jueves, 11 de febrero de 2010

A veces la muerte no es lo peor

Nadie podía decirles lo que debían o no hacer, nadie podría criticarles por su forma excéntrica de vestir, nadie podría criticarles respecto a sus costumbres, no allí.

No hacia falta mucho para hacer una fiesta de aquel calibre. Primero era necesario un buen equipo de música, mejor dicho, un equipo que no necesitara cables para hacerlo funcionar. También era necesario un grupo de gente dispuesta a divertirse en un sitio tan lúgubre como aquel. Y por último y sin lugar a dudas una buena cantidad de alcohol.

La música azotaba con crueldad las paredes de aquella antigua torre medio derruida por donde a través de sus ventanas se podía divisar los hospitales salmantinos. Aquellos muchachos que se hacían pertenecientes de la tribu social llamada “góticos” se mantenían divirtiéndose bajo la música violenta acompañados de ropas negras y maquillajes claros, símbolo de su pasión por la oscuridad.

Apartados de la verdadera fiesta aquel muchacho había conseguido atraer a otros dos compañeros para lograr hacer aquello, por fin su peor enemigo pagaría por lo que le hizo, o eso pensaba.

Las velas se colocaban en cada una de las puntas del pentáculo invertido, símbolo esencial para hacer magia negra. Detrás de ellos y atado en lo que quedaba de una columna descansaba lo que parecía ser un cerdo, sus gruñidos ponían una melodía peculiar a aquella imagen. Sus compañeros se habían colocado cada uno en su posición mientras formaban un corro con sus manos y él comenzaba a formular aquel conjuro en el más antiguo latín.

Cuando terminó de pronunciar aquellas palabras no ocurrió nada. ¿Qué era lo que podía estar fallando? Sin tomar descanso sacó el móvil y ojeo el apartado de notas. Allí encontró lo que buscaba, no podía pasar nada porque no había un sacrificio de parte de los conjuradores. Sin pensárselo dos veces tomó una navaja que siempre guardaba en su chaqueta de cuero y se hizo una pequeña incisión en su palma para que la sangre tiñera el interior de la estrella de cinco puntas.

-Os toca-dijo mientras le pasaba la navaja a uno de sus compañeros.

-¿Es necesario?-preguntó él mientras miraba a la tercera integrante que sonreía con locura.

-Si queremos venganza sí-dijo el primero.

-Está bien-

Sin demorarse ni un minuto más aquellos muchachos derramaros parte de su sangre en el interior de la estrella, se agarraban de nuevo de las manos y el que parecía ser el gobernante comenzó a conjurar una vez más.

Mientras lo hacía comenzó a levantarse un viento en el interior de la estrella, las velas se apagaron sumiendo aquella habitación en la oscuridad, ahora esperaban que algo o alguien aparecieran ante ellos.

Unos puntos rojos surgieron en el interior del circulo, poco a poco esos puntos se fueron trasformando en encajes de cristal y segundos después en una cruz invertida. De repente una muchacha apareció en el interior, su estatura se veía aumentada por las botas de tacón que llevaba. Su cuerpo se mantenía completamente tapado por lo que parecía una capa con capucha, lo único que se podía ver con claridad eran aquellas medias cubriendo sus piernas.
Dos de los integrantes salieron corriendo, asustados, no se esperaban que algo fuera a aparecer.

-Ineptos-dijo la voz del conjurador mientras se percataba que un globo ocular completamente negro le miraba en medio de la oscuridad.

-¿Quién me ha llamado?-dijo una voz acompañada de unos ecos fantasmagóricos.

-Soy yo mi señora-dijo aquel muchacho.

-¿Qué tienes para mí?-se vieron como aquellos labios vocalizaban al tiempo que lo que parecía un piercing asomaba bajo el labio inferior.

-A sí-rápidamente el chico se levantó para desatar el cerdo y ponerlo frente a la mujer acompañada de gruñidos y chillidos.

-¿Qué quieres a cambio?-preguntó ella de nuevo acompañada de aquellos ecos que estremecían la piel de cualquier mortal.

-Quiero poder mi señora-


-Bien-dijo ella mientras un brazo cuyos codos se mantenían al descubierto dejando mostrar aquellos huesos blanquecinos con algún que otro rastro de piel.

La mano de aquella criatura se envolvió de una luz blanquecina, sus dedos comenzaron a juguetear y segundos después la luz desapareció.

-Ya tienes el poder-dijo de nuevo-¿Cruel o muy cruel?-

-¡Muy Cruel!-gritó un tanto efusivo aquel muchacho suponiendo que la pregunta se refería al tipo de venganza.

-Buena elección-sonrió.

-Aquí tienes mi ofrenda-respondió él mientras le arrimaba más el cerdo.

-No le quiero a él-habló de nuevo la criatura mientras el cerdo desaparecía-Te quiero a ti-

De repente unos grilletes unidos a unas cadenas que se aferraban al suelo aparecieron en sus muñecas y tobillos.

-¿Pero que es est…?-preguntó interrumpido por una mordaza metálica que cubrió sus labios y parte de sus pomos.

-Elegiste muy cruel ¿no es así?-dijo ella mientras su voz eliminaba los ecos fantasmagóricos y al instante aparecía una voz suave y sedosa.-Entonces seré cruel,… muy cruel-

Unos picos aparecieron en el interior de los grilletes de sus extremidades introduciéndose en la carne del muchacho y manchando de nuevo la estrella de cinco puntas. No pudo gritar, tan solo sentir dolor. La muchacha se deshizo de su capucha, un rostro huesudo y desagradable apareció frente a él.

