jueves, 31 de marzo de 2011

Remake. La hada oscura

Hoy estoy de buen humor. Bueno hace cinco minutos no porque tengo una tutora que es medio boba. Pero bueno :) a vosotros no os interesa eso.

Capitulo 10



-¡¿Por qué tengo que ir a pie?!-pregunté enojado mientras intentaba alcanzar aquel caballo negro que se movía a gran velocidad unos metros más adelante-¡Si no la hubieras cogido podría haber sitio para mí!

El bosque se me volvía cada vez más repetitivo. Entre jadeos podía ver como los árboles todos de la misma especie me resultaban repetitivos, como las flores diurnas coloreaban el camino creando un efecto túnel sobre el córcel que llevaba mirando un buen rato.

-¡No podíamos dejarla ahí señor “caballero”!-se mofó Orem sosteniendo el cuerpo dormido de la hada oscura con la que habíamos combatiendo a la cabra demoniaca-¡Tomatelo como un castigo!

-¡¿Castigo?!-pregunté apartando un chupóptero que se había quedado prendido de mis encantos naturales-¡¿De qué hablas?!

-¡Intentaste alimentarte de mí!.

-¡Ya me disculpé!-grité.

-¡Esto para que te des cuenta de a lo que te expones si lo repites!-gritó-¡Además cogiste mis armas sin mi permiso!

-¡No querías probarlas!-protesté-¡Ya lo hago yo por ti!

-¡Y llevarte el beneficio de la victoria!-sonrió-¡Preocúpate de seducir Ian!

Recorrimos un largo tramo cuando Orem decidió detenerse y bajar de la montura para dejar a la muchacha recobrar su estado normal. El sol calentaba demasiado y sus rayos tan negros como la noche cejaban a cualquiera con el valor suficiente para mirarlos directamente.

-¿Dónde estoy?-preguntó ella abriendo los ojos y encontrándose con la mirada babeante de mi compañero-¡¿Vas a violarme!?

-Ves-dije-No soy el único que piensa que eres un pervertido.

El puño de mi compañero me golpeó tan fuerte que casi pierdo la cosciencia. Tan caballeroso como lo había sido yo antes Orem ayudó a la dama a levantarse.

-¡Ey!-me sonrió-¡Chico cabra!

-No me llames así-dije molesto-Te hemos traído aquí para alejarte del peligro, no tenemos mucho tiempo para llegar a las montañas.

-¡¿Montañas?!-preguntó ella-Yo también me dirijo hacia allí. Aun tengo que cumplir mi examen.

-¿Qué hacen las hadas oscuras en sus pruebas de graduación?-preguntó Orem rascándose la nuca y mirándola interesado.

-Cogemos piezas de las plantas más extrañas del mundo. Así los alquimistas de la ciudad pueden elaborar sus pociones. Además…-se apretó la cuerda con la hoja de esmeralda para asegurarse de que su coleta no se iba a deshacer-la anciana siempre dice que tenemos que estar en contacto con la naturaleza… ¿Qué hay de vosotros?

-Vamos a por un gólem-dijo Orem mientras miraba cada detalle de la espada que la muchacha había empuñado en el combate anterior.

-Dejarme adivinar-comentó ella mientras su palabras delataban un tono bromista-Tu eres un demonio seductor y el es tu perro guardián.

-¡Has acertado!-me asombré-¡Perro guardián!-me empecé a mofar del mote de mi compañero pero antes de que pudiera darme cuenta estaba en el suelo lamentando haber dicho nada.

-Chico cabra-me devolvió la pedrada.

-¿Puedo acompañaros?-preguntó.
-Ya lo haces-respondí-Me llamo Ian.

-Orem-saludó con su brazo.

-Hármony-se presentó mientras miraba a su alrededor-¿Dónde está el linde del bosque?

-No lo sé-respondió él-Nos hemos perdido.

-¡Perdido!-grité-¿¡Me has hecho correr para nada!?

-Te dije que era tu castigo-me dijo antes de recibir mi golpe.

-Dejarme ser vuestra guía-sonrió ella mientras cerraba los ojos y una esfera negra aparecía en sus manos. De repente estalló y un montón de mariposas se repartieron por todo el bosque.

-¿Qué ha sido eso?

-¡Silencio!-exigió ella sin percatarse de que mi compañero proporcionaba estocadas al aire para comprobar el manejo de su espada de estilo floral.

No daba abasto, mis ojos no sabían que mirar, si el sorprendente hechizo que acababa de lanzar Hármony o como unos pétalos rosáceos emergían de cada estocada que mi compañero daba. Ahora me estaba mareando y mi estómago no paraba de rugir. ¿De quién me alimentaría?

-¡Toma!-dijo Orem mientras me lanzaba una manzana a la cabeza-¡Cométela y deja de hacer bobadas!

Con el primer mordisco se me fue la sensación de hambre y con los posteriores mi necesidad demoniaca se iba disipando, al menos temporalmente. Cuando decidí mirar a mi nueva compañera esta dejaba que aquellas mariposas negras que habían emergido de su esfera se introdujeran por si frente para trasmitirle cada uno de sus recuerdos.

-Es por allí-dijo mientras se apresuraba a tomar su espada y a adelantarse-Será mejor que nos larguemos de aquí.

-¿Qué has visto?-pregunté colocándome a su altura.

-Renegados-dijo ella-Seguramente algún brujo, el dueño de la cabra que matamos con la vampira qué por cierto ¿Qué ha sido de ella?

-Regresó a la ciudad-comentó Orem tomando las riendas del caballo pero sin llegar a montarlo para poder ir a nuestro mismo ritmo-¿Forja demoníaca?

-¿Cómo lo sabes?-preguntó ella dejando a un lado su personalidad bromista y divertida para encarnar la de una seria fémina con escasez de ropa.

-Bioru-dijo él-Demonio del miedo hoy también se graduaba con su última prueba.

-Marcas rojas, ojos negros. Neurótico de todo lo que tiene que ver con la posesión demoníaca de las armas-le complementó ella-Yo también le conozco.

-¿Soy el único que no le conoce?-pregunté irónicamente sin esperar obtener respuestsa.

-Los íncubos no os centráis en el combate cuerpo a cuerpo-explicó Orem-Seguramente no has necesitado hacer ningún encargo. ¿Pero tú? Pensé que las hadas oscuras os dedicabais a hechizar a la naturaleza para luego marchitarla a vuestro antojo.

-Yo soy diferente-dijo-¿Has visto a algún hada oscura incapaz de invocar sus alas a placer?

-Tranquila-dije yo comprendiendo el sentimiento de angustia que notaba en sus palabras-Soy el único incubo capaz de encantar a los de mi mismo sexo.

-Muy bonito-dijo ella pasando de mis palabras-¡Correr!

Miré hacia atrás y comprobé como un quinteto de demonios se acercaba a nosotros a gran velocidad. Si mis conocimientos eran exactos entre ellos podía ver un demonio encadenado. Ahora no me importaba que fueran los demás, si había uno de esa raza y no estaba de nuestro bando estábamos en apuros.

-¿Encadenado?-pregunté mientras me alejaba de mis compañeros adelantándoles con creces.

-¡¿Estás seguro?!-preguntó ella mientras se quitaba un pequeño filamento de su cabello.

-Cicatrices en la cara y una cadena que va desde su ojo hasta su boca-comenté-No creo que un demonio normal adapte esas costumbres.

-¡Hármony súbete al caballo!-gritó Orem.

La muchacha se propulsó en el aire y dio una voltereta justo antes de subirse al lomo del caballo y coger sus riendas. Después soltó el filamento de su cabello mientras sus ojos brillaban carmesí.

-¡¿Y yo?!-dije viéndome desprotegido ante la velocidad del córcel.

-No te acostumbres-dijo él mientras su voz cambiaba a una tenebrosa y ronca al mismo tiempo que su cuerpo tomaba la forma de un lobo de gran tamaño negro como el azabache.

Me subí encima y me agarré a su cabellera mientras observaba como aquel encantamiento que nuestra compañera había hechizado sobre el cabello, provocaba que un bosque de zarzas apareciera justo delante de nuestros enemigos.

-¡Qué buena!-grité efusivo mientras me pegaba más a Orem para poder ir más rápido.

-¡No si llevan a un ígneo entre ellos!-dijo ella justo a t tiempo de poder observar como las zarzas ardían por un potente fuego demoníaco.

-¡Malditos!-dijo mi compañero con una voz que me ponía los pelos de punta.
La zona verde terminó. Los árboles dejaron de aparecer para dejar cavidad a una zona rocosa con grandes montañas que formaban estrechos pasillos entre ellas. Los demonios enemigos habían perdido tiempo con las zarzas pero para nosotros era una zona desconocida.

-¡¿Alguna idea?!-pregunté observando uno de los enemigos saltaba y tomaba la forma de una ola de agua.

-¡Seguirme deprisa-dijo Hármony golpeando con sus talones los extremos del caballo para aumentar su velocidad hacia la pared de la montaña.

-¡Estás loca!-le acusé.

-¿Queréis morir?-preguntó.

-¿Por ellos o por el golpe que nos vamos a dar?

Cuando la mano de la muchacha tocó la pared de la montaña esta se abrió en forma de túnel a tiempo de que pudiéramos pasar. Cuando Orem se introdujo en ella pude observar como la montaña se iba cerrando.

-¡Tres puntos para mí!-dijo ella deteniéndose para caer cansada en el suelo.

-¿Tres?-dijo Orem retomando su forma normal… sin ropa, con esos músculos al aire,…-Yo te daría diez.

-Ponte algo-dijo ella como somnolienta percatándose como mis ojos tornaban carmesís y hambrientos.-Si no quieres que te coman.

Mi compañero giró para situarse de cara a mí. Antes de que mi mente pudiera actuar como la de un animal su puño me golpeó de tal manera que perdí la consciencia.


-¡¿Tengo que subirme a su cabeza?!-pregunté asustado mientras aquella criatura tan grande como la montaña se acercaba a nosotros con lentitud al mismo tiempo que el suelo temblaba a cada paso que daba.

-No hará falta-me sonrió Hármony mientras desenvainaba su arma-Es un gólem de las montañas, el musgo lo guarda en su interior…

-¡¿Qué?!-gritó Orem que empuñaba dos espadas cuyas hojas proyectaban un fuerte calor.

Con la velocidad que la adrenalina producida por el temor generaba en mi cuerpo conseguí esquivar uno de los pisotones de aquella criatura antes de quedar sepultado bajo ellos. Nuestra nueva compañera delató su conocimiento nato para la naturaleza cuando clavó su espada en una de las grietas de aquella montaña andante y comenzó a escalar por su espalda como si se tratara de un felino.

-¡¿Qué estás haciendo?!-pregunté mientras mi compañero se impulsaba con sus piernas y alcanzaba lo que parecía la rodilla de la criatura en el momento justo en el que esta la bajaba.

-¿Quieres el musgo no Ian?-ironizó él sin poder evitar que una de sus espadas cayera al suelo quedando clavado en él.

-¡Chico cabra!-gritó ella-¡Demuestra que esos cuernos te han sido concebidos por honor y no por pena!

-¡Aaaaaaaaaaaah!-aquellas palabras habían penetrado en mí como mil agujas.

Cogí de nuevo velocidad y me aproveché de aquella espada que había quedado clavada en el suelo para emitir un salto mucho más potente. Primero me apoyé en su empuñadura y después salté hacia la criatura de roca maciza.

-¡Te odio!-no pude evitar gritar cuando chocaba contra el gólem y clavaba mis espadas en él para sostenerme antes de caer.

La criatura y comprobé como tres demonios que comparados con él parecíamos tres ratas intentando roerle. Después abrió lo que parecía su boca y emitió un quejido que provocó que las montañas temblaran asustadas.

Intentó quitarnos con golpes secos y sumamente lentos provocados por una de sus manos pero incluso yo que era pésimo al escalar pude esquivarlos a tiempo. Cuando quise darme cuenta mis compañeros estaban situados en lo alto de su cabeza y yo había llegado a un punto de atasque. No había ninguna grieta por donde introducir mis espadas ni ninguna roca saliente a la que agarrarme.

-¡Ian!-gritó Orem justo en el momento en el que su mano me sacudió de su cuerpo como si fuera una mota de polvo.

Me precipité al suelo a gran velocidad y me hubiera dado por extinguido si la magia de aquella hada oscura no frenara mi caída con una mata de hierba tan blanda como la paja. No perdí el tiempo y decidí incorporarme para emprender de nuevo una carrera. De nuevo Hármony me apoyó con un árbol que nació bajo mis pies y me condujo hasta escasos metros de la criatura. Después salté y antes de poder alcanzarla apreté las esferas de los guantes para que las espadas aparecieran a tiempo de mantenerme en sus posaderas.

-¿Estás bien chico cabra?

-¡Gracias a ti!-respondí sin poder verla mientras el gólem emprendía de nuevo su caminata entre aquel paisaje pedregoso y cada vez más peligroso.

-¡Intentaré abrir un agujero lo suficientemente grande como para que uno de vosotros se adentre en su cuerpo!

-¡Déjale esto a los expertos!-gritó Orem.

La rabia que recorría mis extremidades provocó que escalara con velocidad y que para cuando las hiedras gigantes y espinosas atravesaran el cuerpo del gólem yo ya estaba cerca de la cabeza. Solo tuve que apurar más mis movimientos para poder apoyarme en una de aquellas vegetaciones invocadas.

