domingo, 14 de febrero de 2010

Los corazones oscuros tambien sienten el amor

-¿Tienes lo que encargué?-preguntó Ailyn sin que nadie pudiera cerciorarse de un nuevo destello en sus ojos a la vez que la estrella invertida brillaba en su espalda acompañada de aquella cabeza de cabra.

-Sí-sonrió el hombre-He conseguido ceñirme a vuestros requisitos-comentó mientras les guiñaba un ojo al mismo tiempo que Ian se reagrupaba con tranquilidad e intentado no estallar en carcajada de nuevo-Seguirme por favor-

Netheril les guió a través de un pasillo muy estrecho cuyas paredes destacaban con sumo protagonismo los ladrillos antiguos. Minutos después el pasillo se abrió ante otra habitación de gran tamaño y con un techo más corriente.

Una mujer se mantenía en uno dos extremos doblando una prenda de vestir y guardándola en una bolsa de deporte junto a otras. Su cabello era negro y rizado, largo hasta más allá de la cintura. Vestía un vestido negro de falda larga, tan larga que incluso tapaba sus pies.

-¡Ariadna!-dijo Ala bruja con una simpatía poco común en ella.

-¿Ailyn?-preguntó aquella mujer mientras se giraba una gran barriga les indicaba que esperaba a otro hijo-¡Hola pequeña!

Se acercó a ella y se dieron un delicado abrazo. Su rostro se mantenía maquillado, tanto su sombra de ojos como sus labios eran del color de la noche dando un color más claro a la tez de su piel. Un lunar hermoseaba su rostro colocado junto a su ojo derecho.

-¡Hola niños!-saludó al resto agitando su mano y lanzando besos con dulzura.

Orem saludó de una forma peculiar, su mano se movió como se mueven los soldados cuando ven a su capitán. El resto simplemente se limitó a agitar la mano uno más efusivo que la otra.

-¿Qué tal los hechizos que te pase?-preguntó Ariadna mientras tomaba las manos de la bruja.

-Muy bien-respondió ella-Son sencillos-

-¿Hiciste uso del encadenamiento?-preguntó la mujer intrigada mientras sus oyentes las ignoraban por la falta de entendimiento y se ponían a hablar entre ellos.

-¡Si!-dijo con una efusividad perteneciente al pasado-Lo conjuré con un hechizo de punzamiento-

-¡Qué buena idea!-celebró la mujer mientras sonreía.

El tiempo iba pasando mientras las conversaciones se separaban en tres. Estaba claro que Netheril y su familia eran criaturas oscuras, como ellos. Pero lo que también estaba claro era que se encontraba en un punto intermedio de los dos bandos. Suministraba a ambos bandos por igual y lo que era más importante había prometido no hablar de uno lo que hablaba con el otro… él no.

-¿Qué tal has pasado este tiempo?-preguntó Samuel mientras se mantenía sentado en las escaleras de metal junto a Hina. Sus manos agarradas a las de ella trasmitían un calor pasional mientras aquellos ojos claros se fijaban en los suyos.

-Bien-respondió ella-Hemos combatido bastante-

-Me alegro-dijo él-Ya verás lo que te he hecho-

-¿Has ayudado a tu padre?-preguntó ella un tanto intrigada.

-¡Qué va!-dijo él divertido-De tus cosas me he encargado yo, sin ayuda de mi padre-

-Entonces me gustará estrenarlas-

-¿Qué es esto?-preguntó el muchacho mientras apartaba una de sus manos y observaba como se mantenía manchada de sangre-¿Te has cortado?-

El dedo de la demonio se mantenía sangrando, como si aquella herida no fuera del todo corriente.

-¡Bah!-dijo ella intentado buscar una escapatoria a la respuesta-No es nada-

-¿No se rege…?-algo interrumpió su preocupación. Los labios de la muchacha se habían juntado a los suyos. Había pasado mucho tiempo desde que aquella imagen no se repetía.

