jueves, 18 de marzo de 2010

Demasiado caliente para que la llama solo sea un recuerdo

La demonio ígnea se detuvo frente a la entrada del territorio de las brujas. Aquellas bolas luminosas alumbran sus calles mientras escobas embrujadas barrían los suelos sin parar. Emily miró hacia un lado y hacia el otro y cuando vio que no había nadie se introdujo allí.

Caminó con normalidad por aquel suelo de piedra de un color morado oscuro mientras sus ojos observaban curiosos cada recoveco pues era la primera vez que entraba allí. Aquellas casas tenían una extraña estrella de cinco puntas inversa al lado de la puerta, le era de gran rareza el no ver una llama en aquella posición.

De repente se vio obligada a detenerse pues una de aquellas escobas cruzaba barriendo el suelo. Cuando estuvo lo suficientemente cerca de ella esta extendió su brazo y su dedo índice para tocarla. Antes de que la madera embrujada de la escoba rozara el dedo de aquella muchacha esta se hizo pequeña. Ahora Emily miraba una escoba diminuta que tan solo podía barrer las líneas que separaban cada piedra. Ignorante la muchacha prosiguió caminando observando tras un par de pasos como la escoba retomaba su forma original y seguía barriendo. No pudo evitar esbozar una sonrisa divertida, era la primera vez que sonreía en mucho tiempo.

El instinto de la muchacha la movió a acercarse a la parte derecha de la calle ya que alguno de los edificios de la parte opuesta lanzaban pequeños destellos blanquecinos significando que aquellos entrenamientos mágicos se estaban poniendo en práctica. No pudo evitar observarlo desde lejos en cierto modo era bonito mirarlo desde aquella perspectiva.

De repente la puerta que se colocaba unos metros detrás de su espalda se abrió. En un movimiento de acto reflejo Emily se giró para observar. Una muchacha de aproximadamente su edad emergía de la puerta con una escoba. Su cabello era largo y sus ojos claros, su piel blanquecina y su rostro redondeado.

La muchacha siguió caminando, no quería violar ninguna de las normas que prohibían la comunicación entre razas. Tan solo lanzó una mirada hacia la muchacha para dejar que su curiosidad desapareciera observando lo que hacía.

Aquella bruja colocó la escoba recta y comenzó a conjurar en un idioma que ni siquiera Emily pudo entender. La escoba comenzó a moverse barriendo el suelo acorde con los movimientos de la bruja. De nuevo sonriente la demonio ígnea prosiguió su camino disponiéndose a salir de aquel territorio sin haber encontrado pruebas de lo que buscaba.

De repente la muchacha comenzó a gritar, aquella escoba se había descontrolado y ahora volaba de un lado a otro rompiendo todo lo que encontraba. Emily se giró de golpe y observó como la chica permanecía acurrucada en una esquina sin poder controlar el embrujo que había provocado en la escoba.

-¡Cuidado!-gritó la demonio mientras corría hacia la bruja y la apartaba del trayecto de la escoba.

Ahora Emily se encontraba sobre la muchacha mientras esta la miraba asustada.

-¿Estás bien?-preguntó mientras la bruja asentía con su cabeza sin violar ninguna norma.

Los golpes de la escoba resonaban en el interior de la casa de la muchacha. Emily entró en ella y observó como aquel salón en el cual una estantería circular se situaba en el centro girando sobre si misma con sus estantes unidos en forma de caracol mostrando cada uno de sus libros.

La demonio ígnea cerró sus ojos y cuando los abrió llameaban trasformando en cenizas aquella escoba. De repente sintió como aquel fuego se descontrolaba pero entonces ocurrió algo que ni ella misma hubiera previsto.

Sus ojos se fueron apagando lentamente haciendo que aquellas llamas desaparecieran. No podía sentir nada pues era demasiada la emoción que sentía por aquel momento que no pudo evitar soltar una lágrima. Hubo algo que le marcó, la fragancia de aquella muchacha recorría juguetona su nariz, era justo lo que había olido antes de apagar las llamas.

Se giró y observó como aquella muchacha la miraba con una gran sonrisa pero antes de que ella pudiera hacer nada Emily salió corriendo ignorando aquellos pequeños resquicios que ahora sentía su corazón.