-¡Allá voy!-grité cuando me lancé a través de ellas para adentrarme en su interior muy parecido al de una cueva.




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Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

martes, 29 de marzo de 2011

Remake. La bestia del bosque

Bueno, llevo unos días bastante inspirado y eso es gracias a vosotros que me seguís fieles y protestones. Y que conseguís seguir motivándome a escribir, a crear este magnífico mundo de oscuros rayos de sol y rojizos rayos de luna.


Asique sin más miramientos aqui os dejo el capitulo 9: La bestia del bosque




Cuando desperté estaba un poco atontado, mis manos no conseguían hacer lo que yo quería y mis pies ni siquiera caminaban cuando yo me lo proponía. Los fuertes ronquidos de Orem se hicieron sonoros cuando el refugio invocado por aquella flauta comenzó a calentarse por culpa de los pocos rayos de sol que lograban adentrarse en el bosque.

De repente escuché como el acero chocaba, como si alguien se estuviera batiendo en duelo fuera del iglú. Sin más miramientos me arrastré hasta la entrada la cual se abrió para dejarme pasar y caminé volviendo en mí gracias a la luz cegadora del sol.

El acero estaba cada vez más cerca y cuando me apareció ver el reflejo de dos espadas me lancé a unos arbustos para observar. Mi corazón se aceleraba mientras mi mente intentaba auto convencerse de que no se trataba de ninguno de los dos enemigos mortales de la ciudad oscura, los renegados o los luminosos.

Dos siluetas femeninas combatían con estilosos movimientos y armadas con dos espadas. La primera mujer tenía el cabello elegantemente ondulado en forma de bucles rubios que caían sobre sus hombros, con un vestido verde de la más alta categoría que contrastaba con su exagerada pálida piel la cual sobresaltaba en medio de aquel paisaje frondoso. Dos guantes tejidos con pelo de animal empuñaban con fuerza lo que parecía ser una ligera espada de esgrima cuya hoja era tan fina como bello era su rostro.

-¡Baja el arma zorra inmunda!-gritó la segunda fémina mientras se propulsaba en el aire para alejarse de lo que podía haber sido una estocada mortal por parte de su enemiga.

La segunda tenía el cabello de un color peculiar que se mantenía entre la frontera que separaba el castaño más claro del más oscuro. Este a su vez se mantenía amarrado en forma de una coleta que llegaba a la longitud de su cintura amarrada con unas hojas fabricadas con la más reluciente esmeralda.
Su ropa, si se podía llamarle así se comprendía de dos piezas, un sostén que sujetaba sus pechos con suerte y unos pantalones tan cortos que casi dejaban mostrar sus ingles, ambos de un color púrpura. Su espada era curva y el reflejo de la luz del sol delataba unos decorados florales en ella.

-¡¿Y dejarme someter ante el arma de una renegada?!-protestó la otra que se había colocado detrás de ella con una impecable pirueta aérea.

Juraría que la espada estaba a punto de atravesar a la segunda fémina, incluso cerré los ojos solo de imaginar la imagen. Pero cuando quise darme cuenta la primera mujer estaba inmovilizada por unas hiedras que habían emergido de la nada.
-Te lo repito, no soy una renegada-dijo ella mientras colocaba su espada en la garganta de su enemiga.

-¿Y qué haces fuera de los dominios de la ciudad?

-¿No te das cuenta?-preguntó frustrada la fémina que llevaba el control de la pelea-¡Podría decir lo mismo de ti!

-Yo hago las pruebas de graduación-dijo ella-Tengo que conseguir la sangre de una criatura invocada.

-¿Y a mí que me cuentas?-dijo ella mientras desarmaba a su enemiga para que esta no la atacara de nuevo-Yo también estoy en mi examen de graduación ¿entiendes?

-¡Mientes!-gritó la primera mientras sus ojos brillaban rojos y conseguía zafarse de sus ataduras con una fuerza sobrenatural para abalanzarse contra su enemiga y rodar por los suelos como si se trataran de dos animales.

Me tapé la boca para comenzar a reír. No iba a interrumpir aquella pelea, era bastante divertida. Observé cómo alguien soplaba mi nuca. Cuando me giré vi a Orem babeando ansiando ver más de aquella pelea de mujeres.

-Eres un pervertido-susurré.

-¿Me lo dice el que me intentó violar anoche?-ironizó devolviéndome la pedrada.

-Anoche no lo conseguí…-insinué bromista provocando que Orem volviera en sí y dejará caer su mochila llena de armas para amenazarme con una espada.

-¿Qué ha sido eso?-escuché a una de las muchachas que se rebozaban en el suelo.
De repente algo rugió. Una bestia de gran tamaño con la forma de una cabra de más de tres metros la cual acababa de derribar dos árboles con su gran cornamenta torcida.

-¡Aaaaaah!-gritó la más pedante mientras cogía su espada y temblaba mientras la empuñaba.

-¿De qué tienes miedo?-preguntó la segunda mientras tomaba su arma y se colocaba junto a la que había sido su rival, ambas preparadas para combatir contra el nuevo visitante-Ahí tienes a tu bestia.

Me puse aquellos guantes con los que había estado matando el tiempo la noche anterior y me dirigí junto a las mujeres cuando alguien me detuvo.

-¿A dónde crees que vas Ian?-preguntó Orem mirándome con seriedad.

-A ayudarlas-respondí-No creo que puedan vencerla ellas solas.

-¿Acaso sabes manejar eso?-me preguntó antes de propulsarme en el aire para saltar los arbustos.

-No-mentí-¡Pero puedo hacerme una idea!

La cabra gigante intentó embestir a las mujeres pero estas lo esquivaron con ágiles movimientos. Una saltó ágilmente por encima de ella y la otra giró en el suelo para alejarse de la ruta de embestida.

-Señoritas dejarle esto a un caballero-dije elegantemente mientras apretaba las esferas de los guantes y emergían dos espadas de ellos.

-¡Oh!-se asombró la más elegante-¡Aun existen hombres dispuestos a ayudar a damiselas en apuros!

Le dediqué una de mis sonrisas para luego llamar la atención de la bestia con un fuerte silbido. La cabra me fulminó con la mirada mientras comenzó a dar coces con una de sus patas delanteras.

-Vamos pequeña-la provoqué mientras mis ojos tomaban el color carmesí y demoníaco que nos diferenciaban del resto de especies-Soy solo para ti.

Entonces la cabra comenzó a bufar levantando una gran polvareda con el aire que salía disparado por sus fosas nasales. Su cabello se erizó tomando la consistencia de la roca y de sus pezuñas emergieron agujas que ahora amenazaban mi existencia.

-¡Tú!-me llamó la atención la fémina con la espada floral-¡Chico cabra! ¿Piensas divertirte tu solo?

-¿Cabra?-entonces me di cuenta de que tanto los cuernos de la bestia como los míos tenían prácticamente la misma forma.

-¡Cuidado!-gritó la otra mujer.

Cuando quise darme cuenta la cabra estaba sobre mí. Tuve tiempo para saltar y conseguir clavar una de mis espadas en su frente. Después salí despedido por los aires y acabé sobre una de las ramas con un golpe en el estómago y cayendo de golpe en el suelo.

-¡¿Estás bien!?-se acercó la mujer que se había ausentado de la batalla y me colocó la mano sobre el estómago desnudo en donde el tronco me había causado una rozadura sangrante.

Su rostro se contrajo mientras su lengua saboreaba el carmín de sus labios. Sus ojos centellearon mientras sus manos comenzaban a temblar. Mi mente recordó aquel día cuando aún era un niño demoníaco, aquel chico que probó mi sangre. ¿Cuál era su nombre?

-¡Chico cabra!-gritó la otra muchacha-¡Un poco de ayuda no me vendría mal!

Entonces me levanté apreté ambas esferas y las espadas volvieron de nuevo a mis manos en forma de humo. Observé como aquella bestia se mantenía inmovilizada por enredaderas de un enorme grosor.

-No aguantaré mucho-dijo ella sosteniendo sus brazos sin poder moverse para mantener el hechizo cuando pasé por su lado.

En aquel momento me dirigí al cuello de la bestia clavé mis espadas y con todas mis fuerzas intenté cortárselo desde la garganta. Pero el pelaje de la cabra intentaba arrebatarme las armas y unos finos filamentos de este se clavaron en mis manos obligándome a alejarme de la invocación, desarmado.

-¡Aaaaaaaaaaaah!-gritó la conjuradora cuando de repente dos alas de mariposa emergieron de su espalda al mismo tiempo que sus ojos rojos e intensos proyectaban una gran luz carmesí.

Las enredaderas se marchitaron y la ceniza que emergió de ellas comenzó a rodear a la bestia introduciéndose en forma de proyectiles por todo su cuerpo provocando que su sangre tiñera el suelo de negro.

-¡Al suelo Ian!-gritó Orem desde la profundidad del bosque.

El muchacho apuntó con aquel gran bazooka con la apariencia de un dargón y apretó el gatillo para que un proyectil con el grosos tan grande como el tronco de aquellos árboles se dirigiera a gran velocidad hacia la bestia.

Un gran agujero se formo en el estómago de la cabra gigante, justo donde el proyectil había chocado. El animal cayó al suelo mientras la fémina se desmayaba de nuevo sin alas y tan sensual como antes.

La otra mujer se acercó al animal sacó una especie de vial y lo abrió. La cabeza de la cabra se trasformó en humo y se introdujo en el frasco antes de que el resto de su cuerpo se trasformara en aquel viscoso líquido negro.

-Gracias Ian-dijo ella recordando mi nombre-Por ayudarme.

-¿Y yo?-preguntó Orem iluso mientras el dragón metálico se trasformaba en una miniatura viviente y se introducía por el brazalete que mi compañero se había equipado minutos antes.

-Si no hubiera sido por él, seguramente estuviéramos muertas.

-Bueno-dije-Ella hizo bastante.

-Pero mira como acabó.

-¿Cuál es tu nombre señorita?

-Daliana-respondió haciendo una reverencia-Se hace tarde. Llevo tres días fuera del castillo. Tengo que volver antes de que me tomen por renegada.

-Si vas a pie no llegarás a tiempo-dijo Orem mientras cogía a la muchacha desmayada en brazos sin esfuerzo alguno.

-No hay problema-dije-Le prestaremos uno de nuestros caballos.

-¡¿De verdad?!-sonrió ella-¡¿Harías eso por mi?!

-Eso digo yo-susurró Orem-¿Porqué solo se dirige a él?

-Claro-dije-Nosotros podemos llegar a pie.




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domingo, 27 de marzo de 2011

Remake. El lago helado

Seguidores de Sacrificio. después de una semana y una larga espera llega el capitulo 8. Espero que os guste y que espereis con ansia el siguiente. Una fabulosa historia de demonios.








-¡Ian!-me gritó él desde unos metros más adelante mientras su córcel el cual había sido anteriormente negro ahora resplandecía de un rojo intenso.

-¿Sí?

Hacía ya bastante tiempo que habíamos dejado el bosque atrás. Incluso habíamos cruzado el río sin ningún problema ya que un tronco nos sirvió de puente. Ningún peligro nos acechó en el primer tramo del camino, los vigilantes hacían bien su trabajo limpiando las amenazas que podrían surgir alrededor de la ciudad de la oscuridad.

-Deberíamos de acampar-dijo Orem-El sol está a punto de ponerse, llevamos medio camino recorrido y las monturas palidecen, están cansadas.

-Tienes razón-dije sintiendo como mis tripas gruñían hambrientas.

-Busquemos un buen sitio para parar-dijo él mientras reducíamos el ritmo de nuestro paso al mínimo buscando un punto en aquel bosque de pinos-Aquí está bien.

Descabalgué mi yegua ahora blanca y observé como mi compañero abría su gran mochila para rebuscar en ella. Entonces sacó una especie de flauta y comenzó a tocarla. Mi rostro se contrajo un tanto extrañado, teníamos que acampar y él se mantenía tocando una hermosa melodía con su flauta, allí sentado en el suelo mientras miraba el suelo como si fuera la única preocupación de la noche.

-Esto,…-dije sintiendo como se levantaba una brisa y me erizaba la piel-Orem…

Entonces observé como esa misma brisa empezó a remover el suelo cubierto por las hojas. Primero se formó un cubículo con las hojas que bailaban de un lado hacia el otro y cuando me quise dar cuenta la arena, el barro y la piedra del suelo comenzaron a moverse con ellas.

-¿Qué es esto?-me pregunté observando cómo se formaba un iglú de un gran tamaño y mantenía la forma mientras la melodía de la flauta de mi compañero se apagaba poco a poco.

-Vamos dentro-dijo él-Antes de que comience a llover.
Miré al cielo a través de una apertura en la copa de aquellos árboles y sentí como las nubes comenzaban a escurrir pequeñas gotas de agua. Ni siquiera me había cerciorado de ellas hasta que él había hablado.

Y allí estaba él observando como sobre una alfombrilla que él mismo había extendido sus armas resplandecían intactas y nuevas. Me acerqué a tiempo de que la puerta del iglú se cerrara con una gran roca que dejaba entrar una cantidad razonable de la brisa natural que ahora se levantaba en el exterior.

-¿Qué ha ocurrido ahí fuera?-pregunté ignorante.

