jueves, 11 de marzo de 2010

Una batalla repleta de recuerdos 2º parte de 2

Adultez

Aquellas fauces arrancaron de cuajo el cuello de uno de los luminosos. Antes de que otro de ellos pudiera sentenciarle aquel lobo blanco lo eliminó introduciendo sus garras por su torso.

La luna llena se mantenía roja e intensa mientras que el cielo perteneciente a la noche del mundo de la oscuridad era tan negro como el de la noche de los mortales con la diferencia de que este no tenía estrellas.

Ahora los ángeles huían abandonando aquella estúpida emboscada por proteger su ciudad divina de los ataques a distancia de la ciudad de la oscuridad. La guerra había acabado pero los guerreros aun no habían regresado de su conquista.

Orem tomó su forma humana al mismo tiempo que su compañera. Desnudos se acercaron el uno hacia el otro y sin decirse nada sus labios se vieron involucrados en una danza decorada por los cadáveres de sus compañeros y enemigos.

-No habéis perdido el tiempo-se oyó la voz de Ezequiel que regresaba victorioso del ataque a la ciudad de la luz.

La pareja se vio interrumpida. Los ojos del muchacho se fijaron a su hermano y no pudo evitar acercarse a él y darle un abrazo. Shayla tan solo le dedicó una hermosa sonrisa.

-¿Que me dices celebramos la victoria?-preguntó Orem mientras caminaban hacia la ciudad agarrando la cintura de su compañera.

-Ahora no puedo-respondió Ezequiel que hacía cascar los huesos de sus dedos-Los líderes quieren verme-

La pareja decidió acompañar a su hermano introduciéndose por las calles de las demás razas. Hubieran utilizado los túneles que utilizaban cuando eran niños y jugaban a explorar la ciudad pero ahora eran demasiado pequeños para ellos.
-Perdón-dijo la voz tímida y acallada de una muchacha de aparentemente la misma edad que ellos la cual había golpeado sin querer el hombre de Shayla.

-No pasa nada-dijo ella con una hermosa sonrisa observando como aquel simpático rostro decorado por su flequillo desfilado la esbozaba una sonrisa.

-No hables con nadie-dijo Ezequiel-¿No recuerdas las normas?-

-¿También nos prohíben hablar con las demás razas?-preguntó un tanto enojado Orem mientras dejaban atrás el territorio de los demonios de tormenta-¿Olvidas que ellos también han participado en esta guerra?-

-Son las normas-dijo su hermano con una sonrisa mientras el gran castillo de los tres líderes asomaba tras el territorio de las brujas-Manteneros callados,… no vaya ser que conjuran en contra nuestra-

Caminaron en silencio y con velocidad. Sus ojos observaron como las escobas barrían el suelo sin nadie que las agarrara o como aquellas bolas metálicas giraban entorno al tejado de aquellas casas. Las luces de aquella zona eran moradas y fantasmagóricas pues aquellas bolas luminosas levitaban sobre lo que parecían ser farolas sin bombillas.

-Nos vemos luego-se despidió Orem mientras Shayla sacudía sus manos.

-Adiós tortolitos-se despidió Ezequiel bromista mientras se introducía a través de los portones escoltados por dos grandes sangron.

No pasó ni siquiera un día cuando estalló la guerra contra los renegados. Muchas criaturas desaparecieron, los rumores infundaban que se habían unido al enemigo por temor pero Orem descubrió porque decidieron unirse.

Artheus su padre lideraba a esos renegados. Crearon una ciudad en el mundo de la oscuridad donde las razas convivían las unas con las otras sin estúpidas normas que prohibieran su comunicación. Los líderes ordenaron el exterminamiento de los renegados y sus órdenes se cumplieron victoriosas.