Antes de salir del territorio de las brujas sus ojos se ven sucumbidos. Un ave negra se acababa de posar junto a ella, tenía algo atado a su pata derecha, como una especie de nota. Emily se acercó sigilosa y suplicó en su interior que el cuervo no desapareciera.

Sus manos acariciaron el cuerpo de aquel animal al mismo tiempo que se deslizaban hacia su pata. Pudo obtener la nota antes de que este se le posara en el hombro.

-“Enhorabuena”-consiguió leer tras desenrollar la el papel.

Su corazón comenzó a latir, tenía la intuición de que aquel cuervo era el mensajero de la bruja que la había apoyado en el último momento de su examen. No podía ser aquel joven pues no dijo nada. El cuervo comenzó a batir sus alas entonces fue el momento en el cual la muchacha intentó agarrarle pero no lo consiguió.

-¡Espera!-gritó mientras sus ojos sentían impotencia por no poder volar a atraparlo. Entonces el cuervo comenzó a volar bajo, por encima de los tejados de aquellas casas pero casi rozándolos-¡Espera!-

Emily comenzó a correr. El vestido que llevaba comenzó a ondearse a gran velocidad mientras sus ojos no se separaban de aquel ave negra. Se vio obligada a callejear para perseguirle pero cada vez el pájaro estaba más lejos. Poco a poco se fue alejando hasta que desapareció.

-¡Mierda!-gritó mientras le daba un puñetazo a una pared haciéndose sangre en los nudillos. La muchacha observó sus heridas y espero a que estas se regeneraran.

-Buenas noches-dijo la voz de un hombre.

Emily se giró sobresaltaba no se esperaba encontrarse a nadie más pues ya era de noche, solo los renegados salían por las noches o eso era lo que les habían impartido a los niños de su generación.

-¿Quieres que te prediga el futuro gratis?-preguntó él.

Aquel hombre tenía la piel rosada, se podría decir que su tono de piel se asemejaba al tono de los mortales. Para el asombro de Emily su rostro tenía tres ojos, dos situados a ambos lados de la nariz, es decir, en un lugar normal, y uno tercero en el entrecejo.
La demonio ígnea se acercó a aquel hombre que permanecía entado en lo que parecía un puesto.

-Y ahora dime pequeña-dijo el hombre el cual mostraba un cuerpo fornido-¿Qué quieres saber?-

Emily miró hacia ambos lados para asegurarse que ningún animal relacionado con la brujería ni ningún guardia les veían pues ahora violaría una de las normas por segunda vez.

-Quiero saber ¿quien me ha apoyado esta mañana?-preguntó ella casi en susurro.

Aquel hombre asintió con su cabeza mientras sus ojos permanecían fijos en la nada dejando que su mente viera imágenes que después explicaría con palabras.

-¡¡Escóndete!!-gritó el hombre mientras se levantaba-¡¡Rápido!!-

Emily obedeció corrió a esconderse tras una calle donde veía al hombre a la perfección. De repente dos hombres se acercaron a él.

-¡No predijiste mi futuro a la perfección!-gritó uno de ellos.

-¡No elaboraste una pregunta específica!-gritó el vidente mientras golpeaba a uno de los hombres que se abalanzaban contra él.

-¡Guardias!-gritó el otro.

Segundos después se acercaron cuatro hombres acorazados y arrestaron al vidente. Emily no pudo apartar la mirada cuando aquellas criaturas comenzaron a golpearlo.

-Pasará mucho tiempo hasta que los líderes decidan tu destino-expuso uno de los guardias el cual no se había inmutado-Desde hoy quedas encarcelado por falta de utilidad a la sociedad y en tu juicio se juzgará tu rebelión hacia uno de nosotros-

La muchacha comenzó a correr. No quería que la descubrieran y menos allí, se podía decir que desde aquel día ella era la única que sabía que había violado una de las principales normas creadas directamente del castillo.

Se apresuró a bajar por la cuesta y entrar de nuevo en su territorio natal donde Divona la esperaba apoyada en la pared.