Hina no era muy pasional y ella lo sabía. Sabía que se ponía nerviosa con facilidad y que si eso pasaba sus poderes demoníacos se podían llegar a descontrolar. Cuando ambos labios se separaron Sam pudo ver como su reflejo aparecía en el globo ocular de su pareja.

-¿Estás bien?-preguntó él mientras la miraba un tanto preocupado.

-Sí-respondió-Creo que sí-

De repente unas gotas de lluvia comenzaron a caer sobre ellos. Un pequeño nubarrón había aparecido sobre sus cabezas y ahora no dejaba de vaciarse como lo hacían las esponjas cuando estaban a rebosar de agua.

-Echaba de menos estos momentos-comentó el muchacho mientras el agua descendía por sus cabellos ya húmedos y empapaban ambos rostros.

Hina comenzó a sentir como la sangre de su dedo se solidificaba. Era la señal perfecta para indicarla que debía de comenzar su parte del plan. Quizá fue eso lo que la puso un poco más nerviosa pero aquella nube que se dejaba caer el agua en forma de gotas sobre ellos no tardó en descargar lo que parecía un pequeño rayo.
Ambos se quejaron cuando el metal de la escalera les profirió un calambre. Se levantaron de golpe y eso hizo que sus labios se juntaran de nuevo pero esta vez inconscientemente.

-Perdón-dijo Hina.

-No te preocupes-le tranquilizó él mientras se abrazaban de pie en el primer escalón con la lluvia aun empapándolos.

-¿Sam?-dijo la muchacha para iniciar otro tipo de conversación-¿Tú me quieres verdad?-

-Pues claro boba-respondió el mientras se colocaban el uno frente al otro sin separar sus manos de aquella perfecta cintura-¿A qué viene eso?-

-Si algo peligroso estuviera a punto de ocurrir ¿me alertarías?-dijo ella buscando la forma de sonsacarle información sobre sus enemigos.

Hubo un silencio sepulcral. El rostro de la muchacha se contrajo en decepción mientras se liberó de sus zafaduras y resentida comenzó a descender las escaleras de metal mientras sus ojos aun reflectantes se empapan en lágrimas al mismo tiempo que aquella nube se esparcía por el techo del piso de abajo y comenzaba a dejar caer grandes bolas de hielo.

-¡Hina!-gritó el muchacho mientras su cuerpo desaparecía y al instante aparecía casi rozándola a tiempo de que ella se introdujera en el laberinto de estanterías evitando no quejarse por el fuerte golpeteo del granizo sobre su cuerpo-¡Espera!-

Junto a ella no había granizo que le dañara pues si algo había aprendido era que el poder de la muchacha no la dañaba. Sí, podría cambiar según sus sentimientos pero en ningún momento se utilizaría en perjuicio propio, no a conciencia.

-¿Qué quieres?-preguntó ella mientras se giraba un tanto furiosa al mismo tiempo que las lágrimas salían despedidas. Aquella habitación se mantenía inundaba con una melodía proveniente del chocar del granizo con el metal de las estanterías y la escalera.

-Sí-dijo él-¡Sí te alertaría!-

-¿De verdad?-preguntó ella-¿No me estás mintiendo?-

-¿Me ves capaz de eso?-dijo él.

De nuevo hubo un silencio. Las nubes desaparecieron al mismo tiempo que los ojos de la demonio de la tormenta volvían a su estado normal, castaños y humanos.

-No-dijo mientras Sam pasaba su mano sobre su rostro para limpiarla de las nuevas lágrimas que habían podido aparecer.

-Sabes que mi padre juró no interferir en esta guerra-comenzó a explicar el muchacho.

-No tienes porque hacerlo-dijo ella negándose a seguir.

-Lo hago por que quiero-dijo él-Confío en vosotros,… confío en ti. A mi tampoco me gusta la idea de que esos demonios se quieran hacer con este mundo también-

La comisura de aquellos labios femeninos dejaron escapar una gran sonrisa. Aquel flequillo desfilado aun seguía cediendo el agua que había logrado absorber al mismo tiempo que su cabello descendía a causa del agua unos milímetros más abajo del omoplato.

