miércoles, 28 de marzo de 2012

La crisálida marchita

El bosque marchito se mostraba tan tétrico como lo solía hacer cada noche. Las hojas se marchitaban cuando la luz de la luna asomaba en el más oscuro de los cielos y estas formaban una alfombra marchita a lo largo de todo el recorrido. Se escuchaban gritos, quizá producidos por los silbidos del viento a través de las ramas desnudas o seguramente de las víctimas que eran asesinadas, víctimas que gritaban por su vida. Aunque yo sabía que la gran parte de esos gritos los proferían los árboles, ellos lloraban cada noche por la pérdida de sus hojas, se sentían desnudos, incomprendidos y las lágrimas de sangre emanaban una y otra vez de sus troncos. Árboles sangrientos habían sido bautizados hace más de mil años.

Mis pies embotados sentían como la sangre de los árboles palpitaba en la suela de mis botas, las hojas marchitas se resquebrajaban a mi paso mientras mis extremidades se hundían en la mezcla de barro, sangre y muerte. La túnica que mantenía mi rostro oculto bajo una capucha era de un color índigo, oscuro y brillante a la vez. A ojos de los mortales sería un espectro que vagaba por el bosque, aunque no creo que hubiera muchos mortales con vida en esos momentos. Todo estaba tan oscuro que solo dejaba que mis pasos se guiaran por el olor.

Poco a poco, mientras avanzaba podía sentir como el calor de una hoguera erizaba mi piel. Cien años atrás había preferido un lugar más tranquilo e incluso doscientos años en el pasado maldije a mis maestras por haber elegido este bosque como base principal de nuestro aquelarre.

Una vez más cien años después regresaba para alimentarme de la vida de otros, necesitaba preservar la mía y no me importaba el precio que tuviera que pagar. Vírgenes, infantes, ancianos o incluso vagabundos; estos últimos menos ricos que los primeros, pero este era el requisito principal que teníamos que afrontar centenar tras centenar, ser un brujo no era del todo sencillo.

La brujería en el siglo XXI no estaba bien vista. Cuando alguien presenciaba algún ritual podía tener distintas conductas de reacción. La primera era chillar como un descosido replanteándose toda la fe que una vez abandonó, contarlo por todos los lados y acabar como un loco esquizofrénico que escucha voces en su interior. La segunda era sonreír, aceptar con la cabeza y sacar el único trozo de papel que guardan en su bolsillo para aclamar un autógrafo; ni siquiera se molestaría en buscar las cámaras simplemente aceptaría la escena, el asesinato del cerdo en medio de una estrella de cinco puntas. Y la tercera y más peculiar era acercarse al centro del ritual tocarte la espalda con delicadeza y preguntarte: ¿Cómo lo haces? ¿Dónde está el truco?

Daba igual cual era la conducta, no se podían dejar pruebas y tarde o temprano acababan como víctimas de un ritual esotérico y todo ¿para qué? ganancias, venganza, tradición o simplemente diversión.

La cueva del aquelarre La crisálida marchita cada vez está más cerca. Desde aquí puedo escuchar las risas, seguramente hayan bebido jugo de marmota especiado con licor de lirios. Creo que llego tarde a la fiesta ¿Habrán devorado ya a la virgen? ¿Quién será el siguiente?

Ah sí,... ya lo recuerdo, en el mensaje venía la lista de víctimas, el siguiente eres tú ¿Estás preparado? No te dolerá, solo cierra los ojos... Veamos que tal sabes.




Dedicado a todos aquellos que ven la vida como algo mágico y no como algo monótono y aburrido ^_^

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