-Hola Div-dijo Emily mientras pasaba desapercibida frente a ella sin poder evitar que el sudor se deslizara por su rostro.

-Hola Em-dijo la muchacha para proseguir sus palabras sin pausa-Quiero la revancha-

-Ya has aprobado ¿qué más te da?-dijo la muchacha de cabello castaño.

De repente aquella muchacha de cabello rojo se le abalanzó y ambas comenzaron a rodar sobre si mismas mientras sus manos golpeaban el rostro de la otra.

-¡Divona!-gritó Emily cuando se separaron al chocar contra la pared de una de las casas-¡Basta! ¡No quiero pegarme contigo!-

-¡Yo si!-gritó la otra muchacha mientras retomaba la pelea con su rostro contraído en furia.

-Para por favor-dijo de nuevo la muchacha mientras se colocaba encima de ella inmovilizando de manos a pies.

-¡No hasta que mueras!-gritó Divona mientras sus ojos resplandecían llameantes invocando unas llamas que comenzaron a consumir con lentitud el vestido de la muchacha desde el final.

-¿Qué haces?-preguntó Emily absorta mientras intentaba apagar el fuego con sus manos.

-Vas a morir-dijo la muchacha con frialdad-Como hiciste con Samandra.

Las imágenes de aquel momento comenzaron a atormentar a la muchacha mientras se imaginaba como Divona observaba tras una ventana de aquellas casas abandonadas por temporada. Ella esperaba a que su amiga la atrajera para poder apedrearla desde allí. No pudo pues la muerte de su mejor amiga le cobró factura, desde aquel momento juró matar a la muchacha sobre cualquier cosa.

-¡Lo juré!-gritó Divona mientras la ropa seguía consumiéndose dejando casi al descubierto las braguitas rojas de la demonio ígnea.

-Lo siento-dijo Emily mientras sus ojos dejaban caer grandes lágrimas-No quise hacerlo pero se descontroló-

El fuego que consumía su vestido desapareció al mismo tiempo que sus ojos centelleaban mientas Divona era consumida por unas llamas más rápidamente de como las suyas hubiera podido hacer.

-¡Div!-gritó mientras el fuego se apagaba y ella sentía como sus rodillas flageaban y la conducían al suelo manchando su ropa con las cenizas de la que algún día fingió ser su mejor amiga. Sus ojos comenzaron a cerrarse mientras su mente descansando de la dureza de aquel día.

***


Adultez

-Ya puedes irte-dijo la muchacha mientras agarraba al prisionero y fulminaba con su mirada a aquel vampiro de cabello moreno y despeinado que se lo había traído. Aquel hombre se marcho sin decir nada, sus rostro envuelto en frialdad fue más suficiente que cualquier palabra.

Emily condujo al prisionero a la pared de aquella mazmorra y lo ató a las cadenas que colgaban de allí.

-¿Qué sabes de los renegados?-le preguntó mientras observaba sus uñas bien limadas.

-¿Qué te hace pensar que voy a hablar?-dijo aquel prisionero con seriedad.

No pasó ni un segundo cuando sus gritos envolvieron toda la habitación. La muchacha se colocó la coleta mientras el fuego que lo había quemado durante unos minutos ahora desaparecía.

Ahora por alguna extraña razón podía controlar su poder durante un pequeño periodo de tiempo. Lo que más la preocupaba era el no saber como pararlo cuando se descontrolaba.

El hombre comenzó a reírse mientras la muchacha le fulminaba con la mirada reprimiendo las ganas de invocar de nuevo el fuego.

-¿Te divierte el dolor?-preguntó.

-Los renegados te darán tu merecido-dijo el hombre mientras la escupía-A todos-

-Me repugnas-dijo ella mientras apartaba la saliva de su rostro y sus ojos centelleaban descontrolados consumiendo a aquel demonio con rapidez y quemando la piedra una vez más antes de apagarse.

La muchacha se acercó a uno de los muebles y sacó una toalla para limpiar sus manos y su rostro. Caminó por aquellas mazmorras y salió al exterior. Ya había acabado su trabajo matutino, habían pasado diez prisioneros por su mirada y solo había sido el último el que le había dado algo sólido con lo que acatar.