-Verás-dijo-Conozco a un herrero que está intentando juntar la magia con los utensilios y armas que él mismo forja. Me pidió que probara algunas de ellas para comprobar que la armnonía que quiere crear es tan natural como la propia tierra. Lo que acabas de ver es una flauta invocadora de refugios. Según él es capaz de crear un refugio en los lugares más inhóspitos, y bueno, acabamos de ver su efecto.

-¡Qué interesante!-me arrodillé junto a él y observé como en medio de aquellas espadas se podían observar utensilios como una especie de guantes con un extraño artefacto en su palma, un brazalete de cobre o una diadema de plata. Todos ellos con inscripciones demoníacas propias de las brujas de mi ciudad.

Mis tripas rugieron de nuevo y mi cabeza comenzó a dar vueltas. Primero sentí como si el cuerpo me pesara y antes de que pudiera darme cuenta me encontraba tumbado sobre el regazo de mi compañero el cual me colocaba un paño húmedo en la frente.

-¿Estás bien?-preguntó mientras aquella sensación se hacia cada vez más débil pero no llegaba a desaparecer.

-Estoy,… un poco mejor-respondí mientras le miraba.

Entonces experimenté la sensación del íncubo hambriento. De repente Orem me parecía tan atractivo que aquel desdichado lugar me parecía el sitio idóneo para alimentarme. Pero para cuando mi mente comenzó a reaccionar por si misma mis labios se mantenían humedecidos por la saliva del muchacho.

-¡¿Qué ha sido eso?!-preguntó alarmado mientras se deslizaba aterrado a la parte más alejada del iglú.

-¡Lo siento!-dije-¡Es qué tengo mucha hambre! ¡Y si no me alimento de carne tengo que alimentarme de alguien!

-Vale, vale…-su rostro aterrado me parecía sumamente divertido-Iré a cazar algo, quédate aquí quietecito ¿entendido?

-No aguantaré-dije con una voz un tanto insinúate mientras mi dedo índice limpiaba la saliva que caía por uno de los extremos de mis labios.

-¡Suerte que estamos en nuestro mundo y que la carne de los animales tienen cualidades demoníacas!-se dijo para si mismo intentado ignorar mi actitud seductora-¡Llegamos a encontrarnos en cualquier otro mundo y me muero del asco!

-Puedo hacer que mueras feliz-ahora ya no controlaba mis palabras.

-¡Qué os pasa conmigo!-gritó.
Los ojos de Orem comenzaron a brillar pero no porque estuviera haciendo uso de sus poderes demoníacos los cuales desconocía si no porque quizá estaba a punto de llorar desesperado por temor a caer en mis manos. Entonces consiguió esquivarme a tiempo y salir por la apertura que ahora se abría automática en la entrada del iglú. Me apresuré a alcanzarlo pero cuando salí ya no había nadie, había sido veloz en desaparecer.

Las gotas de lluvia me azotaron, la humedad que ahora cubría mi cuerpo casi se trasformaba en vapor de lo caliente que estaba mi piel. Me refugié de nuevo en el iglú de piedra y busqué algo con lo que entretenerme para no pensar en cómo mis tripas rugía una y otra vez.

-Qué extraño-me dije mientras cogía uno de esos guantes de cuero marrón que me resultaban verdaderamente interesantes-Parecen totalmente normales-me aseguré de que no escuchaba a mi compañero a las afueras del refugio mientras me lo ponía en la mano izquierda-Supongo que no le importará que les eche una ojeada.

Senti mientras me ponía el guante que este me quedaba enorme pero cuando terminé de introducir mi mano este se ajustó a mi medida como por arte de magia. La pequeña perla verde que se mantenía incrustado en la palma de mi mano, acompañada con un engarce de encantamientos comenzó a brillar al compás de la otra perla que aguardaba en un segundo guante.

Sintiendo aun más curiosidad de la que había sentido antes me coloqué el otro guante en mi mano derecha y de nuevo ajustándose a mi medida ambas perlas cesaron su proyección de luz. Giré mi cabeza observando con rareza aquellos guantes verdaderamente extraños. Deslicé mis dos dedos índices sobre las perlas y comencé a acariciarlas. Entonces sentí como las perlas comenzaban a brillar incitándome a apretarlas como si se trataran de un botón.

De repente un humo dorado emergió de ellas y antes de que pudiera reaccionar dos espadas se posaban en mis manos. Unas manos asustadas que las soltaron como si se trataran de la rozadura de un espectro.

-¡Aaaaah!-grité mientras las espadas caían sobre el resto de armas.

Entonces mi mente más curiosa que de costumbre pensaron que si apretaba de nuevo las perlas otras dos espadas emergerían de la nada, y así continuamente. Si estaba en lo cierto estos guantes podrían ser el futuro de una herrería portátil.

-Deja de soñar Ian-me dije mientras las espadas tomaban de nuevo la consistencia de humo dorado y regresaban a mis manos-Bastante tienen con poder aparecer.

Escuché unos pasos en el exterior. Me apresuré a quitarme los guantes y a dejar las espadas entre la marabunta de armas. Después me tumbé en el suelo y disimulando sentí como mi compañero se adentraba en el refugio.

-Solo he podido encontrar esto-dijo mientras me mostraba cinco conejos de la noche colgados boca abajo en sus manos.

-¿Solo?-pregunté-¿Cuánto sueles comer?

-Cinco de estos es un tentempié.
-Yo con uno me conformo-dije mientras él rebuscaba en su mochila seguramente algún otro misterioso objeto-El resto te los dejo a ti,… compañero.

-Come lo que tengas que comer, pero no vuelvas a lanzarte sobre mí-dijo con seriedad mientras tomaba una especie de rama y un mechero-O te mataré antes de que puedas presentarte ante los cuatro monarcas.

-Lo siento.

Acercó la llama del mechero a la ramita de madera y se formó una gran hoguera. Aquello no era nada fuera de lo común, había unos árboles específicos que prendían demasiado. De hecho quedaban pocos en el mundo, conseguir una de sus ramas quizá podría hacerte rico.

-¿Te gusta la carne tan cruda?-pregunté impaciente porque la carne de mi conejo cuyo pelaje negro permanecía en la mochila de Orem, tomara un color más quemado para poder comerla.

-La pongo al fuego para calentarla, me gusta poco hecha.

-De hecho te gusta no hecha-bromeé-Esa aún sangra.

La verdad es que estar con él me agradaba. Me sentía agusto, tanto conmigo mismo como con él. Ahora podía mirarlo de nuevo como a un compañero y no como a una presa. Quizá si dejaba a un lado el hecho de que estaba aquí por encargo, quizá podría verle como un amigo.

-¿Por qué estabas tan nervioso?-pregunté.

-No se te escapa ni una.

-Me dijiste que luego me lo contarías,… y aun sigo esperando-le sonreí.

-Está bien, solo espero que no pienses que soy diferente de lo que ves-comentó antes de comenzar a trasmitirme todo lo que le había pasado. En ese mismo instante mis ojos se fijaron en él y mi mente cabalgó hasta el mismo momento en el que le pasó aquello.
“El distrito de los licántropos se situaba cerca del centro en la ciudad de la oscuridad. Era uno de los barrios a los que se tiene que acceder para poder alcanzar el castillo de cualquiera de los cuatro monarcas.

Un lugar familiar donde las manadas de licántropos caminan sin la preocupación de ser atacados por sus hermanos. Más que un barrio parecía un pueblo dentro de la ciudad, incluso la luna roja como la sangre observaba con orgullo esa parte del infierno.

Su cuerpo giró en el aire hasta situarse en la espalda de su contrincante. Su brazo musculoso impulsó su puño hasta golpear la espalda del otro joven casi idéntico a él. Lo único que les diferenciaban era la forma de sus cabellos. El primero media melena y grasientos, y el segundo cortos y de punta.

-Muy inteligente-comentó el segundo mientras se incorporaba del golpe-Se nota que has aprendido de mí.

-Ezequiel-carraspeó su garganta el primero-Llevo décadas intentando no ser como tú.

-¡Bastardo!

-Me suelen llamar Orem-sonrió.

Ezequiel pareció enloquecer cuando su cuerpo desnudo se trasformó en el de un hermoso lobo de pelaje negro de apenas dos metros, con una pequeña mata de pelo blanca en su pecho.

-Cómo te gusta alardear-dijo él mientras esquivaba los placajes de su hermano gemelo con ágiles movimientos.

Entonces apareció una muchacha de largos cabellos platinos vestida con un acogedor vestido blanco. Las lágrimas se desprendían de los ojos de la muchacha y sus puños temblaban hasta alcanzar un nivel de alta preocupación.

-¡Shayla!-gritó Orem cuando la vio de res pabilón al haber dado una vuelta en el suelo de piedra.
-Lo he perdido-dijo ella-El pendiente que me regalaste, lo he perdido…

El muchacho se quedó perplejo observando como el rostro de la muchacha se contraía de dolor, sus rodillas vencían y caía al suelo angustiada. Ezequiel no dudó en aprovechar ese momento para derrotar a su hermano. La envidia embriagaba las ahora garras del lobo que encarnaba y su mente cavilaba la forma de sorprender a los monarcas de la ciudad, al menos antes de que su hermano mejorara más de lo que lo estaba haciendo.

-¡Ezequiel!-gritó Orem sosteniendo las fauces de su hermano con el sudor de sus manos las cuales sangraban-¡Detente!

La pierna del muchacho consiguió apartar a la bestia. Ezequiel rodó unos metros mientras su hermano ahora encarnaba la forma de un lobo completamente negro. Aquellos ojos rojos se clavaron los unos con los otros.

Aquellos dientes resplandecían bajo el sol negro mientras aquella dama se percataba de lo que estaba a punto de ocurrir. Antes d eque se pudieran abalanzar el uno sobre el otro la muchacha se colocó en el centro.

-Deteneos por favor-dijo sin ser escuchada-¡He dicho que os detengáis!

Los lobos se acercaron a ella y como si se trataran de dos cachorros desamparados esperaron una caricia por parte de la muchacha. Pero esta solo golpeó sus morros con dos ligeros puñetazos.

-¿A qué ha venido esto?-preguntó Ezequiel mientras retornaba a su forma de humano desnudo.

-No tengo la culpa, él empezó-dijo Orem repitiendo el proceso de trasformación.

-Tú-señaló al del cabello corto-¡La protección va a empezar en poco tiempo! ¡Ve a prepararte!

-Mandona-dijo él mientras se alejaba sin pudor alguno.

-Tranquila-dijo él-Me dijeron que mi compañero será el último en ser nombrado. Puedo ir a recuperar el pendiente.

-Lo siento-dijo ella lanzándose hacia los grandes brazos del muchacho.

-No-dijo él un tanto nervioso-no te preocupes de verdad.

Entonces los labios de la muchacha besaron a los de Orem. La suavidad de su tacto y la calurosidad que este trasmitían provocaba que el muchacho se sintiera sumamente agusto.

-¿Cómo lo harás?-preguntó ella.

-Rastrearé tu olor-respondió-Repetiré tus pasos y lo encontraré,… resérvame dos monturas en el establo, por favor.

-¡Claro!-dijo ella-Te he dejado la ropa preparada encima de tu cama. No he querido tocar la foto de tu padre,… sé que la tienes mucho aprecio.

-Es lo único que me queda de él-dijo-Gracias Shayla, de verdad.

Y trascurrió el tiempo. Cuando Orem se quiso dar cuenta estaba vestido con la ropa que le fue entregada para la última prueba del hombre-lobo mayor. Si conseguía traer con vida a su protegido, pasaría a ser un licántropo oficial. Solo tendría que presentarse ante uno de los cuatro monarcas y hacerse conocer.

Aunque ¿Cómo no iban a conocer a los hijos del renegado? ¿A los hijos del hombre que fundó uno de los más peligrosos enemigos de la ciudad?

El olor se bifurcaba en el camino. Ahora dudaba cual debía de coger. Si aquel hecho de piedra blanca y embriagado de frialdad, o al contrario el otro que se adentraba en el distrito de los demonios ígneos, un distrito donde arder era algo normal.

-¿Perdona?-dijo cuando vio a una fémina.
-¿Te pasa algo?-contestó ella con frialdad.

Se trataba de una muchacha de larga estatura. Con un cabello ondulado y oscuro y dos pequeños cuernos que emergían a través de su frente. Su piel trasmitía un abrasador calor incluso a unos metros de ella.

-No te robaré mucho tiempo-sonrió él arrascándose la cabeza con simpatía-Sólo responde ¿Izquierda o derecha?

El azar era lo único que le guiaba cuando no sabía que hacer. Y ahora estaba en manos de aquella demonio ígnea el elegir el rumbo del licántropo.

-No es mi problema-dijo ella-Elige donde morir, pero no salpiques cuando lo hagas pues otros limpiaran lo que tu ensucies.

-Qué simpática-ironizó él.

-Solo bromeaba-sonrió ella abandonando un poco su frialdad pero sin poder evitarla del todo-¿Qué prefieres el calor o el frío?

-¿Qué prefiero?-repitió la pregunta. Pero entonces su mente pensó en Shayla-¿Qué prefiere?

“-Prefiero mil veces viajar a la nieve que ir al desierto-“resonó en su mente “-Puedo soportar el frío y si no lo hago siempre me queda la opción de transformarme en loba. Pero el calor,… aun estando desnuda lo sufro-”

-¡Gracias!-dijo él mientras se apresuraba.

-Adiós…-dijo ella tan bajo que nadie la escuchó.

