martes, 16 de marzo de 2010

Inquilinos en el momento justo en el que su pasado arde otra vez

La tercera planta se mantenía repleta de habitaciones. Todo estaba en perfecto estado por lo que la demonio ígnea tomó las escaleras para llegar a la cuarta planta.

Emily no pudo evitar que un escalofrío recorriera su cuerpo mientras pasaba casi rozando lo que parecía la estatua de una virgen. Las criaturas oscuras nunca habían soportado la energía luminosa por muy pequeña que fuera.

La muchacha comenzó a mirar hacia atrás en pequeños periodos de tiempo cuando sintió que alguien la seguía, alguien que no podía ver con claridad.

-¡Hola!-dijo una voz infantil un tanto efusiva.
La demonio miró hacia abajo para observar como una niña la miraba alegre con unos grandes ojos azules. Vestía un vestido de color pardo a juego con un lazo que colgaba a un extremo de su cabellera suelta.

-Hola-dijo ella con frialdad mientras torcía su cabeza para comprobar que no tenía ningún objeto que lo afiliara a este mundo a modo de fantasma oscuro. En concreto solían buscar colgantes o artefactos colgados de su cuello pues se solía decir que el cuello era la parte más frágil de cualquier criatura por lo tanto aquel objeto que les daba la vida lo tenían que llegar en el mismo sitio donde de vivos se le quitaría la vida.

-¿Eres la otra profesora nueva?-preguntó la niña mientras la tomaba de la mano.

Emily se quedó absorta, no sabía que podía contestarle; entonces fue en aquel momento en el cual su mente caviló con velocidad. Si aquella alma estaba encerrada en el edificio quería decir que a la otra persona a la que se refería tenía que ser una intrusa.

-¡Sí!-respondió-Estaba buscando a mi compañera ¿Sabes dónde está?-

-Ven por favor-dijo la niña mientras tiraba de su brazo-Estaba hablando con el director-

-Gracias-dijo ella fríamente mientras se agachaba y le tocaba la nariz juguetona a la niña.

-¡De nada!-dijo ella mientras caminaban y segundos después susurraba-Liara las ha encontrado a tiempo-

Emily cerró los ojos, sabía perfectamente que tenía que haber más fantasmas pues aquel edificio era demasiado antiguo como para albergar tan solo la dulzura de aquella criatura. Sabía que los difuntos podían mostrar su apariencia y su tangibilidad a voluntad, esa era una de las habilidades que tenían. Cuando abrió los ojos observó inexpresiva como las paredes brillaban nuevas a causa del encantamiento fantasmal que ejercía el edificio sobre ella y aquel pasillo se inundaba en niños y profesores que iban de un lado a otro para asistir a sus clases que se prolongaban por toda la eternidad pues sus almas se mantenían atrapadas en aquella cadena.

Ambas caminaron por aquel pasillo mientras la demonio observaba con cautela si entre aquellos fantasmas cuyos cuerpos se mostraban trasparentes aun cuando se aceptaba el encantamiento, existía algún enemigo vivo.

-¿Emily?-preguntó una voz masculina mientras la muchacha fijaba sus ojos en un fantasma de anciana edad, calvo y con gafas.

-¿Sí?-preguntó ella ignorante.

-¿De verás eres la demonio ígnea del cuadro?-

-¿Qué cuadro?-preguntó ella mientras soltaba la mano de la niña.

-Le diré que la buscas-dijo de repente la niña a la vez que se marchaba corriendo sin dar tiempo a que alguien la detuviera.

-Ven por favor-dijo el hombre mientras se introducía en una de las habitaciones.

Esquivando aquellos niños que caminaban con sus maletas de pequeño tamaño y sus uniformes marrones la muchacha se adentró en aquel cuarto. Lo primero que la conmovió fue aquella pared pintada como si estuviera ardiendo. Su mobiliario el cual no estaba tapado por sábanas pues el encantamiento las suspendía, resaltaba entre las llamas pues el color del que disponían era del color de la madera.

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Infancia

Aquel territorio era de color cobrizo. Sus edificios eran tan solo de una planta y el detalle del que disponían gran parte de ellos era una pequeña llama dibujada bajo la puerta de acceso. Se podía decir que el territorio de los ígneos era el más peligroso de todos pues el fuego que existía en cada uno de ellos se podía descontrolar en cualquier momento. Los gritos de tres niñas ascendían desde el patio del colegio.

-¡Dejarme!-gritó la voz de aquella niña fulminando con su mirada a sus dos compañeras.

-¡Serás una deshonra!-gritó una de aquellas repelentes niñas antes de que le gritara la otra-¡No lo controlarás!-

El cabello de aquella niña se mantenía amarrado en una coleta alta la cual resultaba graciosa. Su ropa al igual que la del resto de las alumnas de la escuela de fuego se componía de un vestidito de tono granate y unas zapatillas de gran comodidad.

-¡Os he dicho!-gritó de nuevo la niña mientras las señalaba con el dedo índice y ellas se reían de ella-¡Que me dejéis en paz!-

Una gota cayó desde la nariz de la niña, se deslizó divertida por su rostro hasta quedar colgante en la barbilla. De repente un aro de fuego las rodeó haciendo que el pánico acaeciera sobre las atacantes. Aquellas niñas comenzaron a gritar mientras la convocadora de aquellas llamas bajaba su cabeza esperando aquella reprimenda que comenzaba a ser cotidiana.

