martes, 29 de marzo de 2011

Remake. La bestia del bosque

Bueno, llevo unos días bastante inspirado y eso es gracias a vosotros que me seguís fieles y protestones. Y que conseguís seguir motivándome a escribir, a crear este magnífico mundo de oscuros rayos de sol y rojizos rayos de luna.


Asique sin más miramientos aqui os dejo el capitulo 9: La bestia del bosque




Cuando desperté estaba un poco atontado, mis manos no conseguían hacer lo que yo quería y mis pies ni siquiera caminaban cuando yo me lo proponía. Los fuertes ronquidos de Orem se hicieron sonoros cuando el refugio invocado por aquella flauta comenzó a calentarse por culpa de los pocos rayos de sol que lograban adentrarse en el bosque.

De repente escuché como el acero chocaba, como si alguien se estuviera batiendo en duelo fuera del iglú. Sin más miramientos me arrastré hasta la entrada la cual se abrió para dejarme pasar y caminé volviendo en mí gracias a la luz cegadora del sol.

El acero estaba cada vez más cerca y cuando me apareció ver el reflejo de dos espadas me lancé a unos arbustos para observar. Mi corazón se aceleraba mientras mi mente intentaba auto convencerse de que no se trataba de ninguno de los dos enemigos mortales de la ciudad oscura, los renegados o los luminosos.

Dos siluetas femeninas combatían con estilosos movimientos y armadas con dos espadas. La primera mujer tenía el cabello elegantemente ondulado en forma de bucles rubios que caían sobre sus hombros, con un vestido verde de la más alta categoría que contrastaba con su exagerada pálida piel la cual sobresaltaba en medio de aquel paisaje frondoso. Dos guantes tejidos con pelo de animal empuñaban con fuerza lo que parecía ser una ligera espada de esgrima cuya hoja era tan fina como bello era su rostro.

-¡Baja el arma zorra inmunda!-gritó la segunda fémina mientras se propulsaba en el aire para alejarse de lo que podía haber sido una estocada mortal por parte de su enemiga.

La segunda tenía el cabello de un color peculiar que se mantenía entre la frontera que separaba el castaño más claro del más oscuro. Este a su vez se mantenía amarrado en forma de una coleta que llegaba a la longitud de su cintura amarrada con unas hojas fabricadas con la más reluciente esmeralda.
Su ropa, si se podía llamarle así se comprendía de dos piezas, un sostén que sujetaba sus pechos con suerte y unos pantalones tan cortos que casi dejaban mostrar sus ingles, ambos de un color púrpura. Su espada era curva y el reflejo de la luz del sol delataba unos decorados florales en ella.

-¡¿Y dejarme someter ante el arma de una renegada?!-protestó la otra que se había colocado detrás de ella con una impecable pirueta aérea.

Juraría que la espada estaba a punto de atravesar a la segunda fémina, incluso cerré los ojos solo de imaginar la imagen. Pero cuando quise darme cuenta la primera mujer estaba inmovilizada por unas hiedras que habían emergido de la nada.
-Te lo repito, no soy una renegada-dijo ella mientras colocaba su espada en la garganta de su enemiga.

-¿Y qué haces fuera de los dominios de la ciudad?

-¿No te das cuenta?-preguntó frustrada la fémina que llevaba el control de la pelea-¡Podría decir lo mismo de ti!

-Yo hago las pruebas de graduación-dijo ella-Tengo que conseguir la sangre de una criatura invocada.

-¿Y a mí que me cuentas?-dijo ella mientras desarmaba a su enemiga para que esta no la atacara de nuevo-Yo también estoy en mi examen de graduación ¿entiendes?

-¡Mientes!-gritó la primera mientras sus ojos brillaban rojos y conseguía zafarse de sus ataduras con una fuerza sobrenatural para abalanzarse contra su enemiga y rodar por los suelos como si se trataran de dos animales.

Me tapé la boca para comenzar a reír. No iba a interrumpir aquella pelea, era bastante divertida. Observé cómo alguien soplaba mi nuca. Cuando me giré vi a Orem babeando ansiando ver más de aquella pelea de mujeres.

-Eres un pervertido-susurré.

-¿Me lo dice el que me intentó violar anoche?-ironizó devolviéndome la pedrada.

-Anoche no lo conseguí…-insinué bromista provocando que Orem volviera en sí y dejará caer su mochila llena de armas para amenazarme con una espada.

-¿Qué ha sido eso?-escuché a una de las muchachas que se rebozaban en el suelo.
De repente algo rugió. Una bestia de gran tamaño con la forma de una cabra de más de tres metros la cual acababa de derribar dos árboles con su gran cornamenta torcida.

-¡Aaaaaah!-gritó la más pedante mientras cogía su espada y temblaba mientras la empuñaba.

-¿De qué tienes miedo?-preguntó la segunda mientras tomaba su arma y se colocaba junto a la que había sido su rival, ambas preparadas para combatir contra el nuevo visitante-Ahí tienes a tu bestia.

Me puse aquellos guantes con los que había estado matando el tiempo la noche anterior y me dirigí junto a las mujeres cuando alguien me detuvo.

-¿A dónde crees que vas Ian?-preguntó Orem mirándome con seriedad.

-A ayudarlas-respondí-No creo que puedan vencerla ellas solas.