El olor le condujo a través de un bosque completamente nevado. Unos árboles que le abrieron paso hasta llegar a una pequeña montaña. El sol hizo que algo brillara verde, tan verde como el rubí.
-Ahí está-se dijo él mientras clavaba sus uñas para escalar con velocidad la pequeña montaña.

Entonces lo cogió. El pendiente se había mantenido allí en medio de la nieve, si hubiera tardado un poco más, quizá unos minutos el pendiente hubiera desaparecido bajo la nieve.

-Ha faltado poco.

Pero entonces la montaña cedicó y la parte en la que estaba apoyado se desprendió u ambos se precipitaron al vacío.

Primero sintió el golpe de las rocas sobre su cabeza. Después como la nieve se derretía ante su tacto y segundos más tarde como el agua completamente helada penetraba en su cuerpo y le hacía entrar en la más profunda incosciencia.

No se supo cuanto tiempo pasó cuando sus ojos comenzaron a abrirse. Entonces sintió como su cabeza se mantenía apoyada sobre algo que no era la roca y mucho menos ela gua helada a la que había caído. Cuando sus ojos actuaron con normalidad pudo vislumbrar una hermosa figura.

Su piel tan blanca como la nieve se mantenía completamente desnuda bajo Orem. Sus pechos le impedían ver su rostro al completo, pero sus largos cabellos blancos recorrían su cuerpo y se posaban en el suelo. Dos brillantes ojos azules le miraban con frialdad mientras unas manos tan frías como el hielo jugueteaban con su cabello.

-¿Estás bien?-dijo una voz sedosa e inexpresiva.

Orem se incorporó sobre saltado y la torpeza que ahora le acompañaba provocó que sus rostro cayera sobre el de ella. Ahora ella estaba tumbada bajo él, con un rostro contraído en sorpresa mientras sus pechos eran aplastados por los músculos del muchacho. Los labios del licántropo no podían separarse de los de la fémina pues el frío que los recubría había provocado que estos se pegaran a los suyos. Entonces ella esbozó una sonrisa mientras se podía distinguir con dificultad como su rostro se ruborizaba.

-¡Lo siento!-dijo él mientras tiraba con todas sus fuerzas e ignoraba el dolor que esto le producía al separarse de ella.

-Me llamo Dana-dijo ella de nuevo con su voz sedosa e inexpresiva-Y solo tengo ojos para ti.

-¡Aaaaaaaaah!-entonces Orem salió despavorido. Aquella muchacha le observaba con unos ojos embriagados en felicidad.”

-Después te encontré-dijo él.

-Dicen que los demonios de la nieve tienen poca esperanza de vida-expliqué recordando los libros de demonología-Qué cuando aun son crías no logran soportar la temperatura de sus padres y que esto les provoca que casi mueran. Y que es en la última etapa de su enseñanza cuando tienen que luchar contra el más temible frío, y que si una pizca de calor les roza puede que no sea tan fríos como el resto y esto provoca que sean sentenciados.

-¡¿Enserio?!-gritó Orem histérico mientras un pedazo de conejo salía disparado desde su boca-¡¿Ha podido morir por mi culpa?!

-Si tu historia es real-dije-O una de dos, o esa tal Dana está sepultada o la han acogido como algo diferente. La ciudad oscura también ha avanzado ¿Desde cuándo un íncubo va a por un gólem?





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lunes, 14 de marzo de 2011

Remake. El encargo

Bueno. Hoy os daré un pequeño regalo pero no espereis nada hasta la próxima semana :)

capitulo 7 :)




-¿Qué te pasa mamá?-le pregunté-¿Por qué lloras?

-Parece que fue ayer cuando te leía cuentos antes de dormir-dijo Tifany ahogada en sus propias lágrimas-Mírate, te pareces tanto a tu padre…

Había pasado mucho tiempo. Mis cabellos rubios y apagados descansaban sobre mis hombros mientras una gran cornamenta torcida emergía entre ellos.

-Estoy un poco nervioso-dije mientras me aseguraba de que aquel chaleco de tela negra se pegaba bien a mi cuerpo.

-Lo harás muy bien-me dijo ella acariciando mis abdominales que se mantenían al desnudos hasta la cintura donde comenzaba los pantalones largos a juego con el resto de mi vestimenta.

-Es la primera vez que salgo de la ciudad-comenté aun nervioso mientras giraba con torpeza la llave para candar la puerta de la casa-¿Qué tuviste que hacer en tu examen de graduación mamá?

-En realidad no me lo hicieron-dijo-Dijeron que era una alumna excelente y antes de que pudieran darme el encargo llegó un enviado de los cuatro monarcas y me dijo que tenía un puesto en la corte.

-¡Jo! ¡Qué suerte!

-Pero recuerdo que a tú padre le tocó conseguir una escama de dragona-dijo orgullosa-La encantó y cuando la dragona quiso anhelarlo entre sus garras le extrajo la escama y se marchó.

-¡Papá tuvo que ser un gran íncubo!

-Lo fue-dijo ella sonriente mientras me peinaba el cabello con sus dedos.

Sentí como mi estómago temblaba nervioso. Me agaché en varias ocasiones para asegurarme de que los cordones de mis botas estaban bien atados. Y aun sabiendo que lo estaban me volvía a agachar para desatarlos y volverlos a atar con más fuerza.

-¡Alumnos de último año!-habló la profesora desde aquella tarima observando a los diez alumnos de grado superior con emoción-¡Ha llegado el momento de que hagáis vuestro último examen!

-¿Estás nervioso Jierre?-le pregunté a mi compañero que jugueteaba con sus dedos.

-No-dijo-Pude mirar la lista esta mañana y sé que me mandarán al lago.

-¿Te colaste en la escuela?-susurré alarmado.

-Solo entré sin que nadie se diera cuenta.

-¡Y ahora nombraré a los alumnos y sus respectivas misiones!-dijo ella de nuevo-¡Cómo ya sabéis se os asignará un compañero de otro dominio para elaborar la misión! Saben que tienen que acompañaros pero tenéis que ser vosotros quienes vayan a buscarles.

-¡Agatha tienes que ir al desierto de la pesadilla y conseguir un colmillo de salamandra!-dijo mientras mi compañera se acercaba a la tarima y recibía la fotografía de su acompañante. Después tras un estruendo de aplausos se marchaba a comenzar su encargo.

-¡Jierre al lago, una ventosa de kraken!-mi compañero fingió sorpresa y después hizo lo mismo que mi compañera.

-¡Maca tu misión es adentrarte en el bosque nevado y conseguir un ojo de yeti!

Y así trascurrió el tiempo mientras mis compañeros tomaban la foto y se marchaban a buscar a su compañero para salir cuanto antes de la ciudad para comenzar la misión. Poco a poco fueron quedando menos alumnos, hasta que al final solo quedé yo.

-¡Y por último Ian!-miré a mi madre que estaba más nerviosa que yo-¡Tu misión es acercarte a las montañas y conseguir musgo de gólem!

Me sorprendí un poco. En clase habíamos dado la naturaleza de estas criaturas de roca viviente, el musgo solo crecía en sus cabezas y medían más de cien metros. Nunca había visto uno pero esperaba que el compañero que se me iba a asignar, el mismo que supervisaría mi encargo me fuera verdaderamente de ayuda.

Se trataba de un hombre joven y bastante apuesto. Su rostro trabajado y unos cabellos morenos y azabaches que se apoyaban en sus hombros en forma de media melena. Giré la fotografía y observé la dirección que me aguardaba. Antes de que pudiera darme cuenta mis nervios me conducían a través de las calles de los dominios de lo visionarios.

Se trataba de un barrio cuyas casas eran completamente grises. La verdad que apenas llevaba allí tres minutos y me estaba agobiando. Sus varones o la gran totalidad de los que podía ver por las calles eran completamente calvos, con extrañas marcas en sus cabezas. A diferencia de las féminas las cuales tenían hermosos cabellos que emergían de una parte de la cabeza, la otra se mantenía lisa y brillante.

Me apresuré a salir de allí para adentrarme en los dominios de la nieve. Ahora comprendí el porqué del cartel que lo nombraba con aquel nombre. Sus casas estaban completamente cubiertas por la nieve e incluso me costaba andar por el suelo pues mis botas se hundían en una profunda capa de nieve. Pero allí no parecía importarles. Tanto los varones como las féminas vestían kimonos de colores fríos que hacían juego con los tonos apagados de sus cabellos. Si el rubio de los míos hubiera sido de un tono más muerto hubiera podido pasar desapercibido, pero no lo hice.

De vez en cuando me encontraba con una mirada tensa y fría o con un apagado saludo que me daba la bienvenida a aquel barrio que me ponía de los nervios. Me había criado en un ámbito alegre y folclórico, con risas o jadeos que envolvían las calles. A diferencia de este que el silencio solo era combatido por el caminar de aquellos zuecos de gran altura que producían que aquellos demonios parecieran caminar sobre la nieve.

Observé de nuevo la foto y me cercioré que los dominios que relucían al pie de esta se encontraban justo después de estos. Aquel muchacho era bastante apetitoso y de no encontrarme en aquel estado de nervios estaría tramando como tenerlo para mi solo. Pero lo que ahora pensaba era salir de aquel barrio cubierto por esta capa blanca, encontrar a mi compañero y salir cuanto antes para regresar pronto.

Estaba seguro de que la misión no me llevaría poco tiempo. Seguramente tardaríamos días en llegar a las montañas y los peligros que nos acompañarían durante el trayecto atrasarían más la misión. Pero para eso había sido entrenado, para enfrentar peligros y para servir a los cuatro monarcas cuyos rostros ni siquiera había visto.

-¡Lo siento!-dije cuando separé mis ojos de la foto y choqué contra una muchacha de cabellos tan blancos como la nieve amarrados en un moño con dos palillos azules a juego con su kimono del mismo color.

Pero no dijo nada, tan solo se detuvo. Sus ojos azules se clavaban en la fotografía de mi compañero la cual se mantenía en mis manos. Dedicándole una sonrisa que esperaba que pudiera mirar comencé a hablar con educación.

-Disculpe pero ¿Le conoce?-entonces sus ojos se clavaron en los míos y antes de que pudiera darme cuenta aquel azul penetrante tornaba a un rojo carmesí-¿Sabe dónde puedo encontrarle?

Y sin responder a ninguna de mis preguntas se alejó. Cuando quise darme cuenta mis pues se mantenían encerrados en una prisión de hielo que impedía que me moviera. Fue demasiado tarde el querer mirarla pues cuando lo hice se alejaba como si se tratara de la nieve que ahora caía desde el cielo.

-¡Socorro!-grité histérico sintiendo como aquella prisión insensibilizaba mis pies.

-Oh-se acercó un joven con los ojos tan azules como la otra demonio de hielo. Su voz era inexpresiva y suave-No la culpe, la pobre ha sido maldita desde que nació.

-Muy amable-dije irónicamente-Pero no me encuentro en un buen momento para mantener una bonita conversación sobre tu vecina. Tengo un poco de prisa ¿Le importaría a este apuesto caballero deshacerme de las cadenas que me impiden moverme?

Sabía que a estos tipos de demonios había que tratarlos con más educación que al resto. Si conseguías penetrar en su frío corazón con ofensas podías ser una estatua de hielo el resto de tu existencia.

-Oh, claro-dijo él mientras sus ojos se volvían rojos y brillantes, soplaba hacia mis pies y un viento ensordecedor emergía de sus labios, apartaba la nieve de mi alrededor y rompía el hielo que me mantenía preso-Disculpe.

-Muchas gracias-dije ejercitando mis pies-He de irme. ¡Nos vemos!

Por muy sinceras que hubieran sonado mis palabras esperaba no volver por allí nunca más. Mi primera visita a aquellos dominios y había sido una gran mala experiencia.

De nuevo recordé al vampiro que alguna vez conocí cuando era niño. Poco a poco iba olvidando su rostro y mientras me alejaba de allí lamenté el solo poder recordar su nombre…Jake.

-¡Ian!-escuché mi nombre en aquellos dominios cuyo cartel había ignorado-¿Eres el íncubo verdad?

-Esto…-me bloqueé pues aquel muchacho me miraba de arriba abajo con aquellos ojos azabaches un tanto inseguros.

Sus pectorales eran de un tamaño mucho mayor al de mis puños. Su cuerpo musculado se ocultaba tras una camiseta de manga larga remangada hasta los codos y tremendamente ajustada a su cuerpo. Un bello tan azabache como su media melena perfilaba su rostro y acababa bajo su labio inferior. Su voz era tan suave que desentonaba con aquel cuerpo imponente.

-Aunque… a decir verdad no te pareces mucho al de la fotografía-dijo.

Miré la foto y observé cómo me mantenía posando con un gesto gracioso y con los ojos extraviados en el vacío.

-No me gustan las fotos-comenté sonriente mientras le comparaba a él, idéntico con el que posaba serio en la mía.

-Orem-dijo extendiendo la mano aliviado por haberme encontrado.

-Creo que ya lo sabes pero yo soy Ian-dije dándole mi mano y sacudiendo la suya con educación-¿De verdad estás nervioso?

-Esto…-dijo él arrascándose la nuca-Sí… ¿se me nota mucho?-dijo él sintiéndose desnudo ante mí ya que sabía lo que sentía con tan solo mirarle a los ojos.
-Tranquilo, a mí también me crispa los nervios el tener que colocarme frente a un gólem gigante.

