sábado, 24 de marzo de 2012

Fauces de acero

El silencio únicamente era combatido por el fuerte sonido del acero contra el acero. En su esfuerzo, la luna conseguía alumbrar con nitidez aquel prado de dientes de león, mientras aquellas dos siluetas masculinas combatían por algo más que sus vidas. La brisa apenas conseguía zarandear la inmensa vegetación que se posaba bajo los pies de aquellos muchachos, uno totalmente opuesto al otro.

El primero era un chico de apuesta belleza cuya edad nos e alejaba demasiado de la adolescencia. Sus cabellos dorados reflejaban con sutileza los brillantes rayos de luna, al mismo tiempo que aquellos ojos azules reflejaban la imagen de su enemigo. Su hermosura solo era comparada con la elegancia con la que efectuaba sus movimientos, vestía un conjunto de seda blanca, desde arriba parecía un danzarín esquivando las estocadas de su enemigo y blandiendo aquella espada de hoja curva y empuñadura con motivo floral.

En cambio el segundo de aspecto mucho más robusto y musculado con un rostro viril y más envejecido tenía un cabello tan negro como el azabache, una mirada tenebrosa y unas vestimentas de aspecto salvaje y oscuro. Media varis centímetros por encima de su enemigo y su espada era tan grande como pesada. Sus movimientos eran toscos y lentos pero la resistencia de la que gozaba su cuerpo estaba muy por encima de la del danzarín.

Presos del tiempo proseguían el duelo una y otra vez sin encontrar nunca un final. La sangre emanaba de sus manos fruto de la dureza con la que sujetaban sus armas, el sudor recorría sus gestos y sus piernas se esforzaban cada vez más por mantener los cuerpos erguidos. La noche era tan larga como la eternidad pero ellos no podía decir lo mismo, el cansancio empezaba a ser su segundo enemigo, tarde o temprano alguien tendría que bajar la guardia, pero ¿Quién sería? ¿El hermoso danzarín de la rosa? O por el contrario ¿Sería el guerrero de la noche el vencedor?

Nubes comenzaban a hacerle compañía a la luna, algunas amenazaban con lluvia y las otras se mantenían en la lejanía por miedo a que aquellas espadas dieran una estocada en la dirección equivocada. Las estrellas también decidían acercarse a disfrutar de aquella equilibrada batalla que la luna presenciaba, incluso susurraban junto al viento el precio de sus apuestas.

El danzarín se impulsó sobre sus pies para proporcionar un gran salto. Sus cabellos dorados se agitaron contra el viento mientras su cuerpo elaboraba una majestuosa pirueta aérea. Su enemigo pronto quedó de espaldas a él y pudo asestarle un golpe no mortal. El corte emprendió su camino desde la cintura en vertical hasta la parte más concéntrica de la espalda.

El guerrero no protesto, tan solo se giró con fuerza asestando un corte en horizontal al aire que su enemigo había dejado antes de agacharse para esquivar aquel movimiento. La sangre ahora empapaba la parte trasera de su jubón de pelo lupino. Una vez más el danzarín sonreía dulcemente ante la victoria de su ataque, pero aun quedaba noche por delante y la batalla no había acabado por el momento.


Los dientes de león decidieron soltar sus pétalos al viento y decorar aquella batalla con pequeñas motas blancas volando de un lado para el otro, acompañados por los golpeteos del viento que parecían susurrar algo más que palabras de muerte.

Una vez más el danzarín de la luna esquivó la estocada de su enemigo pero no pudo prevenir como el guerrero de la noche golpeaba su boca con un puño embriagado en furia y ansias de victoria. El muchacho se desplomó en el suelo sin poder evitar soltar la espada, estaba indefenso y su enemigo estaba preparado para terminar con el duelo. Un sabor metálico explotó en su paladar cuando el guerrero le asestó con otro puñetazo. Había dejado su espada en el suelo y ahora se mantenía sobre él golpeándole repetidas veces con un rostro tan sombrío como sádico.

Uno de los dos tendría que mover sus fichas y acabar con el rey del otro en el inmenso tablero de ajedrez que era aquel duelo. Aquella mirada esmeralda se dejó vencer por los párpados ante el miedo que el rostro enemigo le causaba, pero no por ello dejó de jugar su estrategia. No sería tan fuerte como él, ni siquiera tan robusto, musculoso o resistente. Pero tenía algo de lo que podía alardear, algo que se situaba a escasos metros de la belleza casi inmortal con la que el destino le había regalado. Con una inmensa flexibilidad los pies del danzarín se colocaron alrededor de la cintura del guerrero y con la fuerza más inmensa de la que jamás había hecho uso logró tirarlo hacia atrás y alejarse con volteretas tan hermosas como majestuosas.

Una vez más ambos combatientes estaban uno situado frente al otro. Esta vez había más sangre, tanto en la boca del danzarín como en los nudillos del guerrero. Había llegado el momento de darle fin a aquel infierno. De repente, en un abrir y cerrar de ojos ya no había dos muchachos dispuestos a pelear, si no dos lobos de gran tamaño enseñando sus fauces amenazadoras. El primero con ojos verdes esmeralda y de un pelaje blanco casi rubio, y el segundo negro como la noche y tan tenebroso como la muerte.

-¿Estás bien Laura?-dijo Estrella, la mejor amiga de la chica.
Laura se había quedado obsoleta mirando aquel documental de lobos. La lucha de ambos animales había empezado como una disputa por el territorio y ahora había acabado con el lobo blanco siendo devorado por el lobo negro que reclamaba su madriguera como el rey que reclama su castillo.

-¿Has decidido ya con quien ir al baile de primavera?-preguntó de nuevo Estrella.

El tema estaba claro, Laura tenía que decidir si ir con Ezreal(rubio, delgado y muy guapo) o con Alexiel (moreno, musculado y frío) al baile de primavera a tan solo veinticuatro horas del festival estudiantil.

-¿Cómo elegir si mi corazón les pertenece a los dos?

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