sábado, 13 de marzo de 2010

El origen del íncubo

Infancia

Aquellas casas eran de un tono pastel, quizás la piedra más alegre de la ciudad oscura. Era un día acalorado en el cual el barrio de los íncubos y la versión femenina de estos demonios del amor no cristiano, es decir, de la atracción sexual; se mantenía alegre pues los exámenes de ascenso acababan en ese mismo instante.

Aquel niño-íncubo salió corriendo del aula de exámenes teóricos mientras intentaba atar el cinturón con la daga elemental para la siguiente clase. Su cuerpecillo se mantenía cubierto por lo que se podían denominar ropas elegantes. Una camisa blanca junto a un conjunto de pantalón y chaqueta negros. Aquel podría ser uno de los detalles característicos del territorio del demonio seductor. Todos ellos independientemente de la edad iban elegantes.

-¡Ian!-gritó una súcubo cuya edad rozaba la vejez.

El niño se detuvo aun no pudiendo enganchar la hebilla del cinturón, su lengua se mantenía incurvada sobre el labio superior acompañados de aquellos ojos marrones que se fijaban con odio al enganche mientras sus pies caminaban automáticamente hacia su maestra.

-¿Sabes lo que has hecho no?-preguntó un tanto entristecida con una hoja de examen suspenso entre sus dedos-No has respondido nada-

Ian alzó la mirada mientras su cabello medio rizado caía sobre su ojo derecho. La belleza de su maestra era resaltable dejando a un lado las arrugas, además su cuerpo se mantenía envuelto en un vestido de palabra de honor. Sus manos aun seguían intentando abrochar el cinturón.

-¿Qué le ha pasado al supervisor?-preguntó la mujer mientras su mirada se clavaba en el niño.

-Active la mirada seductora para practicar-respondió el niño esbozando una sonrisa-Pero solo se quedo quieto, no vino hacia a mí-

-¿Ian?-preguntó la mujer aun enfadada por el hecho de que el joven íncubo no se dedicara al examen final-¿Cuales son las fases de la mente de la presa?-

El niño miro al cielo gris mientras su dedo índice se colocaba bajo su labio inferior indicando que su mente cavilaba sobre las respuestas. El cinturón quedó colgante en su otra mano segundos antes de que hablara.

-El primer nivel es el bloqueo mental: lo que indica que a causa del impacto la presa no puede moverse-

La mujer se asombró mientras dirigía toda su atención en él escuchando cada palabra que aquellos labios proferían. Sus manos medio arrugadas permanecían ahora recogidas en su regazo agachado en el cual descansaban lo que parecía ser un pequeño manto de tela rojo bajo la hoja del examen.

-El segundo es la confusión mental: proceso en el cual los sentidos de la presa se fijan en el cazador haciendo que su mente de vueltas sin parar-prosiguió Ian terminando la definición con un divertido giro sobre si mismo-Después está el tercero, la movilidad: la presa siente que tiene que acercarse al cazador pues su cuerpo da impulsos descontrolados-dijo mientras apartaba su cabello del ojo derecho y seguía definiendo de memoria- la cuarta era,… ¡La digestión! Quiere decir que la mente del afectado digiere lo que está pasando. Y finalmente está la atracción sexual o como dice usted profe. El amor no cristiano: que es el proceso final en el cual la presa siente como su cuerpo necesita jugar con el del cazador-

-¿Lo sabias y no lo has puesto?-preguntó la profesora asombrada mientras cambiaba la nota del examen por un aprobado-Por cierto Ian ¿Porque con ellos?-

-Las mujeres sois muy aburridas-dijo con retintín retomando el dificultoso abrochamiento del cinturón.
La mujer acarició el cabello del niño entendiendo compresivamente la situación en la que se encontraba el íncubo pero era algo normal, no era nada de otro mundo.

-¿Qué tal tu madre?-preguntó de nuevo la profesora mientras el reloj de la ciudad puntuaba la hora.