-¡Ah!-sonrió-A mí eso no me preocupa.

-¿Entonces qué es lo que te tiene tan alterado?

-Te lo contaré por el camino-comentó mientras se acercaba a una enorme mochila-Me he asegurado de reservar montura para nuestro viaje.

-Muy amable-dije mientras me giraba temeroso ante los dominios anteriores-Entonces emprendamos nuestro viaje.

-¿Te importaría coger los pasadizos?-me susurró al oído-Los demonios de hielo me ponen los pelos de punta.

-Creo que no has podido describir mejor lo que siento al pensar caminar por esas calles nevadas.

No hubo discusiones en infligir aquella pequeña regla. Caminamos por los pasadizos de la ciudad oscura hasta llegar al agujero que nos situaba justo al lado del establo. Había tenido suerte al haberme asignado aquel compañero, era muy simpático y sus carcajadas eran tan pegadizas que hasta yo era preso de sus bromas.

-Aquí los tienes Orem-dijo una muchacha de largos cabellos rubios.

-Gracias Shayla-dijo él-Te debo una de verdad.

-Ten cuidado por favor-dijo ella mientras se abalanzaba a sus brazos para darle un abrazo al grandullón-Tengo algo que darte cuando vuelvas.

-Entonces tendré que volver-sonrió Orem mientras se montaba sobre aquel caballo negro traído desde el mundo humano y endemoniado para poder correr a más velocidad y poder aguantar grandes pesos.

-No te conozco-me dijo la muchacha-Pero cuida de él porfavor. Es demasiado impulsivo.

-Tranquila señorita-dije educado mientras hacía una elegante reverencia, como si Shayla se tratara de una princesa a la cual yo servía-Su fiel seguidor regresará sano y salvo.

Sin poderlo prever aquella muchacha se abalanzó sobre mí y me dio un fuerte abrazo. Su ropa blanca y ajustada rozó mis abdominales desnudos y provocaron que me riera de las cosquillas que me provocaba.

-Ten cuidado con el Kraken-dijo Orem sonriente-No dejes que os atrape.

Y después de despedirnos de aquella Shayla los portones de la muralla de la ciudad oscura se cerraron detrás de nosotros. Ahora cabalgábamos a gran velocidad bajo aquel sol negro cuya luz no penetraba en la frondosidad del bosque el cual atravesábamos a gran velocidad con el centellear de los ojos y el pelaje rojo que nuestros corceles habían adquirido al activar parte de su no natural don demoníaco. A decir verdad mi yegua blanca imponía demasiado con aquella nueva apariencia.





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domingo, 13 de marzo de 2011

Remake. La infancia de un demonio

Bueno chicos!

Tras una semana llega el primer capítulo de la segunda entrega de este fabuloso remake de sacrificio. No os adelantaré nada, tan solo contemplar cada recoveco que este sol negro alumbra.

Bienvenidos al mundo de la oscuridad. Aquí el capítulo 7.



Aun recuerdo la caída de hojas de la copa de los árboles de sangre, como el suelo se cubría de negro antes de que sus hojas comenzaran a sangrar tiñéndolo de aquel carmesí brillante que relucía aun cuando las nubes cubrían los cielos.

-¡Vamos Ian!-gritó aquella fémina de hermosos y largos cabellos rubios los cuales cubrían unos cuernos retorcidos y sedosos.

-¡Voy mamá!-grité dejando de jugar con aquellas hojas que habían pringado mis manos de sangre de árbol.

Me apresuré a acercarme a ella y abrazarla como cada noche, esta vez manchando su vestido de rojo. Ni siquiera la importó que lo hiciera, me cogió en brazos y me dio un beso en la mejilla.

-Te han crecido-dijo golpeando con gracia dos pequeños cuernos que asomaban a ambos extremos de mi cabeza.

-Claro-dije enorgulleciéndome-Ya soy un íncubo de grado medio.

Ella me dedicó aquella sonrisa. Una sonrisa capaz de alegrar hasta a la oveja que sabía que iba a ser devorada por el lobo. Mi vida iba como deseaba, y no podría ir a mejor.

-¡Tifany!-gritó la profesora antes de que nos alejáramos de la escuela de seducción para jóvenes demonios-¿Puedo hablar un momento contigo?

-¡Claro!-dijo mi madre un tanto agotada por el duro trabajo que ejercía en la ciudad de oscuridad-¿Qué ha pasado?

-Es sobre tu hijo-dijo ella-Tiene una peculiaridad que le diferencia del resto de la clase.

Mi madre me miró un tanto preocupada y antes de que pudiera darme cuenta me dedicaba una sonrisa para que no me preocupara. Entonces la profesora comenzó a hablar con tal seriedad que incluso temí el contenido de sus palabras.

-Los demonios sexuales solemos antojarnos de criaturas del sexo opuesto, les hechizamos y los utilizamos para nuestros fines-explicó.

-Sí-dijo mi madre.

-Ian tiene un control especial con los demonios de su mismo sexo-la profesora observó la cara de preocupación que se dibujaba en el rostro de Tifany-No,… no me mal interprete, su poder también afecta a las del sexo opuesto, solo que es algo que no había visto nunca.

-¿Cariño?-mi madre se colocó a mi misma altura y me miró a los ojos-¿Por qué ellos y no ellas?

-Vosotras sois muy aburridas-dije con total confianza en mis palabras-Me lo paso mejor con ellos, al menos me prestan un poco de resistencia, y eso me divierte. Además,… saben mucho mejor.

Ambas comenzaron a reírse, todo mi barrio escuchó aquellas carcajadas, e incluso el suelo dejó cavidad en las lágrimas que salían de sus ojos. Yo las sonreí sin comprender mucho cual era la causa de su felicidad.

-Muchas gracias-dijo la profesora-Por dedicarme este poquito tiempo. Sé que el trabajo en la corte de los cuatro Monarcas es agotador, sobre todo para una súcubo como usted.

-Tranquila-dijo mi madre-A veces extraño el tiempo libre que tenía antes, es bueno sonreír de vez en cuando. La cultura humana dice que se ejercitan músculos únicos.

Nos despedimos de ella y caminamos por aquella calle embriagada en viviendas de piedra negra y tejados rojos. Junto a los números de algunas de las casas desde donde se podían escuchar risotadas de alegría o discusiones de pareja, se podía apreciar una serie de textos en demoníaco que hablaban de la necesidad del demonio del sexo por tener a alguien cerca, alguien que le de sustento.

En cambio en la puerta por la que mi madre introducía una llave de aspecto antiguo se podía ver un texto que hablaba de la ausencia de ese sustento. Mi madre decidió cambiarlo cuando mi padre murió en la primera guerra contra la luz. Fue uno de los íncubos que perteneció a las fuerzas reales de los cuatro monarcas.

-Gracias por la cena mamá-le dije cuando se sentó a los pies de mi cama con un cuento entre sus manos y con unos párpados que casi no podían mantener la mirada-Déjame leer a mí por esta noche.

Se tumbó junto a mí que ahora me incorporaba para comenzar a leer el cuento. Hablaba de los tres planos del mundo. El primero se trataba de nosotros, vivíamos el mundo de los demonios, donde la luna era roja y el sol era negro. Luego se centraba en el mundo de los humanos cuya evolución iba a escasa velocidad y donde sus vidas duraban menos que una hormiga del desierto de la pesadilla. Y el último mundo era el de nuestros eternos rivales, seres de la luz que volaban de un lado hacia el otro con sus alados cuerpos y que anhelaban a costa de todo conquistar nuestro mundo.

Cuando quise darme cuenta mi madre había caído rendida. Muerta del cansancio y con una de sus manos bajo mi almohada. Cerré el libro y lo coloqué en mi mesita de noche. La tapé con mis mantas y me acurruqué junto a ella hasta que yo la acompañé en sueños.

******

-¡Activarlo cuando cuente hasta tres!-ordenó la profesora mientras los diez alumnos de tercer año nos manteníamos sentados en nuestros pupitres concentrando nuestras miradas sobre ella. Esperando a que diera la señal para hacer uso de uno de nuestros dones naturales, oscuros y demoníacos-¡Uno! ¡Dos! Y ¡Tres!

Y cuando lo hizo nuestros ojos brillaron rojos ejerciendo una presión sobre la profesora, una presión que la impedía moverse, ejercitar cualquier gesto, vocalizar cualquier palabra. Ahora su mente solo pensaba en una única cosa, amor, nos amaba con tanta fuerza que haría cualquier cosa por cada uno de nosotros. Al menos lo hubiera hecho si su poder no fuera más que el nuestro y sus ojos ahora más brillantes que los nuestros disipaban nuestro influjo sobre ella.

-Muy bien-dijo ella sonriente-Ahora repasaremos las tres reglas que someten nuestra ciudad. ¿Quién me dice la primera?

-¡Yo señorita!-gritó una súcubo que se sentaba atrás del todo y que acariciaba su largo cabello rojizo.

-¡Adelante Maca!

-La primera regla dice que ningún demonio de la ciudad puede formar una familia con un demonio que no pertenezca a su misma raza. Porque eso produciría un fuerte desequilibrio en el legado de las especies y podría traer la destrucción de los tres mundos. Por eso no se puede permanecer más de un día en un barrio que no te pertenece.

-Muy bien-dijo la profesora mientras apuntaba un positivo en su cuaderno de notas-¿La segunda?

-¡Yo por favor!

-Es toda tuya Jierre!

-La segunda,… la segunda…-hubo un silencio cubierto por los brazos de alguno de mis compañeros que anhelaban responder a la pregunta por él-Prohíbe el viaje entre mundos sin la consideración de los cuatro monarcas.

-Casi se te vuelve a olvidar-bromeó la profesora-¿Y la última?

-Si eres tan amable-dije levantando la mano.

-¿Ian?

-La tercera regla estipula que se deben seguir las órdenes de los cuatro monarcas a costa de tu propia vida. Cualquier violación de esta será castigada.

-¡Cómo tú padre!

-¿Qué has dicho?-me levanté de golpe y fijé mis ojos en aquel compañero cuyos padres le consentían todo cuanto quería.

-Qué tu padre fue castigado y por eso ya no está aquí-dijo con una sonrisa.

-¡Mentira!-grité-¡Mi padre fue un valeroso soldado!

-¿Quién te ha contado eso?-dijo-¿La inocente de tu madre?

-¡No te atrevas a meterte con mi madre!-mis ojos comenzaron a brillar rojos y aquel íncubo no pudo separar sus ojos de mí, no antes de que comenzara a sentir ganas locas de abrazarme. Se levantó y se acercó a mí-¡Solo muerto podrás abrazarme!

Se colocó las manos al cuello y comenzó a estrujarlo. Mis compañeros comenzaron a gritar y antes de que cobrara mi primera vida la profesora golpeó mi cabeza con fuerza disipando el influjo que ejercía sobre él. Ahora llorando comenzó a gritar que yo era un asesino por haberle intentado matar.

Y aquella noche no volví a casa. Mi madre tuvo que pasar la noche en uno de los cuatro castillos y la profesora se ofreció voluntaria para prestarme uno de sus cuartos y así no estar solo. Me regañó por no haberme podido contener y yo estuve casi toda la noche llorando. Luego la escuché susurrar algo sobre la ampliaficación de mis poderes cuando los utilizaba contra algún varón.

-¡Voy!-gritó una de mis compañeras-¡El qué no esté escondido será cazado!

Me apresuré por encontrar un escondite donde no me encontraran en todo aquel tiempo libre que teníamos después de comer en la escuela, antes del comienzo de las clases de la tarde. El sol hoy calentaba más de la cuenta, eso indicaba que el ascenso del demonio seductor sería en poco tiempo y que los de grado medio, ascenderíamos al grado superior.

Los mejores escondites estaban cogidos. Incluso la casa del aren abandonado ya había sido ocupada. No me quedó otro remedio que esconderme en la entrada de uno de los pasadizos que comunicaban los barrios de la ciudad.

Estaban prohibidos porque allí los monarcas no podían vigilar las acciones de los demonios. Por eso y sin querer violar las normas de mi ciudad me quedé en la entrada del agujero y permanecí oculto sin dedicarle una mirada al fondo el cual permanecía tentador al final de aquella larga cuesta.

Maca apareció al final de la calle que había recorrido, parecía estar atraída por mi olor. Comenzó a acercarse observando cada detalle, cada contenedor, buscándome sin descanso. Erré al dar un paso hacia atrás y resbalé con el polvo de aquella cuesta.

Comencé a girar con velocidad ignorando los gritos que querían emerger de mi boca. La entrada se iba alejando a cada vuelta que daba y cuando quise darme cuenta me golpeé contra algo y me mantuve tumbado con los ojos cerrados en medio de aquella oscuridad.

-¿Estás bien?-dijo la voz de un niño.

No pude aguantar soltar un chillido mientras se erizaba mi piel. Abrí los ojos y comprobé que aquel pasadizo no era tan oscuro como me esperaba, aquí el sol se colaba por las grietas del túnel y lo alumbraba como un millón de antorchas recién prendidas.

Me froté la cabeza aun sintiendo el impacto. Observé como aquel niño de cabello azabache, despeinado y sin cuernos hacía mi mismo gesto mientras se mantenía sentado en el suelo.

-Me llamo Ian-dije dedicándole una hermosa sonrisa, algo que había heredado de mi madre.

-No deberías de estar aquí-dijo él con frialdad.