No tardó en llegar a casa, ignoró el piso de abajo para encaminarse al de arriba. Se puso el pijama con velocidad y se echó en la cama dejando que su cuerpo descansara al mismo tiempo que su mente.

Emily despertó con tranquilidad. El sol penetraba a través de su ventana mientras el espejo reflejaba su cuerpo desarrollado por los años.

La ígnea se puso unos pantalones negros y una camiseta de tirantes del mismo color. Las cicatrices ya habían pasado, la herida que hace dos días sangraba sobre su cuerpo ahora ya se había regenerado, incluso los moratones de sus ojos habías expirado.

Emily descendió las escaleras de su casa, tomó una escoba y un cogedor y se dirigió al salón el cual estaba salpicado de su sangre seca. De nuevo los gritos de sus padres comenzaron a atormentarla atacándola con menciones sobre el que nunca podría controlar su poder y que sería sentenciada por no querer procrear con nadie pues no era bien vista en su territorio natal.

-No tuvisteis que haberme hecho enfadar-dijo la muchacha mientras recorría las cenizas de sus padres.

Era verdad que aun no había controlado su poder y era cierto que hoy podía ser asesinada si no conseguía controlar su poder frente a los tres líderes. No le importaba morir pues había perdido la esperanza de que aquella bruja que algún día la ayudo volviera a ayudarla. Había tenido sueños extraños en los cuales la besaba a modo de agradecimiento pero nunca había podido ver su cara.

-Estoy lista para morir-dijo la muchacha tras un suspiro.

Salió de su casa con la seguridad de que nadie sabía lo que les había hecho a esas cuatro personas que habían marcado su pasado, esas cuatro personas que la habían vuelto tal y como ahora era.

De repente ráfagas blanquecinas surcaron los aires mientras los chillidos de las criaturas que detestaban combatir inundaban toda la ciudad. La guerra entre la luz y la oscuridad acababa de estallar. Emily solo sabía algo, si quería sobrevivir tenía que mantenerse al margen. No es que tuviera miedo a morir a manos de los ángeles que tenía bastante claro que era imposible que pudieran vencerla. Era el simple hecho de que alguien descubriera su descontrol y la sentenciara porque el milagro que llevaba esperando durante mucho tiempo nunca iba a pasar, el hecho de que aquella ciudad ardiera a causa del descontrol de su poder,… nunca ocurriría.

Emily se apresuró esquivando aquellos pedruscos que emergían de los edificios derruidos. De repente su cuerpo se detuvo, no podía moverse. Fue entonces cuando su cuerpo se elevó en el aire y regresó sobre sus pasos esquivando inconscientemente un edificio que se derrumbaba por completo.

-¿Estás bien Emily?-preguntó aquella muchacha de cabello liso y con mechas que contestaban la oscuridad de su color natural con la claridad del artificial.

La demonio no dijo nada, fue en aquel momento en el cual supo que aquella bruja había sido la causante de sus ganas de vivir. Sus brazos la rodearon al mismo tiempo que la otra muchacha la respondía.

-¿Cuál es tu nombre?-preguntó ella.

-Ailyn-respondió la bruja mientras se separaba de ella la tomaba del brazo y se apresuraban a las murallas por una de las cuestas generales.

-“El cuervo te mostrará el camino hacia la salvación ignora los baches de la vida para una buena propina es necesario un buen trabajo”-dijo la bruja.

-¿Qué dices?-preguntó la muchacha confusa mientras esquivaban uno de los edificios que caían.

-Esa era la profecía que el vidente quería decirte-dijo-Le pagué para que te dijera eso ante cualquiera pregunta-

De repente la bruja se detuvo en seco. Emily se agachó para esquivar una piedra que botaba hacia ellas. Sus ojos se abrieron casi saliéndose de sus órbitas cuando observó como la piedra impactaba contra la bruja.

-¡Ailyn!-gritó mientras el pedrusco se destruía al tocar a la bruja petrificada-¿Que pasa?-

-Mi maestra me necesita-dijo la muchacha-Me están invocando-

-¡No!-gritó Emily-¡No quiero perder! ¡No ahora que te he encontrado después de tanto tiempo!-

-Yo te encontraré-dijo Ailyn mientras su cuerpo desaparecía.