-¿Acaso sabes manejar eso?-me preguntó antes de propulsarme en el aire para saltar los arbustos.

-No-mentí-¡Pero puedo hacerme una idea!

La cabra gigante intentó embestir a las mujeres pero estas lo esquivaron con ágiles movimientos. Una saltó ágilmente por encima de ella y la otra giró en el suelo para alejarse de la ruta de embestida.

-Señoritas dejarle esto a un caballero-dije elegantemente mientras apretaba las esferas de los guantes y emergían dos espadas de ellos.

-¡Oh!-se asombró la más elegante-¡Aun existen hombres dispuestos a ayudar a damiselas en apuros!

Le dediqué una de mis sonrisas para luego llamar la atención de la bestia con un fuerte silbido. La cabra me fulminó con la mirada mientras comenzó a dar coces con una de sus patas delanteras.

-Vamos pequeña-la provoqué mientras mis ojos tomaban el color carmesí y demoníaco que nos diferenciaban del resto de especies-Soy solo para ti.

Entonces la cabra comenzó a bufar levantando una gran polvareda con el aire que salía disparado por sus fosas nasales. Su cabello se erizó tomando la consistencia de la roca y de sus pezuñas emergieron agujas que ahora amenazaban mi existencia.

-¡Tú!-me llamó la atención la fémina con la espada floral-¡Chico cabra! ¿Piensas divertirte tu solo?

-¿Cabra?-entonces me di cuenta de que tanto los cuernos de la bestia como los míos tenían prácticamente la misma forma.

-¡Cuidado!-gritó la otra mujer.

Cuando quise darme cuenta la cabra estaba sobre mí. Tuve tiempo para saltar y conseguir clavar una de mis espadas en su frente. Después salí despedido por los aires y acabé sobre una de las ramas con un golpe en el estómago y cayendo de golpe en el suelo.

-¡¿Estás bien!?-se acercó la mujer que se había ausentado de la batalla y me colocó la mano sobre el estómago desnudo en donde el tronco me había causado una rozadura sangrante.

Su rostro se contrajo mientras su lengua saboreaba el carmín de sus labios. Sus ojos centellearon mientras sus manos comenzaban a temblar. Mi mente recordó aquel día cuando aún era un niño demoníaco, aquel chico que probó mi sangre. ¿Cuál era su nombre?

-¡Chico cabra!-gritó la otra muchacha-¡Un poco de ayuda no me vendría mal!

Entonces me levanté apreté ambas esferas y las espadas volvieron de nuevo a mis manos en forma de humo. Observé como aquella bestia se mantenía inmovilizada por enredaderas de un enorme grosor.

-No aguantaré mucho-dijo ella sosteniendo sus brazos sin poder moverse para mantener el hechizo cuando pasé por su lado.

En aquel momento me dirigí al cuello de la bestia clavé mis espadas y con todas mis fuerzas intenté cortárselo desde la garganta. Pero el pelaje de la cabra intentaba arrebatarme las armas y unos finos filamentos de este se clavaron en mis manos obligándome a alejarme de la invocación, desarmado.

-¡Aaaaaaaaaaaah!-gritó la conjuradora cuando de repente dos alas de mariposa emergieron de su espalda al mismo tiempo que sus ojos rojos e intensos proyectaban una gran luz carmesí.

Las enredaderas se marchitaron y la ceniza que emergió de ellas comenzó a rodear a la bestia introduciéndose en forma de proyectiles por todo su cuerpo provocando que su sangre tiñera el suelo de negro.

-¡Al suelo Ian!-gritó Orem desde la profundidad del bosque.

El muchacho apuntó con aquel gran bazooka con la apariencia de un dargón y apretó el gatillo para que un proyectil con el grosos tan grande como el tronco de aquellos árboles se dirigiera a gran velocidad hacia la bestia.

Un gran agujero se formo en el estómago de la cabra gigante, justo donde el proyectil había chocado. El animal cayó al suelo mientras la fémina se desmayaba de nuevo sin alas y tan sensual como antes.

La otra mujer se acercó al animal sacó una especie de vial y lo abrió. La cabeza de la cabra se trasformó en humo y se introdujo en el frasco antes de que el resto de su cuerpo se trasformara en aquel viscoso líquido negro.

-Gracias Ian-dijo ella recordando mi nombre-Por ayudarme.

-¿Y yo?-preguntó Orem iluso mientras el dragón metálico se trasformaba en una miniatura viviente y se introducía por el brazalete que mi compañero se había equipado minutos antes.

-Si no hubiera sido por él, seguramente estuviéramos muertas.

-Bueno-dije-Ella hizo bastante.

-Pero mira como acabó.

-¿Cuál es tu nombre señorita?

-Daliana-respondió haciendo una reverencia-Se hace tarde. Llevo tres días fuera del castillo. Tengo que volver antes de que me tomen por renegada.

-Si vas a pie no llegarás a tiempo-dijo Orem mientras cogía a la muchacha desmayada en brazos sin esfuerzo alguno.

-No hay problema-dije-Le prestaremos uno de nuestros caballos.

-¡¿De verdad?!-sonrió ella-¡¿Harías eso por mi?!

-Eso digo yo-susurró Orem-¿Porqué solo se dirige a él?

-Claro-dije-Nosotros podemos llegar a pie.




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