-¿Yo?-pregunté-¿Y qué me dices de ti?

-Yo siempre vengo aquí-dijo.

-¿Estás solo?

-Siempre lo estoy-respondió mirando la herida que sangraba en mi rodilla a través de mis pantalones rotos.

Sus ojos se tiñeron de rojo mientras dos grandes colmillos emergían de entre sus labios. Su nariz olfateaba el aroma que emergía de mi rodilla y sus manos intentaban alejarse de mí. Entonces lo comprendí, no era un íncubo asique no me iba a quedar preso de sus encantamientos.

Era la primera criatura no demonio del sexo que veía en toda mi vida. Era el primer niño que me había hablado sin miedo a ser controlado por mis poderes. Era el primer demonio que me miraba con hambre…

-¿Quieres un poco?-pregunté con amabilidad pero él no respondió tan solo se acercó a mí.

No esperó a que yo le diera permiso tan solo se acercó a mi rodilla y pasó su lengua por encima de mi herida. Saboreó mi sangre con hambre y clavó sus colmillos para hacer que saliera un poco más.

-Para-dije-Por favor…

Entonces me miró con unos ojos brillantes e inyectados en sangre. Ya no veía al niño con el que antes me había chocado, ahora veía un demonio preso en un hambre insaciable el cual anhelaba arrebatarme toda mi sangre.

-¡Detente!-grité golpeándole y separándole de mi unos centímetros.

Sus ojos retomaron aquel color negro con el que le había conocido. Un negro que también brillaba con intensidad pero no por su poder demoníaco, si no por las lágrimas que ahora emergían de sus ojos.

-Lo siento-dijo abandonando su frialdad-Lo siento de verdad.

No dije nada. Me acerqué a él y le abracé con fuerza.

-¿Puedes ser mi amigo?-dijo él.

-¡Claro!-dije-Me encantaría.

-Gracias Ian-dijo él.

-¿Cuál es tu nombre?-pregunté inocente.

-¡Jake!-gritó la voz de una niña-¡¿Dónde te has metido?!

-Tengo que irme-dijo él limpiándose los berretes que mi sangre le había dejado.

-Yo también-dije escuchando el timbre de mi escuela-¿Vendrás mañana?

-Siempre que puedo vengo-respondió con una hermosa sonrisa antes de adquirir un aspecto frívolo.

Entonces regresé a mi escuela y le conté a mis compañeros que me había escondido en un árbol. Y me creyeron relacionando la herida de mi rodilla con mi enorme torpeza para escalar árboles. Volví a clase feliz y me mantuve así hasta el día siguiente.

Todos los días en cada recreo me acercaba al pasadizo para verle. Y allí estaba esperándome sentado con juguetes de los dominios de su especie como muñecos que vomitaban sangre o conejos de peluche rojo. Además siempre traía los dibujos que hacía en su escuela.

Me explicó que provenía de los dominios del vampiro. Que se trataban de demonios que se alimentaban de la sangre de sus presas. Que en sus clases de historia trataban la dificultad que tuvo el primer vampiro para ser considerado un demonio y no un humano enloquecido.

Yo en cambio le llevaba mis cuentos favoritos, una foto con mi familia y a veces le sugería jugar a dibujar en el polvo del pasadizo. También le conté lo que era y que era lo que hacíamos en clase.

Y así trascurrieron días, luego semanas e incluso meses. Ni siquiera asistí al de graduación y fingí estar malo para escaparme a verle.

Pero entonces mi escuela comenzó a complicar los encantamientos que tenía que aprender. Ni siquiera podía salir en mis recreos, y cuando conseguía escaparme era demasiado tarde. Pero todo terminó tras los exámenes.

Cuando volví él ya no estaba, no supe cuanto tiempo había regresado para verme y no haber podido hacerlo. Solo sé que al día siguiente no volvería, ni al siguiente, ni tampoco al siguiente…


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lunes, 7 de marzo de 2011

Remake. El comienzo del fin

Bueno. Debo anunciaros que estoy trabajando en la segunda entrega del Remake de Sacrificio, de momento solo os puedo deleitar con el final de esta parte :)

Espero que os haya gustado y que esperéis con la misma ansía con la que me habeís seguido, la siguiente entrega :D


Nos vemos!




-¡Buenos días!-dijo Ian con una voz simpática y seductora mientras una lágrima se escapaba de su ojo fruto de la somnolencia que aun experimentaba-¿Tienes hambre?

Y antes de que los refuerzos de aquel carroñero pudieran atacarle el íncubo golpeó su estómago con un codazo y lo mandó volando hacia los aliados de su enemigo. Los ojos rojos de aquel apuesto demonio se clavaron en la docena de carroñeros que ahora atacaban a su compañero.

-¿Para qué quieres tanto músculo?-preguntó antes de proporcionarle una patada voladora a uno de los enemigos-Si no les sacas provecho.

Una oleada de puñetazos lograron auxiliar a su aliado justo antes de que este pudiera acabar con los pocos que quedaban agarrándole. El cuerpo desnudo del hombre dejó perplejo al demonio.

-¿Quieres que yo les saque provecho?-preguntó deslizando su lengua por su labio superior.

-¡Ian!-gritó efusivo el hombre dándose cuenta después del significado de aquella pregunta tan lujuriosa- Tócame y te devolveré al trance.

-Yo también me alegro de verte-dijo él colocándose de espaldas a él mientras el resto de los carroñeros les rodeaban.

-¿Estás preparado?

-Siempre-dijo Ian.

Y antes de que pudieran comenzar un interesante combate unas llamas consumieron a aquellos carroñeros que cuando perecieron en el suelo no quedó de ellos nada.

Una mujer de cabellos rizados y coleta alta caminó en dirección a ellos. Con una conducta tranquila sin importarle que su nariz sangrara levemente. Al ver a su compañero despierto sus labios esbozaron una fría sonrisa.

-Bienvenido-dijo mientras sus cuernos de pequeños tamaño descendían la intensidad de su color.

-¿Nos vamos?-dijo la voz de Hina cuyas zancadas orgullosas la obligaban a reagruparse con sus compañeros-Tenemos mucho que hacer.

-La batalla acaba de empezar-comentó Ian sonriendo antes de salir de aquel hospital psiquiátrico de paredes agrietadas y última planta completamente destruida.











FIN PARTE 1





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Remake. Preso de mi propia pesadilla (part B)

Sé que ha sido dura la espera. Sé que lo habeis pasado mal, que os habeis comido la cabeza. Pero creerme seguidores mios, que la oscuridad siempre tiene su recompensa. Ahora tranquilizar vuestras mentes con la guinda del paste.

( snifff.... sniff.... Y.Y no os dejo con más intriga.... por el momento)




De nuevo se escuchó un fuerte alarido, un grito de una mujer que me obligó a taparme los oídos. Aquella demonio también hizo lo mismo se agachó y se cubrió con sus dos grandes alas las cuales había hecho desaparecer para poder cruzar la puerta.

Conseguí abrir los ojos para ver como la enfermera que me había atendido durante toda mi instancia en aquel infierno se acercaba gritando sin parar con unos ojos tan rojos como la luna que me miraba desde el agujero de mi antigua habitación.

Cada vez que se acercaba el dolor de mis oídos eran mucho más fuerte. Insoportable, un dolor que me daría la muerte si nadie conseguía acallarla. Y como si hubiera sido una respuesta a mis plegarias la mujer fue abatida por un lobo negro de gran tamaño. Me sacaba casi dos cabezas y ahora devoraba a una mujer vestida de enfermera con largos cabellos blancos.

-¿Estás bien?-preguntó la demonio que me había sacado de mi celda mientras sus alas desaparecían tras introducirse en su espalda y observaba como unas gotas de sangre emergían de los oídos de aquel lobo.

-He estado mejor-dijo el animal retomando la forma humana.

Se trataba de un hombre de media melena, con un torso muy parecido al de esos luchadores de la televisión. Un bello color azabache se repartía por sus pectorales mientras su cuerpo desnudo aparentemente humano no parecía avergonzarse, ni siquiera la demonio se ruborizaba al verlo.

-¡Ey Ian!-me saludó con su brazo musculoso y con una agradable sonrisa en su cara-¿Cómo estás?

-Sigue en trance-respondió la demonio mientras avanzábamos a través del pasillo que ahora giraba a la derecha.

-Te prometí que te salvaría-dijo él-Y lo voy a hacer.

-¿Salvarme de qué?-susurré pero el hombre me miró como si me hubiera escuchado, y si lo hizo ignoró mi pregunta.

-¿Qué ves?-preguntó el hombre de ojos rojos cuando la demonio se detuvo y un viento nos rodeaba para dirigirse a las escaleras. Lo supe porque la puerta se abrió de par en par como si hubiera corriente.

-Nos va a tocar correr-dijo ella-Son demasiados.

-Muy bien cachorrito-dijo él mientras me cogía entre sus brazos desnudos-Cúbreme las espaldas-bromeó.

Y en unos instantes me encontraba descendiendo por el hueco de las escaleras a gran velocidad mientras una cantidad incontable de enfermeras, médicos y probablemente pacientes salían a la escalera para intentar atacarnos.

El hombre aterrizó sin inmutarse y con un golpe de su hombro la puerta de acceso al hospital psiquiátrico salió disparada golpeando a dos de nuestros posibles atacantes.

Giré mi cabeza para observar que pasaba como aquellos dos enfermeros pero cuando quise darme cuenta ya no estaban. En su lugar se acercaban dos siluetas fantasmagóricas a una velocidad trepidante, una velocidad que nos alcanzaría.

-¡Detrás de ti!-grité sintiendo aquellas presencias pisándonos los talones.

-¿Puedes verlos?-dijo él sin darse la vuelta girando a la izquierda en el pasillo y corriendo durante una milésima de segundo por la pared al ser la curva demasiado cerrada-¿Aun estando en trance?

No entendí nada tan solo me limité a observar como aquellas criaturas atravesaban la pared y accidentalmente salían fuera del edificio. Entonces el hombre se detuvo, ahora se encontraba en lo que parecía una sala de espera, estaba rodeado por una muchedumbre de personas babeantes que aclamaban su muerte.

-Carroñeros-comentó él mientras mis ojos ahora veían una serie de criaturas con apariencia humana pero con grandes pares de dientes, ojos rojos y un cuerpo repleto de partes en las cuales casi trasparentaban sus huesos.

Me dejó en el suelo y extendió sus brazos mientras estos se cubrían de pelo negro y sus manos se convertían en garras. Todo pasó a gran velocidad, primero consiguió eliminar a una cantidad más que suficiente de ellos pero lo que yo no sabía era que detrás de estos había más y ahora el hombre se encontraba tumbado en el suelo inmovilizado por una docena.

-Parece que la presa acude a su cazador-dijo uno de ellos mientras se acercaba a mí.

Entonces su brazos fueron a agarrarme, unas manos esqueléticas y roñosas con unos dedos que casi parecían estar a punto de romperse. En la palma de sus manos podía observar como una boca repleta de dientes babeaba queriendo devorarme.

-¡Mierda!-gritó él cuando mi brazo lo agarró.

Tuve la soberbia de bostezar y palmear con mi otra mano sobre mi boca. Cuando observé cómo sus ojos rojos me miraban pude ver dos destellos carmesís provenientes de mi rostro.
Entonces escuché una voz en mi cabeza, una voz que me repetía una y otra vez que despertara. Una sedosa voz que me decía que era el sueño de un demonio en trance, el sueño de la vida humana que él siempre había querido.

Ya no era un humano que soñaba con demonios. Si no un demonio que soñaba con humanos.



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domingo, 6 de marzo de 2011

Remake. Preso de mi propia pesadilla (part A)

Como me gusta ser malvado. Dividiré esta quinta parte en dos. Aqui os dejo la primera :) me gusta teneros en incertidumbre. Tan solo quedarán 2 partes más, la 5º B y la sexta (que es muy cortita)

Me encantaría tiraros la tarta encima, desvelaros todos los secretos de golpe y que os dé un ataque al corazón con la impresión. Pero como me gusta que sufraís lentamente, lo haré más pesado.

*Quejas al final por favor* :P

Vosotros habéis elegido abrazar la misma oscuridad que me ha inspirado a escribir esto. Ahora pagareis las consecuencias. ¿Aguantareis sin arrancaros los pelos?

Eso lo veremos :)

PD: espero que os guste





-Tienes que comer-dijo la enfermera mientras acercaba la cuchara con la sopa-Así nunca te curarás.

-Me estáis envenenando-comenté con frialdad intentándome zafarme de aquella camisa de fuerza.

-¡Señorito!-se enfureció cuando tiré la sopa por el suelo de mi habitación acolchada-Hoy tampoco verás la luz del sol.

-Aprovecha el poco tiempo de vida que te queda-dije desafiante-Porque hoy morirás.

La puerta se cerró de golpe antes de que el sonido del candado me indicara que de nuevo estaba encerrado en aquella habitación. Ya no me quedaba nada, cada día me repetían que la vida que había vivido pertenecía a mis sueños. Nunca tuve amigos, nunca tuve un novio y lo que más me dolía estaba allí por culpa de un desorden psicológico que mi madre me había imbuido durante años.