-¡Me cagüen!-maldijo el niño llegando a la conclusión que apenas quedaban unos minutos para el inicio de la siguiente clase-Mi mamá está bien, sigue haciendo juegos con Ipes ¡y la pagan!-

La profesora sonrió suavemente observando como aquel niño entendía a su manera las situaciones de los adultos.

-¿Puedes abrochármelo?-preguntó el niño tornando segundos después su tono de voz un tanto lamentada-Voy a llegar tarde-

-¿Sabes qué?-preguntaba simpáticamente la profesora mientras abrochaba la hebilla del cinturón. El niño fijó su mirada a su profesora la cual le había tratado con cariño desde la pérdida de su padre-Cuando era niña utilizaba los túneles para atajar, así podía tomarme mi tiempo-

-¿Sí?-preguntó con asombro mientras ella asentía con la cabeza.

-Mira-la mujer giró al niño de tal manera que sus ojos se fijaran en el edificio en el cual se habían hecho los exámenes-Detrás hay un túnel adéntrate en él y gira en el arco de la derecha, nunca en el de la izquierda ¿Me has entendido?-

-Sí, el arco de la derecha-asintió el niño mientras le ataba una capa larga que le llegaba hasta el centro de la espalda.

-Y ahora ¡Corre!-

La palmada que le dio en el culo indicó que podía salir corriendo hacia la clase a la cual llegaría tarde si se retrasaba más de la cuenta. El niño abrió sus brazos y se dirigió a la parte trasera del edificio imitando el vuelo de un pájaro. Se introdujo en el túnel y camino a través de él hasta llegar a la bifurcación. Las palabras de su maestra resonaron en su mente pero ¿Qué había en la parte izquierda que tanta importancia le había dado para que no fuera por ahí?

Sin demorarse ni un segundo se introdujo por aquel sitio que le había sido prohibido. El suelo se levantaba en forma de cuesta y terminaba en una apertura la cual mostraba unas casas de piedra oscura y roja.

En un movimiento de acto reflejo se giró para comprobar que aquellos pasos que escuchaba no procedían de su parte trasera pues no sabría que decir si alguien le descubría desobedeciendo órdenes.

De repente se vio golpeado por alguien mucho antes de poder mirar al frente. Rodó junto al desconocido cuesta abajo aterrizando en el suelo que antes había pisado para encaminarse a la cuesta.
-¡Ouch!-se quejó aquel niño desconocido mientras el íncubo le observaba desde encima de él.

-Hola-dijo Ian observando aquel niño de cabello azabache y despeinado.

Hubo un silencio, aquel niño le miraba pero era incapaz de hablarle, se estaba tomando aquellas normas demasiado enserio. Aquellos ojos tornaron rojos mientras observaban un tanto petrificados la herida que sangraba en la rodilla del íncubo la cual asomaba a través del roto del pantalón.

-Ya se-dijo el niño mientras tomaba la daga de la parte trasera de su cinturón. Limpió con la mano parte del polvo que ocultaba la piedra del túnel. Después tomo la daga con la fuerza de la que disponía y comenzó a escribir sobre la piedra-Si obedeces la orden que nos imparten desde que somos pequeños debes saber la forma de eludirla-

Aquellas palabras eran las mismas que le dijeron a él durante un recreo en el cual jugaba con sus amigos a que eran otras criaturas diferentes a las que eran. El niño de cabello negro y despeinado fijó sus ojos en el texto que el íncubo terminaba de escribir.

“Me llamo Ian ¿Cuál es tú nombre?”

La mano del niño le trasportó la daga a la suya para que él pudiera escribir su nombre y seguir respetando la orden de “No hablar con extraños”. En cierto sentido aquello no era hablar si no escribir.

-Jake-leyó Ian con torpeza-¡Bien! ¡Ya no somos desconocidos!-

El niño contento de tener un nuevo amigo se levantó de golpe tal y como le habían enseñado en defensa personal. En aquel acto no pudo evitar salpicar el dedo del muchacho con unas gotitas de su propia sangre.

-¡Uy!-sonrió de nuevo el íncubo-Te he manchado-

-No pasa nada-dijo Jake con una voz enternecedora con resquicios de frialdad mientras se llevaba el dedo a la boca-¡Qué rica!-

Ambos niños comenzaron a reírse. La rodilla de Ian seguía sangrando y el rostro de aquel niño-vampiro se contrajo un tanto preocupado.