Desde aquel momento Ezequiel se tornó frío y severo como lo había sido su padre en vida. Y pocos meses después estalló la guerra de las razas. Shayla se sacrificó para que Orem pudiera vivir pues el amor que sentía hacia él rompía cualquier barrera. La guerra expiró cuando los tres nuevos líderes levantaron un nuevo mandato con las mismas normas que sus padres y con castigos más crueles que los anteriores.

-¿Estás segura?-preguntó Orem a aquella muchacha de hermosura inigualable a la que habían nombrado como “la bruja prodigiosa” que se mantenía frente a un portal que ella misma había conjurado. Aquella apertura mostraba el mundo de los mortales el cual se mantenía en una tranquilidad que había nacido muchos años atrás. No había guerras internas, no había normas que les impidieran relacionarse los unos con los otros.

-Tú padre creó la paz entre las razas-dijo Ailyn-Ahora ha llegado el momento de que se haga realidad,… para siempre-

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Los lobos se separaron el uno del otro mientras sus pelajes se teñían de rojo desde el hombro derecho.

-La muerte de tu novia te volvió más débil-comentó Ezequiel acompañado de unos gruñidos.

-¡Cállate!-gritó Orem mientras se abalanzaba de nuevo hacia él y giraban sobre si mismos hasta desembocar en el río el cual comenzó a arrastrarles

Mientras las zarpas asestaban grandes golpes aquellos lobos de gran tamaño se vieron arrastrados por debajo de uno de los arcos del puente romano. Orem clavó sus uñas en la antigua piedra y con gran fuerza logró salir del agua mientras su hermano seguía siendo arrastrado.

Escaló el puente hasta llegar arriba y retomar su forma humana apareciendo de nuevo vestido con su traje ya que esa era la especialidad del cuero que llevaba. Tomó el guante liso y se lo puso en la mano derecha, ahora pondría en funcionamiento su estrategia.

Se asomó a través del puente para observar donde se encontraba su hermano pero no estaba ahí. Miró alarmado hacia todos los lados no quería que le pillara por sorpresa.

-¿Me buscabas?-dijo Ezequiel con total normalidad desde atrás.

Cuando Orem se giró su hermano se abalanzaba hacia él con su espadón sin darle tiempo a empuñar el suyo. En movimiento de acto reflejo agarró el arma de su hermano ignorando los cortes que esta estaban produciéndole y le empujó con una patada lo que aprovechó para empuñar a “Coloso” con decisión.

-¿Recuerdas la guerra de los renegados?-preguntó Ezequiel.

-Padre lideraba el bando enemigo-respondió el muchacho mientras escupía sangre por la boca.

-Te diré algo-dijo de nuevo mientras la sangre de su hombro goteaba en el suelo tiñendo la piedra de carmesí-Yo maté a Artheus-

-¡Mientes!-gritó Orem mientras la herida que el lobo fantasmal le había provocado sangraba junto a las otras.

-Seré muchas cosas hermano-dijo Ezequiel-Pero no soy un mentiroso. Seguía órdenes directas de los tres líderes con su muerte me nombraron capitán-

-¡No!-gritó el muchacho mientras se abalanzaba hacia su hermano con todas sus fuerzas.
La espada de Ezequiel surcó el viento y golpeó la empuñadura de la de su enemigo desequilibrando el peso del espadón y haciendo que “Coloso” cayera al suelo. De nuevo la espada asestó una estocada directa a Orem ahora desarmado.

De repente Orem lanzó un puñetazo con su mano derecha. El mecanismo oculto del guante se accionó y al instante apareció lo que parecía ser una especie de taladro que atravesó el lateral del espadón de su enemigo partiendo la espada a la mitad e introduciéndose por su torso.

Ezequiel se arrodilló en el suelo mientras la herida que había provocado el taladro que ahora dejaba de girar sobre si mismo hacía que su cuerpo desapareciera poco a poco encerrando su alma en el guante que ahora brillaba azulado.

-Adiós hermano-susurró Orem exhausto mientras recogía a “Coloso”.



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