hermano le empujó divertido, se abalanzó hacia él y frotó su puño sobre su cabeza. Comenzaron a rodar sobre la hierba juguetones pues se sentían orgullosos de haber aprobado el gran examen.

-Enhorabuena chicos-dijo la hermosa dama con una voz sedosa mientras evitaba que el anciano cayera cuando sus pies le fallaron.

-Gracias Shayla-respondieron ellos mientras se quitaban aquellos pedazos de tela marrón quedando completamente desnudos-¿Dónde están esos pantalones?-gritó Ezequiel alzando sus manos.

De repente unos pantalones llegaron volando desde el suelo de piedra cayendo sobre la cabeza de los hermanos. Antes de que pudieran girarse todos sus compañeros se habían arrodillado a modo de fidelidad, todos menos el anciano pues su vejez no el permitía agacharse y Shayla tenía que ayudarle.

-Hola padre-dijeron a coro mientras hacían una reverencia y después se vestían con aquellos pantalones de tela marrón los cuales indicaban que eran guerreros menores.

-¿Me lo he perdido?-preguntó Artheus con severidad.

-Si padre-dijo Orem un tanto molesto.

-Enhorabuena-dijo aquel hombre mientras su rostro severo se contraía un tanto simpático siendo decorado por una hermosa sonrisa-Ahora está en vuestras manos ser protectores de la ciudad o al contrario guerreros-

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Orem saltó hacia atrás para separarse de su hermano. De repente su enemigo comenzó a dar estocadas en el aire al mismo tiempo que un fuerte aullido emergía de su espada.

Los ojos del muchacho permanecieron absortos mientras lo que parecía ser una manada de lobos fantasmagóricos se abalanzaban sobre él. Decidido el licántropo decidió asestar una estocada al primero de los lobos, “Coloso” paso desapercibido sobre el aquel espíritu. Aquel lobo clavó sus fauces en Orem provocándole un mordisco el cual le costaba regenerar.

-¿Qué coño?-dijo el muchacho mientras saltaba el siguiente lobo para esquivar su ataque el cual desaparecía.

Corrió hacia uno de los extremos del puente, se subió al muro que evitaba las caídas de todo aquel que quisiera asomarse. Otro de los lobos desapareció mientras Orem saltaba en dirección a Ezequiel, giraba sobre si mismo elaborando una perfecta voltereta aérea y extendía sus brazos antes de caer para proferir una fuerte estocada al suelo.

De repente una onda se expandió desde la posición del muchacho en todas las direcciones. Su hermano recibió el golpe de imprevisto segundos antes de que pudiera crear otro de aquellos lobos fantasmales, viéndose obligado a caer al suelo sin soltar su espadón.

De nuevo las espadas chocaron esta vez en perspectivas diferentes pues Ezequiel aun se mantenía tumbado. Orem se vio golpeado por la pierna de su hermano el cual aprovechó la confusión para levantarse ágilmente y lanzarle su espada con fuerza.

El muchacho coloco su brazo izquierdo a modo de protección. Su mano cerrada en puño la cual se mantenía cubierta por aquel guante de picos accionó el mecanismo secreto de aquel artefacto. De repente un escudo emergió del guante. Era negro y largo y los picos que decoraban el guante ahora se mantenían agrandados sobre el escudo.

La espada chocó contra el escudo y esta rebotó saliendo despedida a los pequeños matorrales que existían antes del comienzo del río Tormes. Ezequiel se precipitó a ellos mientras la mente de Orem cavilaba una estrategia.

Envainó su espada y prescindió del guante que se mantenía intacto en la mano derecha. Después se abalanzó con “Coloso” hacia su hermano que ya empuñaba su espadón.

De nuevo lobos fantasmales comenzaron a emerger desde el arma de su hermano. Orem utilizó el escudo para repelerlos. En pocos minutos se vieron involucrados en otra pelea con estocadas que no llegaban a nada pues siempre eran esquivadas o por uno o por el otro.

Las espadas chocaron de nuevo, quizá el que fueran tan parecidos, hacia que sus movimientos coincidieran tanto. De nuevo hubo un forcejeado por ver quien era el más fuerte. “Coloso” cedió hacia su enemigo mientras la espada de Ezequiel caía al suelo, antes de que la hoja del espadón trasformara en arena al muchacho esta se vio detenida por unas poderosas garras.

Orem profirió un gran salto hacia atrás envainando su espadón, prescindiendo del escudo y tomando la forma de lobo antes de aterrizar en el suelo. Ambos se abalanzaron de nuevo alcanzando con sus fauces el hombro derecho de su enemigo, obteniendo una herida idéntica.



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