miércoles, 21 de marzo de 2012

Aunque no te pueda ver...

Destellos en la noche acompañados de gritos de dolor, esa era la banda sonora que durante tantos años me habían acompañado. El destino me había dibujado caminos diferentes que había decidido seguir pero ahora, justo una década después el mundo requería de mi ayuda una vez más.

-Arcadio al habla, dime tu posición-escuché la voz a través del transmisor.

-Treinta y seis punto cero al norte del emplazamiento principal-le respondí posando mi dedo en el auricular que se ocultaba en mi oreja.

-Reagrupémonos en veinte punto cero-me contestó mi compañero de equipo-Tengo que notificarte algo.

-¿De qué hablas Arcadio?-pegunté con la curiosidad a flor de piel y un temor casi desconocido aflorando en mi interior, pero no obtuve respuesta, mi compañero había cortado la transmisión dándome solo un punto de encuentro.

Suspiré y apreté un poco más el nudo que vendaba mi brazo herido. Los rizos me caian con fuerza sobre la cabeza y mis ojos verdes lo observaban todo con detenimiento. La noche solo era combatida por la espesa niebla que comenzaba a levantarse y la luz de la linterna portátil que se encontraba en mi torso. El sudor provocaba que aquel uniforme se pegara cada vez más a mi piel, los calzoncillos se mantenían húmedos y no eran fruto de la orina, ni nada por el estilo. Cuando un soldado se zambulle en la misión más importante de su vida lo que menos piensa es en orinar.
-Pistola a punto-susurré mientras me aseguraba de que me quedaba un cargador en el bolsillo y otro entero introducido en el arma. Saqué el cuchillo que descansaba envainado en la parte trasera de mi cinturón y lo limpié en mi ropa-Cuchillo impoluto-lo guardé de nuevo y encendí el láser que facilitaba el apuntar de mi pistola-Continua el juego.

Sin dejar la posición de acobachado emprendí una caminata de árbol en árbol, apoyándome en cada uno de ellos y cerciorándome de que el enemigo no me había visto, ni siquiera se encontraba cerca. El frió se introducía incluso a través de los guantes sin dos dedos (pulgar e índice) y recorrían mi piel erizándola y provocándome culpabilidad por no haberme hecho con una tercera camiseta interior.

Seguí moviéndome ayudándome de las sombras devoradas por la niebla, los árboles me daban el escondite idóneo para pasar desapercibido sobre las miradas de los curiosos. Los sonidos que más temía en aquellos momentos se iban acercando cada vez más a mí según me movía,… ¿O era yo el que se acercaba a ellos?

-¿Posición?-habló Arcadio activando mis nervios a flor de piel.

-Diecinueve punto nueve-dije dando un par de pasos y encontrándome frente a un gran barranco que me dejaba a escasos metros sobre un pueblo abandonado.

-¡Pebol!-gritó Arcadio alarmado-¡Necesito refuerzo! El objetivo se ha disgregado alertando al resto,… no alcanzo a contarlos con certeza ¿Cincuenta? ¿Cien?

El sonido de los disparos estalló en mi transmisor, mi compañero del equipo Delta necesitaba mi ayuda y yo no podía quedarme allí, mirando como los destellos de su pistola acaban con unos individuos para hacerles ganar terreno a otros que ahora asomaban a través de las casas. No los veía con tanta claridad cómo podía verlos él pero sus destellos también me alumbraban sus espaldas,… estaba rodeado.
Cogí carrerilla y me apresuré al vacío que separaba aquel barranco del pueblo. La caída sería mortal si no hacia algo para remediarlo. Comencé a girar sobre mi mismo en el aire formando perfectas acrobacias aéreas y acelerando el peso de mi cuerpo así como la velocidad de mi caída. Las casas de de piedra y teja vieja se acercaban con expectación mientras yo guardaba la pistola para desenvainar el cuchillo y asegurarme de dar la estocada idónea en el momento justo.

El cuchillo se introdujo en la piedra mientras mis pies frenaban doloridos la caída. El peso de mi cuerpo había sido detenido por el golpe del cuchillo en la roca y por mis pies embotados clavándose en las rocas más puntiagudas. Me quejé, lo hice como nunca lo había hecho incluso sentí como la presión de mis manos rodeando el cuchillo producían una fuerte quemadura, pero estaba vivo y había llegado al pueblo, eso era lo que importaba.

La adrenalina me cubría de piernas a cabeza, el cuchillo se mantenía en mi mano izquierda mientras la pistola apuntaba aquellas siluetas de espaldas a mí. Eran demasiados, demasiados para poder acabar con ellos con tan solo dos cargadores, pero tenía que intentarlo, tenía que dar lo mejor de mí o morir en el intento.

