martes, 13 de marzo de 2012

Y después de la tormenta viene la calma

¿Cuánto ha pasado desde mi última publicación? ¿Años? ¿Meses? ¿Semanas?

Pues me he acordado de vosotros, algo me dijo que tenía que enseñaros esto, un trabajo para clase algo que puede (o no?) que os guste. Desde este profundo corazón mortal os deseo un bonito viaje entre los pensamientos de un escritor desdichado, un escritor que escribe historias sin finales, historias que ¿por qué no? dejo que las termines tú, con tus pensamientos, tus sueños y tu imaginación.

-Un texto para clase-


“Siempre quise ser fuerte,…”

Son las palabras que resuenan una y otra vez en mi cabeza. Me fue fácil tomar el cuerpo de este mortal, su alma estaba débil, su fe rasgada por el dolor que el destino le había causado a lo largo de los años y su cuerpo preparado para la ocupación del huésped, yo.
Pero había algo en el interior del humano que conseguía agotar mis fuerzas a la hora de dominarlo. Podía controlar los movimientos de sus piernas, sus brazos, sus dedos, sus labios,… pero sus sentimientos embriagaban cada una de las partes de su alma. Ni yo, el gran Ianhalzar podía conseguir controlar por completo al humano.

Quizá necesitaba más poder, apenas habían pasado tres días desde que entré en él, nunca había ocupado el cuerpo de un mortal y las sensaciones que me recorrían eran tan nuevas como satisfactorias.
Pelo dorado, rostro delgado joven y con aspecto infantil. Su piel era pálida y con un tono amarillento que pasaba desapercibido a ojos de cualquiera. Una nariz chata y unos labios tan carnosos como apetitosos. En general aquel chico era apuesto y quizá por ello su vida amorosa había sido tan intensa como vacía. Por la noche me azotaban los recuerdos de su vida mortal, su dolor, sus sentimientos, su odio.

El chico había perdido a sus padres bajo las llamas de una explosión. Sus tíos, actuales tutores, lo habían criado hasta que tuvo la edad idónea para internarlo en aquella prisión para adolescentes de economía alta. Lo odiaban, tanto como él los odiaba a ellos. Las chicas lo habían querido pero él nunca había sentido el amor hacia ellas, tres días era lo que duraban sus relaciones y una noche junto a ellas era más que suficiente para demostrarle que no precisaba de mujeres para alcanzar la felicidad. El aprecio, el querer y el amor se habían quemado bajo las mismas llamas que calcinaron a sus progenitores.

Sus ojos verdes como la esmeralda habían perdido su intensidad bajo un rojo intenso. Podía ocultar mis cuernos, mis alas o incluso mi cola, pero ocultar la mirada de demonio que me precedía era tan difícil como imposible. Frente al espejo que reflejaba aquella vasija humana me di cuenta de que era poder lo que necesitaba, más almas que me alimentaran, decidido tenía que poner en práctica mi plan.

-¿Estás bien, Álvaro?-dijo la voz de Eva.

Algo se removió en el interior de aquel humano, algo mucho más fuerte que el odio incansable que sentía hacia sus tíos. Eva era su prima, el apoyo que siempre había tenido, cuando estuvo mal ella siempre la hacía reír. Muchos envidiaban la relación de amistad que los primos tenían pero Álvaro sentía mucho más que amistad ¿Realmente era amor lo que resurgía ahora de las cenizas?

Pelo liso, moreno y con un flequillo recto tan resplandeciente como las noches de agosto. Una mirada alegre y brillante crispada por unos ojos sombríos. El uniforme pronunciaba sus cuervas, dejaba ver la suavidad de sus piernas bajo una minifalda más corta de lo normal.

-Sí-sonreí-Estaba lavándome la cara, despejando los pensamientos,… ya sabes.

Eva me rodeó con sus brazos, apoyó su barbilla en mi hombro y dejó que su perfume de fresa embriagara el pequeño espacio que ahora había dejado de existir. Desee por un momento acabar con la vida de Eva, mostrar mi forma original. Mis cuernos se retorcerían en espiral mientras mis labios invocarían las más fieras tormentas alrededor de la humana. Unas garras tan afiladas como cuchillas atravesarían su estómago y colocarían sus intestinos en mi cuello, como una bufanda. Pero Álvaro formaba parte de mí, al igual que Ianhalzar formaba parte de él, nuestros sentimientos entrechocaban día tras día y siempre vencían los sentimientos del humano.

Agarré su rostro con delicadeza y me acerqué a ella. Mis labios se estremecieron cuando rozaron con los suyos, la sensación de timidez que siempre había acompañado a Eva desapareció cuando mi lengua atravesó el umbral que separaba los espacios propios de cada uno. El umbral del inframundo había sido mucho más complejo de traspasar que el umbral que Eva dejaba entre nosotros. Ella también amaba a Álvaro y el sentimiento era tan mutuo que algo hermoso comenzaba a brotar en mi interior.

Quizá debía agradecerle al humano las sensaciones que me estaba regalando, sus sentimientos me cambiaban poco a poco. Ya no buscaba la destrucción del mundo a modo de venganza contra el mismísimo Dios. Ahora quería salvar a la humanidad, protegerla del mal que se cernía sobre ella, darle un ápice de luz a un mundo abrazado por la oscuridad.

“Siempre quise ser fuerte… ahora lo he conseguido”

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