La muchacha se arrodilló en el suelo mientras sus ojos dejaban escapar lágrimas envueltas en frialdad. Ahora no podía morir, por nada del mundo, ahora tenía que esperar a que Ailyn volviera a por ella, tenía que esconderse hasta que todo esto pasara.

Regresó sobre sus pasos, se introdujo en su vieja casa y descendió al desván donde la puerta del refugio la esperaba. Entró en aquel cuartucho de metal reforzado y se concentró para que la cerradura mágica fuera cerrada por un fuego demoníaco.

Al principio no encontraba la forma de convocar su poder. Luego la agonía envolvió su cuerpo haciéndola caer en un pozo mental. Pero de repente su mente visualizó a aquella joven bruja la cual la había estado apoyando desde su adolescencia. Abrió los ojos y miró con exactitud al sello mágico, este comenzó a arder y se fundió para que aquella puerta quedara cerrada durante mucho tiempo.

La guerra de los luminosos y los oscuros había llegado a su fin, Emily había salido de su escondite y ahora las fuerzas mayores la querían para sentenciar a los castigados. Sabía como control su poder, ahora entendía aquella frase que desde niña había leído:

“Para que la llama arda bajo control tiene que haber un equilibrio en el corazón”

Comprendió que los demonios ígneos necesitaban el amor para controlar el poder. Por ello se les comprometía desde la adolescencia para que además de poder procrear nuevas generaciones pudieran ser de utilidad en la guerra, al fin y al cabo eso era lo importante.

-Es por aquí ígnea-dijo aquel hombre mientras la conducía a través de las mazmorras para llegar a la zona de sentenciado.

-¿Cual es el caso?-preguntó ella con frialdad.

-Viajar al mundo de los mortales sin consentimiento-le respondió.

-¡Yo me haré cargo!-se oyó la voz de otro hombre mientras él como una mujer de largo cabello moreno se mantenía prisionera por unas esposas que evitaban que pudiera conjurar-¡Más rápido bruja!-gritó mientras la azotaba llegando a golpearla a través de aquel largo vestido negro.

Aquella habitación se mantenía llena de gente. Un grupo de brujas se mantenía en fila esperando que aquel demonio en cuyo pasado había optado a ser líder de la ciudad oscura dijera su castigo.

-¿Quién es?-le susurró a su acompañante.

-Darouji-susurró el hombre-ha perdido a todas sus tropas en la guerra de las ideologías. Los líderes han dejado que su ira sentencie a las traidoras-

Aquel demonio de larga cornamenta le susurró algo a uno de los lacayos que permanecía junto a él. Una de las muchachas fue agarrada y conducida hasta una columna de metal reforzado que se colocaba con exactitud en el centro de la habitación mientras las otras seis bajaban la cabeza.

-¡Que sus ojos presencien lo que van a tener que sufrir!-sentenció Darouji mientras seis lacayos tomaban la cabeza de las brujas y hacían que estas miraran a su compañera-Quiero recordar este momento-

-Procede ígnea-dijo uno de los lacayos mientras Emily se adelantaba unos pasos y cerraba sus ojos.

De nuevo pensó en Ailyn. So lo quería que aquello acabara para estar con ella, solo quería que sus cuerpo se volvieran a juntar,… solo quería besarla.

El tiempo pasó más deprisa de lo que se imaginaba, la ceniza de cinco de aquellas brujas ya manchaban la habitación. Uno de los lacayos pintaba aquel momento en su lienzo, era un premio que recibiría Darouji en honor a sus demonios.

-Procede ígnea-dijo una sexta vez aquel lacayo.

Los ojos de Emily se fijaron en los de Ailyn mientras una gota de sangre descendía por su nariz. Los labios de aquella bruja comenzaron a moverse. La muchacha puso atención mientras entendía el mensaje: “No permitas que vean tu deficiencia”

La ígnea asintió con la cabeza mientras su mente cavilaba sobre que hacer cuando fuera el turno de aquella bruja, sin darse cuenta las llamas consumió a la sexta
muchacha dando paso al encadenamiento a la columna de su amiga.


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