Los cuatro primeros se trataban de una familia, un padre, una madre y dos hijos. Sus caras se mantenían corroídas por el virus, sus dientes afilados y sus andares torpes. Disparé al padre en la pierna para provocar que los otros tres se giraran hacia mí, me apresuré en mi mejor sprint y golpeé la cabeza de la madre con una patada para derribarla, clavé el cuchillo en la frente del niño y coloqué el cañón de mi arma en la nuca de la niña que se mantenía fijada en su objetivo, Arcadio. El estallido de mi arma le verificó a mi compañero que había sido yo el que había disparado. Acabar con el padre fue un juego de niños, sin poder utilizar su pierna, este la arrastraba esforzándose al máximo en llegar hasta a mí. De nuevo me abalancé sobre él, salté y formé una silueta de derribe, mis piernas delante de mi cuerpo y mis manos preparadas para recibir el impacto.

El padre chocó con fuerza hacia una de las paredes de la casa y ahí tuvo que sentir como su cabeza se rompía en mil pedazos mientras yo paraba la caía con mis manos y retomaba la marcha de protección.

-¿Cómo has tardado tanto?-dijo Arcadio mientras me colocaba en su espalda.

-Había uno de estos muertos con un hacha-recordé el golpe de mi hombro-Créeme no pude tardar menos. ¿Dónde está el resto?

-Tiritas está el cuarto empezando por la derecha. Traca se acerca desde la segunda casa y Chuletas se arrastra hacia ti-dijo Arcadio con frialdad.

-Han sido infectados-dije mientras apuntaba con mi pistola a un hombre vestido de militar, sin piernas y tan gordo como siempre lo había recordado-¿Sólo quedamos nosotros?

-Tu sopla nucas no responde-el primer disparo fue a parar en la cabeza de una anciana que se sostenía con la ayuda de un bastón-Debe de haberse marchado con el transporte.

Disparé a Chuletas en la cabeza y dejó de moverse. Uno de los zombies se abalanzó sobre mi compañero, pude neutralizarlo con un corte limpio en su cuello y una patada en sus partes más viriles.


Dos disparos de la pistola de Arcadio y definitivamente el equipo Delta había sido disgregado. Eran demasiados, y quizá por ello mi compañero se quedó sin munición. Intentaba abrir un camino por el que poder pasar pero eran demasiados, demasiados para que dos nos pudiéramos salvar.

-Me quedan tres tiros de escopeta-dijo él-Te abriré paso y podrás salir de aquí, encuentra un lugar alto al que no puedan subir y espera a que te salven.

-¿Y tú?-pregunté.

-Yo he vivido demasiado-sonrió-No hay nadie que me espere en casa,… ya no.

Hubo un silencio solo combatido por los golpes que les proporcionábamos a los muertos vivientes más cercanos: ruptura de cuellos, de piernas o incluso de brazos pero no era suficiente. Entonces por una vez en mi vida dejé de ser egoísta, egocéntrico y antojista. Le dí el cargador de reserva a Arcadio y saqué el cargador con media munición de mi pistola. La guardé en su funda y desenvainé tanto mi cuchillo como el de mi compañero.

-Hay otra elección-dije-Siempre hay un segundo camino para llegar al paraíso-sonreí-Abre paso caminemos juntos y yo te cubriré. ¿Ves la casa del alcalde?-pregunté esperando a que mi compañero viera aquel gran edificio situado a varios metros lejos de allí-Ese será nuestro punto de salvación ¿Preparado?

No supe si fueron los años de complicidad que nos habían dado los videojuegos, la década de amistad que nos había dado el destino, pero nuestros movimientos solo parecían estar sacados de una película de danzarines. Con un disparo de su escopeta cinco zombies caían en el suelo, yo usaba los cuchillos para rajar los cuellos de aquellos que amenazaban a mi tirador. Mis movimientos eran ágiles, los suyos pesados, mis estocadas eran sangrientas, sus tiros eficaces…

La munición de escopeta dio por finalizada, mis manos temblaban ante la adrenalina que me causaba matar. El edificio estaba cada vez más cerca, nuestra salvación ya se podía saborear pero no sabíamos lo que se avecinaba. A cada disparo de la pistola de Arcadio un temblor obligaba a las rocas más débiles a precipitarse al pueblo. Las casas situadas más cercanas al barranco quedaban sepultadas junto a los zombies que decidían salir a atacarnos. ¿Era una oportunidad o una prisión?

Algo se acercaba hacia nosotros, algo tan grande como maloliente. Media tres metros, era rápido, era ágil, era preciso,… no tenía ninguna de las habilidades que habían acompañado a nuestros enemigos, salvo quizá solo la carne infectada. ¿Estábamos perdidos o simplemente era una nueva etapa de nuestra vida?


Dedicado a mi fiel compañero... Aunque no te pueda ver sé que estás ahi :)

For You Archy

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