Hacia noches que no soñaba. Días que pasaba llenos de soledad. Ni siquiera sabía cuánto había pasado desde el incidente de la casa de Verónica, porque tenía la sensación de que siempre había estado allí.
Sentí un fuerte dolor en mi estómago me arrastré hasta una de las esquinas de la habitación y comencé a vomitar. Era tal el dolor que no podía evitar derramar alguna lágrima durante el proceso y como cada día cuando termine me alejé lo máximo posible apoyando mi cabeza en la pared para no ver el vómito e intentar no olerlo.

-Menuda mierda-dije mirándome el brazo donde cada día me inyectaban algo que nunca supe que era. Estaba seguro que era lo culpable de que me pasara eso

Escuché como unos gritos ensordecedores se repartían por el pasillo principal de mi celda psiquiátrica acompañados de disparos. Me alejé de la puerta un tanto asustado mientras mi mente imaginaba miles de causas, aquella era la actividad más divertida, al menos desde hace mucho tiempo.

La puerta de metal salió disparada hacia una de las paredes acolchadas de mi habitación. Tres hombres vestidos con ropa de calle provocaron un alto contraste en la claridad de mi cuarto.

-¡Está aquí!-gritó uno de ellos alarmado mientras se acercaba a mí.

De repente el techo de mi habitación cedió provocando una gran polvareda que me obligó a cerrar los ojos. Cuando los abrí observé como una silueta de espaldas a mí extendía su brazo con la mano abierta hacia aquellos tres hombres que ahora se mantenían inconscientes en el suelo.

Aquella criatura tenía dos grandes alas negras, dos alas muy parecidas a las de un murciélago gigante. Su cabello a la altura de la cintura era liso y oscuro y ambos extremos de su cabeza sobresalían dos cuernos negros.

Aquella demonio me era extrañamente familiar, como si la hubiera visto en otra ocasión. De nuevo parpadeé para dar crédito a lo que veía y cuando quise darme cuenta la que había sido mi mejor amiga de la infancia se encontraba de espaldas a mí.

-¿Amaya?-pregunté.

La muchacha se giró para mirarme y cuando esperaba encontrarme dos ojos castaños me sorprendí, su mirada inexpresiva me reflejaba un tanto asustado.

-¡Ian!-gritó un tanto histérica-¡Deja de soñar!-ya no me veía yo, si no el demonio de cuernos torcidos que había aparecido en mis sueños tanto tiempo atrás.

Amaya cambió radicalmente a la forma de la demonio que había entrado en mi habitación. La lluvia se adentraba a través del agujero que había hecho y ahora mostraba un cielo nocturno y una luna ensangrentada.

Ya no había tres hombres vestidos con colores vivos, si no tres monstruos de largas cornamentas los cuales ahora se incorporaban para mostrar unas fauces amenazantes. Unas marcas se extendieron a lo largo de sus cuerpos y comenzaron a brillar azuladas mientras desprendían una humareda con olor a azufre.

-¡No me subestiméis abisarios!-gritó ella mientras agitaba sus alas para alzarse en el cielo sacudiendo aquel vestido largo y negro al son de las ondas que se dibujaban en sus largos cabellos.

De repente un rayo se adentró a través de la habitación e impactó contra los cuernos de la demonio. Estos comenzaron a centellear ambarinos justo antes de que la mujer extendiera sus manos y tres rayos salieran disparados contra sus enemigos los cuales cayeron fulminados.

-¡Humano!-gritó ella aterrizando en el suelo-¡Sígueme si no quieres morir!

-¿Pero?-pregunté ignorante.

Su dedo índice me apuntó y cuando me agaché asustado esperando un ataque observé como los candados que impedían que moviera mis manos se rompían dejándome articular con voluntad.

-Gracias.

-Que caballeroso-dijo ella tomando una actitud infantil y dejando a un lado el temor que infundía-Sígueme por favor.

Y lo hice, por primera vez después de mucho tiempo pude ver el largo pasillo pro el cual ahora andábamos mientras las luces de este parpadeaban débiles amenazando con apagarse.




Notas del Autor

Ahí os queda eso


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sábado, 5 de marzo de 2011

Remake. Señales de Humo

Tras tanta incertidumbre os cuelgo el 4º capitulo :) las cosas se empiezan a poner muy feas

¿Qué le esta pasando a Álvaro?






-Deberá tomarse esto cada ocho horas-dijo el médico de familia mientras colocaba tres cajas de medicamentos diferentes sobre mi mesita de noche-Mañana me pasaré a echarle un vistazo.

-Muchas gracias Doctor-le agradeció mi madre mientras ambos salían por la puerta de mi cuarto y yo sentía una fuerte necesidad de comer algo, pues no había comido nada desde el desayuno y eso había sido hace bastante tiempo.

Cuando mi madre cerró la puerta me incorporé rápidamente en la cama y cogí el portátil que descansaba sobre mi mesa. Lo encendí y en menos tiempo de lo que me esperaba estaba navegando por mi correo electrónico leyendo todos los mensajes que hasta ahora me habían enviado.

El primero se trataba de Verónica que por lo visto no había ido tampoco a clase pues la hora de su mensaje había sido hace apenas cinco minutos.
“Hola enano… ¿Qué tal estás? Ni siquiera me dio tiempo a verte la sangre cuando la loca comenzó a gritar. Me frustró tanto que le hubiera metido el lápiz por la garganta para que dejara de chillar. Mi examen salió bastante bien, en verdad eran mi mano la que copiaba sola mientras mis ojos vigilaban que la histérica no mirara. Bueno pequeño, ¡Nos vemos pronto!”
Tan explícita como siempre. Moví mi dedo a través del ratón del portátil y seleccioné la opción de responder.

“Se acaba de ir el médico de mi familia. No ha sabido decirme lo que tengo pero no ha dudado en sacarnos dinero recetándome lo más caro del maletín. Mi madre como siempre ilusa pérdida ha pagado como una loca y la tengo casi siempre encima. Yo estoy bien, de hecho tengo ganas de jugar el uno contra uno que me prometiste la semana pasada ¿Podrías pasarte esta tarde a verme? Me aburro como una ostra entre estas cuatro paredes”

El siguiente mensaje era de Jorge, como siempre había sido demasiado pobre al preguntarme por mi estado, y yo me molesté lo menos mínimo para explicarme lo que me había pasado. Tampoco quería que pensara que después de lo de la última vez ahora le prestaba más atención que antes.

Al cabo de quince minutos ya les había respondido a todos mis amigos. Pero antes de que pudiera cerrar el portátil, dejarlo sobre la mesa y fingir estar somnoliento y enfermo para que mi madre me hiciera la pelota. Observé como un nuevo mensaje entraba en mi bandeja de entrada. Su remitente era anónimo y como la curiosidad me mataba no dudé en abrirlo.
No entendía nada. De nuevo las extrañas letras muy parecidas a las que Julia había tenido tatuadas en sus brazos aparecían a lo largo de mi pantalla, como si el mensaje estuviera siendo escrito en aquel momento. Me esforcé por entenderlo y cuando estuve a punto de darme por vencido comencé a leerlo con soltura.

“Ian no dejes que te engañen con falsos pretextos para drogarte. Ya sabes que ellos están aquí y harán todo lo posible por sacarte del juego. Ya se ha derramado mucha sangre y no quiero que tu seas el siguiente.
No puedo evitar tener un temor removiéndose en mi estómago. Cada vez salen más tropas de nuestra ciudadela y cada vez corro más riesgo de ser descubierta. No se cuanto aguantaré pero seguiré tus órdenes. Espero que mis enviados sean de utilidad, puede que sean los últimos renegados que podamos persuadir para nuestra causa.
Te quiere Hármony”
Me quedé perplejo al leer el mensaje. Intenté reaccionar pero antes de darme cuenta mi madre entró por la puerta y se puso a gritar al verme utilizando el ordenador. Cogió el portátil y lo apago sin nisiquiera comprobar si estaba haciendo algo importante. De nuevo me tapó con las mantas y me puso un trapo húmedo en la frente mientras yo le daba vueltas a lo que acababa de leer.

¿Por qué me había llamado Ian? ¿Se había confundido? ¿Por qué sabía que me iban a medicar? ¿Quién es Hármony? Y lo que llevo preguntándome durante mucho tiempo ¿Qué ha pasado con Julia? ¿Me estoy volviendo loco?

Mis ojos comenzaron a dejar caer sus párpados. No pude hacer nada por mantenerme despierto, antes de caer preso de un nuevo sueño pude ver a mi madre quitándome el vaso con agua de mis labios. Ni siquiera me había dado cuenta de que me acababa de dar una de las tres medicinas.

“De nuevo una luna sangrienta se escondía esta vez tras dos grandes nubarrones. Dos figuras se abrazaban en lo alto de un edificio con un gran agujero en su techo. Sus ventanas apuntaban a la gran catedral la cual ni siquiera había sido destruida, a diferencia del resto de la ciudad de Salamanca a cuyos edificios les costaba tenerse en pie”


-Te he extrañado-dijo la voz del demonio de los cuernos torcidos que se mantenía desnudo apoyando su cabeza en el hombro de un hombre con un cuerpo tan pálido y frío como la propia nieve.

-Hemos tenido problemas para cruzarlo-dijo él con una voz susurrante mientras sus brazos apretaban con fuerza el cuerpo de su compañero.

-Tengo tanta hambre-susurró de nuevo el demonio mientras una lágrima se desprendía de su ojo.

-Déjame ser tu presa.

Aquellos pares de ojos verdes se fijaron en los ojos color azabache del segundo hombre. No hicieron falta palabras para que comenzara un apasionado beso que casi les deja sin aliento. Había pasado mucho tiempo desde su último encuentro, y ambos necesitaban lo que solo el otro podía darles.

El demonio arañó su cuello con fuerza sin importarle que una suave herida comenzara a sangrar. Los ojos de aquel hombre se tiñeron de rojo mientras sus labios se adherían a su cuello al mismo tiempo que dos largos colmillos se posaban en la comisura de la herida y su lengua comenzaba a saborear aquel flujo carmesí.

-Tú sabor-dijo él mientras una gota de sangre se deslizaba por su rostro trabajado-Es inolvidable.

El íncubo recorrió su torso suavemente musculado con su uña formando una larga herida desde su comienzo hasta sus partes más íntimas para que aquel vampiro siguiera aquel rastro con su lengua.

Un gemido se escapó de entre sus labios cuando aquel hombre de cabellos peinados al azar de color azabache comenzó a babearle. El demonio acarició su cabeza mientras sus ojos cambiaron de color complementando la de su amante.

Sintió como su cuerpo explotaba de placer mientras el vampiro le cogía con una fuerza sobrehumana que elevaba sus pies mientras sus labios de nuevo se encontraban y se besaban con mucha más lujuria de lo que lo habían hecho hasta ahora.

Aquel demonio tensó sus músculos cuando el vampiro penetró en él y comenzó a zarandearle apoyado en aquella pared de ladrillo negro rozando su espalda y arañándola con desdén. Sus jadeos golpeaban su cuello mientras aquel torso tensaba sus músculos para empujarle de nuevo una vez más.

El demonio sonrió mientras sus ojos brillaban con intensidad sintiendo como la energía sexual de su compañero le servía como alimento. Una gota de saliva cayó por uno de los extremos de su boca al mismo tiempo que sus cuernos crecían temporalmente.

-Ahora-dijo el vampiro mordiéndole su cuello sin llegar a abrir una herida-Los dos juntos.

Y con años de experiencia los dos emitieron un gemido al unísono mientras sus cuerpos estallaban de tal manera que si hubieran sido una explosión Salamanca hubiera desaparecido del mapa, o al menos lo que quedaba de ella.

-Gracias-dijo el íncubo mientras su espalda arañada recorría la pared hasta llegar al suelo donde sus posaderas aterrizaron en un frío suelo de azulejo quebradizo.

-Espero que luches con más ganas-comentó el vampiro agotado mientras cerraba los ojos y apoyaba su cabeza en el regazo de su amante.

-Ahora no hay nada que pueda detenerme-susurró el demonio mientras sus ojos tomaban su forma normal.

“Ahora de sus labios emergía una hermosa melodía. Su letra hablaba de la sangre que se había derramado durante mucho tiempo. Los enemigos que habían sido abatidos y los aliados que se habían sacrificado por el bien de los renegados. A pesar de que la letra estuviera cantada en otro idioma, se podía entender, la podía entender”

-¿Cómo te encuentras?-me preguntó el médico cuando me incorporé en mi cama.

-Cansado-le respondí viendo como mi madre se apoyaba en la pared de mi cuarto para observar mi conducta.

-Es por las pastillas-dijo él-Destruyen el virus desde dentro y reduce las defensas de tu cuerpo.

-¿Cuándo podré reincorporarme a las clases Doctor?-pregunté con interés mirando la hora que era y esperando que Verónica me visitara aquella tarde.

-Nunca-respondió él.

-¡¿Qué?!-grité alarmado quitándome las mantas de encima sintiendo de nuevo aquellos calores.

-¡Álvaro!-gritó mi madre acercándose a mí-Solo te ha dicho que mañana podrás volver a clase ¿no es lo que quieres?

-¿Pero…?-no lograba entender lo que estaba pasando-Gracias, Doctor-logré responder ante la mirada asustada del médico.

De repente la mano de aquel hombre de cabello grisáceo agarró mi cuello y comenzó a apretar. El aire comenzaba a faltarme justo antes de observar como mi madre me observaba con una simpática sonrisa desde la pared de mi cuarto.

-Te he encontrado-dijo él mientras se acercaba a mí y me lamía la cara como si fuera un helado.