-No te preocupes-dijo el íncubo mientras le mostraba la capa a su nuevo amigo-Ya soy seductor menor-aquellos dos pares de ojos se fijaron en la herida y en un abrir y cerrar de ojos esta desapareció llevándose la sangre consigo-Lo aprendí hace dos días-

Aquellos ojos penetraron en los otros al mismo tiempo que ambos pares de labios esbozaban dos hermosas e infantiles sonrisas.

-¡Jake!-se oyó la voz de un niño-¡Venga tu ganas! ¡Sal de donde estés!-
-Me tengo que ir-dijo el niño mientras su amigo guardaba la daga en el cinturón.

-¿Volverás mañana a jugar?-preguntó Ian queriendo ya verle de nuevo.

-No puedo-respondió triste-Empiezan los exámenes de ascenso-

El íncubo contrajo su rostro en tristeza mientras Jake subía la cuesta y se perdía detrás de la apertura del túnel.

-Adiós-dijo el niño mientras se daba la vuelta y tomaba el camino que tenía que haber escogido minutos antes.

Ian se apresuró a llegar a la clase de armamento, el profesor ya estaba un tanto enojado pero a él no le importaba porque hoy había conocido a un nuevo amigo.

-¡Íncubo!-gritó el maestro mientras le daba un arco y una flecha-¡Practica tu puntería! ¡Ya!-

Aquel hombre era bastante apuesto. Los retales de una barba emergían a través de su barbilla mientras sus ojos tornaban violetas a causa del enfado.

-¡Vale!-gritó efusivo el niño mientras se colocaba junto a sus demás compañeros y apuntaba hacia la diana. Estiró la cuerda pero cuando la soltó la flecha no se dirigió hacia donde él quería si no que salió despedida por los aires.

-¡Ian!-gritó de nuevo el profesor de armamento-¿Nunca aprenderás a manejar un arco?-

Los ojos del niño tornaron violetas mientras sus labios proferían lo que se podía definir como mala contestación acompañada de malos actos, al menos en aquel momento.

-¿Para qué?-preguntó irónicamente mientras escondía su sonrisa. Su mano tomó la daga de la parte trasera del cinturón la giró sobre sus dedos y la lanzó. Aquel arma recorrió el espacio entre los alumnos y las dianas y se clavó en el centro de esta-No me hace falta-

-Ian-dijo comprensible el hombre abandonando su enfado-Si quieres aprobar los exámenes finales tienes que practicar el tiro con arco-

-Si señor-respondió el niño con una sonrisa sin poder contener el falso enfado.

Hoy nada podía enojarle, nada ni nadie podían cambiar la alegría que sentía. Había ascendido de rango adquiriendo una capa que le nombraba como tal y lo más importante para él, tenía un nuevo amigo.

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-Me das un poco de miedo-dijo Ian mientras caminaba por los pasillos de la parte habitable del almacén detrás del herrero oscuro.

-¿Por qué?-preguntó Netheril un tanto bromista mientras torcía su rostro para mirar hacia atrás.

-Tanto secreto…-apuntó el muchacho estirándose la camiseta de manga corta para que quedara ajustada a su torso trabajado.

-¿Qué más te da?-preguntó irónicamente el demonio del tiempo mientras giraban en el pasillo para adentrarse en otro con tal solo tres puertas-Si lo vas a saber igual-

El íncubo suspiró mientras se introducían en la habitación nombrada como “la armería”. Allí una mesa de metal resplandecía en el centro. Las paredes estaban repletas de estanterías en las cuales esperaban ansiosas armas que él mismo había inventado. La atención de ambos se dirigió hacía la mesa donde un guantelete resplandecía azul.

-¿Te suena?-preguntó Neth mientras se colocaban en torno a la mesa e Ian lo tomaba en sus manos.

-Sí-dijo-Bastante- sus palabras se acallaron instantes antes de que el muchacho dejara ceder sus párpados para comenzar a recordar.



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