-¡Emily!-gritó la profesora mientras aquellas llamas se extinguían y las niñas acudían a los brazos de su maestra.

-¿Al pozo?-preguntó ella cruzando sus brazos al mismo tiempo que su maestra asentía con la cabeza.

La niña tomó su mochila de color naranja y caminó en dirección contraria a ellas. Sus pasos la condujeron a una pequeña plazoleta cuyas casas estaban desabitadas en aquella época del año pues se utilizaban para el apareamiento de los ígneos y la procreación obligatoria de la raza. En el centro de aquella zona decorada con piedras rojas se situaba un pozo del mismo tono de color, al pie de este se podía leer las palabras “Pozo de los castigos”.

Emily se lanzó hacía la barra que se situaba en el centro de este y se deslizó a través de ella hasta llegar al suelo unos metros más abajo. Apoyó su espalda en la pared mientras se sentaba con las piernas abiertas de tal modo que la barra no le impidiera estar cómoda y abrió la mochila. Extrajo su cuaderno de dibujos y un lápiz con el que empezó a pintar dejando que el tiempo pasara con lentitud.

Su mente caviló sobre si lo que aquellas niñas repetían día tras día era cierto ¿Conseguiría controlar aquel don demoníaco? ¿O sería ejecutada al llegar a la adultez por no hacerlo?

Eso era lo que les pasaban a todas las criaturas de la ciudad, eran parte de las normas que impartían los tres líderes. Se le impartía unas normas a la criatura en su infancia, unos conocimientos con los que progresar a lo largo de su vida, si al llegar a la adultez no eran de utilidad en la sociedad eran ejecutados para dejar sitio a las nuevas generaciones.

El lápiz se movió con fuerza y velocidad mientras sus ojos nublados a causa de su mente descubrían aquel dibujo que había echo sin conciencia. Aquellas niñas, Dívona y Samandra, las cuales la habían atacado con aquellas lenguas envenenadas se mantenían dibujadas a lápiz en su cuaderno. Sus cabezas rodaban por el suelo mientras lo que parecía la sangre, salía disparada de sus cuellos.

Emily esbozó una sonrisa, aquel dibujo la inundaba de alegría, aquello era lo que su mente esperaba que le pasara a ellas, así no podría volver a molestarlas. Arrancó la hoja, no quería tener la imprudencia de ser descubierta una vez su profesora registrara su mochila, como siempre hacia tras el castigo.

Dejo el dibujo posado en sus manos y se concentró para que sus ojos cambiaran. Aquella mirada tornó llameante mientras penetraba en la hoja. De repente unas llamas comenzaron a surgir del papel, unas llamas que lo consumieron en poco tiempo y que dejaron que pequeñas chispas ascendieran por el pozo y salieran en forma de chimenea.

De repente el reloj de la ciudad resonó, las campanas indicaban que ya era de noche. La niña suspiró deduciendo que se habían olvidado de ella, no era tan importante como para ir a buscarla, por ellos como si se quedaba allí para siempre, ni siquiera sus padres la echarían en falta.

-¡Emily!-gritó la voz de una de las dos niñas que habían causado el descontrol de su poder y la causa de su castigo-¿Qué pasa se han olvidado de ti?-

La niña suspiró mientras recogía su vestido con la mano que no sujetaba la mochila y se apresuró a regresar a casa. Solo quería ignorarla, su orgullo ya estaba demasiado bajo como para que alguien lo introdujera más profundo.

-¡Emily!-gritó de nuevo Samandra mientras la seguía.

-¡Olvídame!-gritó la atacada mientras observaba con sus ojos la salida de la zona “romántica” del territorio ígneo.

-¡Mírame! ¿Quién soy?-gritó la otra niña mientras la imitaba a la perfección.

Emily optó por ignorarla, solo quería salir de allí y regresar a casa, tenía deberes que hacer y no quería que sus padres se preocuparan por ella.

-¡Mírame!-gritó de nuevo Samandra furiosa por no ser observada.

Cansada de aquella compañera se giró para mirarla y poder decirle las cosas que sentía en la cara. De repente algo impactó contra su frente, no pudo evitar caer al suelo tras el golpe.

-¿Qué pasa? ¿Ni si quiera puedes esquivarla?-dijo la niña sin lamentarse por haberla golpeado con aquella piedra que había lanzado en un momento de rabieta.

Emily levantó su cabeza dándole la espalda a Samandra. No quería mirarla desde aquel momento no quería tener trato con ella, no insistiría en jugar con ellas cuando se sintiera sola, no quería saber nada de ellas, ya no. La sangre de la frente goteó sobre el suelo mientras una gota emergía de la nariz con total compenetración con el cambio de color de ojos.
La niña se llevó la mano a la nariz y observó olvidando por completo el dolor que le causaba la herida de la frente.

-¡No!-gritó mientras observaba como Samandra era trasformada en cenizas que se las llevaba el viento.

Se levantó, tenía que salir de allí antes de que alguien la viera. Si alguien sabía que la había asesinado, su vida correría un grave peligro. Desde hoy se involucraba en una carrera a contrarreloj por dominar sus poderes, si no sería ejecutada.




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