En un movimiento de acto reflejo cogí mi despertador con la mano izquierda y golpeé su cabeza con tal fuerza que los circuitos de este salieron disparados hacia todos los lados. Cuando bajó la guarda conseguí zafarme de su mano y me alejé de él observando como mi madre no se movía, como si se tratara de una estatua, como si el tiempo se hubiera parado en mi cuarto.

Aquel hombre se levantó y dejó mostrar una lengua inhumana de por lo menos dos metros que ahora sacudía sus babas hacia las paredes de mi cuarto. Retrocedí aterrado sintiendo como mis piernas temblaban y observando cómo sus ojos rojos se clavaban en mí.

Y entonces intenté retroceder más de la cuenta y cuando quise darme cuenta me encontraba agarrado al borde de mi ventana con mi cuerpo mirando al vacío de las calles de la ciudad de mis sueños.

-¡Ayúdeme por favor!-grité sintiendo como mis dedos no aguantaban y se deslizaban lentamente exponiéndome más al peligro.

Aquella criatura se abalanzó sobre mí y cuando vi que mi cuerpo desplomaba al vacío observe como dos brazos me agarraban desde la ventana. Dos brazos que me eran extrañamente familiares.

-Debes huir-dijo Verónica mientras el que había sido mi médico era consumido por unas llamas.

Antes de que pudiera pisar el suelo de mi habitación algo agarro a mi amiga. Aparentemente parecían ramas de color platino que rodeaban su cuerpo inmovilizándola de arriba hacia abajo. Pero antes de caer vi como una mujer de ojos verdes mantenía su largo cabello rubio apresando a mi amiga.

“-¡Verónica!-grité mientras caía al vacío y mi casa estallaba en llamas.”

-¡Cariño!-gritó mi madre que estaba sentada en mi cama-Ya ha pasado todo. Ha sido otra pesadilla.

-Lo he pasado muy mal-me quejé sintiendo como las lágrimas aun recorrían mi cara.

-Por cierto-dijo ella preocupada-¿Quién es Verónica?

-¡¿Qué?!

Aparté a mi madre de la cama y en menos de unos segundos me encontraba en la calle, con mi pijama de ositos y descalzo recorriendo manzanas abajo en una noche de invierno mientras la gente que deambulaba por allí se me quedaba mirando.

No me importó que los coches se detuvieran a pocos centímetros de mí apretando con fuerza el claxon. Ni siquiera que aquellos maleantes intentaran golpearme cuando atajé por una de las peores calles de la zona alta de la ciudad.

Mis rodillas no resistieron tan imagen. Mi boca se abrió de par en par mientras mi garganta aclamaba un fuerte grito. Ahora mis ojos no podían separar la vista de aquella casa en llamas. El humo aun se extendía a través de las calles mientras los bomberos no llegaban a tiempo para salvar las vidas que perecían en su interior.



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viernes, 4 de marzo de 2011

Remake. El incidente

Alimentaré vuestra ansía con este fascinante episodio de Sacrifico :)

ahi va la 3º parte






-¿Julia?-preguntó Yurena-¿Quién es Julia?

Todo era extraño. Los alumnos caminaban por los jardines del instituto bajo el sol de una mañana de primavera como si lo ocurrido en la tarde anterior realmente no hubiera sucedido.

-¿Estáis bromeando no?-pregunté mirando como mis amigos actuaban como si nada hubiera ocurrido.

Entonces sonó el timbre y ellos se levantaron para dirigirse a clase como el resto de alumnos. Amaya se quedó mirándome extrañada, sabía que decía la verdad pero era incapaz de créeme. Ni siquiera Cristian logró tranquilizarme con una sonrisa forzada.

Fingí seguirles para cuando me dieron la espalda alejarme de ellos en dirección al edificio residencial del instituto. Aflojé mi corbata y remangué las mangas de mi camisa, me apresuré a salir de aquel edificio para dirigirme al otro.

-Julia Rodríguez-dije mientras la mujer de la recepción rebuscaba entre sus cajones en busca de mi amiga.

Tardó diez minutos en revisar todos los ficheros. Después viendo mi cara de preocupación decidió repasarlos de nuevo pero cuando uno de los folios rajó su dedo decidió parar.

-Lo siento-dijo-La única Julia que tenemos se apellida Amancio ¿Quizá se ha confundido?

-Imposible-dije recordando aquel apellido perteneciente a un compañero de clase, el campeón de fútbol anual-En fin… siento haberla hecho perder el tiempo.

-¿No tendría que estar en clase?

-Tengo una hora libre-mentí antes de marcharme y ocultarme del profesor de gimnasia el cual mataba a correr a mis compañeros por el jardín del instituto.
Me senté detrás de un árbol los quince minutos restantes. No podía dar crédito a lo que estaba pasando y cada vez que lo pensaba estaba a un paso de enloquecer. Cansado de la postura que había tomado durante cinco minutos me tumbé en el césped para mirar las nubes de un cielo casi despejado.

Apoyé mi cabeza sobre mis brazos arqueados bajo ella y sentí como mis tripas se removían. Fijé mis ojos en el sol para juguetear con los rayos que me iluminaban y mis pestañas al abrir y cerrar el ojo. Cerré los ojos durante un breve periodo de tiempo en el cual casi me quedo dormido y cuando los abrí observé un cielo nocturno, estrellado y una luna roja que me miraba desde allí arriba.

Me incorporé a gran velocidad. El césped del instituto ahora se había convertido en un desierto de piedra negra. Cuatro árboles secos decoraban aquel paisaje y cuando quise observar el instituto observé unas ruinas muy parecidas a este.

-¿Qué es esto?-me pregunté.

De repente sentí como algo me sacudía desde la espalda. Cuando miré descubrí al hermano gemelo de Cristian, Óscar que me intentaba asustar. Una vez más mi mundo volvía a su total normalidad.

-¿Álvaro?-preguntó-¿El bueno de Álvaro escaqueándose de las clases?

-Hacia un buen día para tomar el sol-me excuse. Después observé una bolsa de plástico entre sus manos, una bolsa que lograba trasparentar una serie de objetos de diferentes colores-¿Y tú qué?

-Tuve que ir de compras-dijo mientras me dedicaba una sonrisa intentando escabullirse de mi atenta mirada.

-¿Petardos?-intenté vislumbrar.

-Pero son de esos pequeños-dijo él mientras caminaba en dirección al instituto.
-¿Te han vuelto a suspender?-le pregunté mientras le alcanzaba.

-Lo van a intentar-dijo él tornando su voz a un tono soberbio mientras llegábamos a una bifurcación en el pasillo-Buena suerte en tu examen de Historia.

-¡Gracias!-me apresuré a llegar a clase antes de que la profesora entrara por la puerta.

Mis compañeros guardaban sus apuntes dándoles el último repaso y yo ni siquiera me había molestado en meditar sobre el examen. Mis amigos me dedicaron una mirada extrañada mientras tomaba mi asiento. Con un carraspeo de la garganta de la profesora todos mis compañeros callaron sus murmullos justo antes de que las hojas del examen pasaran de un lado hacia otro.

-Si veo a alguien levantar la cabeza o intentar mirar el examen de alguno de sus compañeros quedaran suspensos todos-dijo la mujer-Jugar bien vuestras cartas porque es el último examen del trimestre. ¡Empezar!

Y como si fuéramos militares al mando de su capitán comenzamos a leer el examen y por lo menos yo a responder las preguntas de las que más seguro me encontraba. Me concentré de tal manera que hubo un momento en el que no escuchaba nada, ni los tacones de la profesora vigilando por la clase, ni si quiera el sonido de los bolígrafos escribiendo sobre las hojas en una carrera a contra reloj.

Subí la cabeza para apartar la mirada un momento de la hoja del examen cuando observé que ya no me encontraba en clase. Seguía sentado en mi pupitre, con mi examen y mi boli pero ahora el suelo de cemento había cambiado a un suelo negro y agrietado. Una suave brisa entraba por lo que aparecían las paredes de unas ruinas sin techo a través del cual podía ver de nuevo la luna ensangrentada de mis sueños.

Era tan real que podía oler la gasolina que el aire atraía de la zona baja de la ciudad. Un pájaro entro en lo que quedaba de mi clase revoloteó justo antes de caer inerte sobre mi examen. Alzó su cabeza intentando coger aire pero su estómago sangraba sin parar. Manchó mi hoja y luego salpicó mi cara. Una gotita se posó bajo mi labio casi obligándome a saborearlo.

-¡Fuera!-escuché la voz de mi profesora cuando la clase volvió en sí-¡Corra a la enfermería!
Observé como la profesora de historia se acercaba a mí alarmada y me agarraba como si me fuera a desmayar. Observé como mi boca goteaba sangre pringando aun más el examen que ya se había manchado una cuarta parte.

-¿Te ha sangrado la boca alguna vez más?-preguntó la enfermera que me tenía sentado en la camilla escullándome la boca con una linterna.

-No-dije torpemente mientras su linterna golpeaba un extremo de mi boca.

-¿Qué es esto?-preguntó mientras introducía sus dedos enguantados en látex.

Sentí como rozaban mi campanilla y se introducían hasta el comienzo de mi garganta. Por lo visto cogieron algo que comenzaron a sacar, sentía como el objeto extraño rozaba mi lengua.

-¿Una pluma?-pregunté asombrado mientras me agarraba el estómago sintiendo un vuelco en él.

La mujer me miró extrañada y tiró la pluma a la basura. Después me dio un vaso de agua y fingió saber que era lo que me estaba pasando. Cuando me quise dar cuenta me encontraba en mi cama con un termómetro en mi boca y con mi madre sentada en ella muy preocupada.

-Estoy bien mamá-dije mientras colocaba un paño húmedo en mi frente-De verdad.

-He hablado con tu profesora-dijo ella-¿Quién es Julia Rodríguez?

-Nadie-mentí sintiendo una punzada en mi corazón-Solo quería perder clase.

-Estás castigado-dijo ella mientras me quitaba el termómetro para ver mi temperatura-¡Oh dios!-gritó mientras soltaba el termómetro sobre la cama y corría escaleras abajo para llamar por teléfono.

Cuando cogí el termómetro observé que marcaba casi cuarenta y cinco grados. No podía ser real, me encontraba bien. ¿Qué me estaba pasando?

“Aquellas espadas de gran tamaño se mantenían forcejeando la una contra la otra. La primera era de una hoja negra brillante, con dos franjas rojas que recorrían sus extremos y una gran empuñadura con un lobo del cual colgaba unas cadenas que pasaban del comienzo de la hoja a la terminación de la empuñadura”

En cambio la segunda era una espada de plata. Su hoja estaba rayada seguramente por la cantidad de golpes que ya había recibidito y su empuñadura simple se encontraba casi rota.

Dos hombres se clavaban sus ojos con furia. Aparentemente eran iguales, mismo cabello, misma mirada. Mismo torso desnudo y trabajado, mismo pantalones de cuero. Pero lo que les diferenciaba era que el dueño de la espada más prestigiosa dibujaba una malévola sonrisa en su rostro mientras que al otro le chirriaban los dientes de la fuerza con la que los apretaba.

-¿Porqué te molestas?-dijo el sonriente tras un gran estallido de las espadas, mientras ambos proporcionaban un salto que los separaba el uno del otro-¿No te cansas?

-No te daré el gusto de verme sangrar-la voz del segundo rebosaba de furia mientras la hoja de su gran espadón caía partida en el suelo.

Como si hubiera estado ensayado ambos tomaron la forma de dos grandes lobos. El primero gris y blanco y el segundo negro completamente. Los lobos se enzarzaron en una fiera batalla a base de dientes y garras. No se podía vislumbrar nada hasta que ambas bestias se separaron la una de la otra.

El lobo gris dejaba caer sangre a través de su boca, pero no era suyo si no del hombro de su enemigo. El segundo lobo ni siquiera se había quejado ante tal mordisco y ahora gruñía amenazante.
Ambas bestias clavaron sus ojos rojos con una furia que hubiera atravesado cualquier obstáculo, si lo hubiera habido. Sus zarpas provocaban huellas en aquel suelo de piedra mientras la luna ensangrentada les iluminaba desde aquel cielo apoteósico.
El lobo negro perdía demasiada sangre pero no parecía importarle. Entonces el primer lobo se abalanzó sobre el segundo y antes de que pudiera sentenciarle una gran llama roja arremetió contra él.
Furioso el lobo gris tomó con sus fauces el espadón de hoja negra con franjas rojizas y se apresuró a alejarse de allí. Aquel gran lobo negro retomó la forma del hombre el cual colocaba su mano sobre el hombro rodeado de su propia sangre.

-No hacía falta que me ayudaras-dijo quejándose.

Una mujer emergió de la oscuridad de una de las calles que formaban aquellos edificios en ruinas. Su cabello rizado y oscuro se mantenía amarrado en forma de una coleta alta mientras unos ojos rojos se apagaban. Lo que parecían dos pequeños cuernos emergían desde su frente. Tan largos como un dedo índice y tan gordos como uno pulgar.

-Un simple gracias hubiera valido-dijo ella acercándose al hombre y observando su herida de aspecto preocupante-Volvamos.

“Ella caminaba sin preocupaciones, erguida y orgullosa con sus brazos cruzados luciendo aquel chándal juvenil mientras su compañero la seguía sin protestar por su herida e intentando no dejar rastro con su sangre.”



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