-No entiendo porque mi padre no se unió a vosotros-maldijo Samuel mientras miraba hacía el suelo.

-A Netheril nunca le gustó combatir, no directamente-dijo Hina mientras tomaba la barbilla del muchacho y la colocaba de tal manera que sus ojos se fijaran solo en ella-No tienes porque seguir sus pasos-

-Quiero cuidar de ellos-dijo-Quiero conocer a mi nuevo hermano, quiero agradecerles todo lo que han echo por mí pero no se hasta donde estoy dispuesto a aguantar-

-Entonces hazlo. No tienes porque preocuparte por mí-dijo la muchacha mientras acariciaba su rostro-Estoy en buena compañía-

-No lo entiendes-dijo él mientras su ánimo decaía de nuevo.

-¿Qué no entiendo Sam?-

-Están trayéndolos, a todos-respondió él.

-¿Y? Los mandaremos de vuelta de la misma forma de la que vienen y si se les ocurre volver viajaremos a nuestro mundo y les patearemos el trasero-

El muchacho soltó una pequeña carcajada. Aquella sonrisa no era de alegría, tampoco de pena si no de preocupación.

-Si fuera tan fácil lo haría yo mismo-dijo tras unos segundos-Pretenden hacer una conversión masiva-logró decir sin pensar en la promesa que le hizo a su padre.

-¿Qué quieres decir?-preguntó Hina un tanto alarmada.

-Quieren hacerse con toda la ciudad-dijo-Van a utilizar las fuerzas más poderosas para hacerlo. No habrá más mortales, Salamanca pasará a ser parte de nuestro mundo, un pasaje para gobernar el resto del planeta-

-¡¿Cuando?!-se alarmó Hina mientras sus ojos cambiaban de nuevo y sus brazos agarraban los hombros de aquel muchacho.

-No lo dijeron-dijo él mientras observaba como un nubarrón aparecía sobre ellos cargado de electricidad estática-¡Cálmate!-

-¡No me digas que me calme!-gritó la muchacha descontrolada mientras un rayo descendía a gran velocidad hacía ellos.

De repente Sam abrazó a la muchacha y ambos desaparecieron milésimas de segundos antes de que el rayo chocara contra el suelo. Sus cuerpos aparecieron en una habitación totalmente apartada de la que estaban.

-¿¡Qué ha sido eso?!-preguntó Ariadna mientras se acercaba a Samuel con un libro entre sus manos.
Aquella habitación era grande, en sus paredes se encontraban colgadas una inmensidad de armas de todo tipo tanto medievales como actuales.

-Nada mamá-dijo el muchacho mientras todos les miraban-Jugábamos-

-¿Hina?-dijo la mujer con severidad.

-Tiene razón-dijo ella de repente calmada y con un aspecto más humano que nunca mientras se cercioraba de que la incisión en su dedo había desaparecido.

-¿Qué tal pequeña?-preguntó Ariadna a la vez que su rostro se contraía alegre.

-Muy bien señora-dijo ella con una gran sonrisa.

-¡Ari!-dijo Ailyn que se encontraba sentada en el interior de una estrella de cinco puntas invertida rodeada por velas con el fuego negro-¡No me dejes a medias!-

-¡Voy!-gritó la mujer mientras la falda de su vestido se ondeaba al mismo tiempo que ella regresaba junto a la bruja.

-Necesitan conjurar en los cuatro puntos cardinales de la ciudad-susurró justo en el mismo momento en el que su madre dejó de escucharles-Es lo último que sé-

-¡Sam!-dijo la voz de Ian mientras este se giraba a tiempo de coger una daga antes de que se introdujera en su cuerpo-Me cagüen-

-¡No tenías que haberme avisado!-bromeó él mientras un susurró llegaba a su oído-Gracias-








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