-Y ahora el número final-dijo ella mientras unos picos aparecían en el interior de la mordaza abriendo su boca a lo largo de los pómulos.

Ailyn comenzó a caminar mientras se deshacía de su capa. Un corsé negro y rojo complementaba los colores de su cruz invertida. Lo que parecía una minifalda negra se detenía milímetros antes de sus rodillas mientras la estrella invertida de cinco puntas con la cabeza de la cabra asomaba luminosa a través de su ropa. La muchacha se arrodilló frente a él. La comisura de sus labios pintados con carmín se abrieron mientras su garganta comenzaba a aspirar.
Los ojos de aquel humano se fijaron en la bruja mientras poco a poco sentía como su alma desaparecía de su cuerpo y comenzaba a ser devorada por aquella muchacha.

-------------------------------------------------------------------------------------

-Son ochenta euros-dijo la mujer mientras su cliente se subía los pantalones.

-¿Ochenta?-preguntó el un tanto desconcertado-¿No dijiste que serían sesenta?-

-Si,… antes de haberme pedido hacer esto-dije ella mientras pasaba su dedo índice sobre la comisura de sus labios.

Aquel hombre subió la cremallera de sus pantalones mientras en su mente algo perteneciente a pasado cavilaba algo oscuro, oscuro para un mortal.

-Bájate del coche-dijo su voz tornando severa.

-No sabes lo que estás haciendo-advirtió la muchacha mientras se colocaba el sujetador.

-Te he dicho que te bajes del coche-repitió.

-Él te matará-comentó la mujer al mismo tiempo que se vestía con una camisa sin tirantes roja-No parará hasta que te encuentre y lo sabes Lucas-

-¡Sal del coche joder!-gritó su voz ahora un tanto agresiva-¡No me oyes!-

-Relájate-dijo ella mientras se ponía la falda vaquera y se abrochaba una cremallera.

-¡No me digas que me relaje!-gritó de nuevo para después abrir su mano y golpear el rostro maquillado de aquella prostituta-¡Zorra!-

La mujer abrió la puerta, su rostro se había contraído en dolor y decepción. Aquel hombre había requerido de sus servicios gran cantidad de noches. Además de ser su cliente se podría decir que eran amigos, él le contaba sus pesares y ella le reconfortaba a cambio de unas monedas. Aquella mano de uñas pintadas de rojo se mantenía colocada en el mismo sitio donde él la golpeó. Justo en el mismo momento en el que ella cerró la puerta él aceleró de imprevisto abandonando a aquella mujer en medio de una explanada a las afueras de la ciudad.

-¡Cabrón!-gritó la prostituya antes de que el coche desapareciera.

No era la primera vez que su mano golpeaba a una mujer pues aun debía una indemnización por el maltrato tanto físico como psicológico que le había provocado a su última esposa, desde ese mismo momento no había vuelto a mantener ninguna relación estable.

-No deberías haberla golpeado-dijo la voz de un hombre suave y seductora-No se lo merecía-

Cuando se giró observó como un muchacho de cabellos rizados le miraba desde el asiento del copiloto. Una sonrisa se dibujaba en aquel rostro al mismo tiempo que unas arrugas aparecían de la nada.

-¿Qué cojones…?-se alarmó el hombre mientras pisaba el freno de golpe-¿…Eres tú?-
El joven de belleza arruinada siseó mientras colocaba su dedo índice de forma vertical entre sus labios y su nariz. Sus ojos centellearon violáceos mientras el maltratador comenzaba a sentir como su mente se apagaba y sus ojos se cerraban con lentitud.

“Su sueño era perfecto. Su mujer se encontraba junto a él viendo el televisor, esa era la última imagen que vio antes de volver enojado del trabajo al día siguiente. Tanto él como ella sonreían con dulzura mientras sus manos permanecían unidas gracias a una romántica cadena.

De repente aquel rostro femenino se vio sucumbido por moratones en sus ojos y sangre emergiendo de sus labios.

-¡Sandra!-gritó el hombre sin saber que le podía pasar-¡Sandra!-

-No lo entiendes-dijo de nuevo aquella voz seductora mientras una mano aparecía desde su espalda y comenzaba a acariciar su rostro-Todo lo que siente,… se lo has originado tú-

El rostro de la mujer comenzó a arrugarse como si los años hubieran pasado en una milésima de segundo. Su cabello era ahora grisáceo y su rostro estaba totalmente demacrado.

-Pero ya no volverás a hacerlo-dijo de nuevo la voz mientras el hombre sentía como el aliento golpeaba la parte trasera de su oreja.

El hombre se dio la vuelta de golpe, allí no había nada, no había nadie. El sillón en el que estaba se convirtió en una cama, ya no estaba sentado si no tumbado en ella boca arriba. Aquel muchacho cuyo rostro se mantenía irreconocible estaba sobre él. Sus rodillas permanecían tranquilas dibujando un arco sobre su cintura mientras unos brazos esqueléticos descendían para agarrar los de aquel hombre.

Los labios del íncubo se unieron a los del mortal, suavemente este comenzó a besarlos sin demorarse ni si quiera un minuto. Aquel sueño era real, quizá demasiado real como para tacharla de pesadilla”

Cuando abrió los ojos se encontraba tumbado igual que en su sueño pero sobre el asiento trasero de su bólido. Una silueta demacrada e inhumana le mantenía preso en lo que parecía un encantamiento. Sus labios no podían parar de besar los de él mientras su cuerpo ansiaba divertirse aunque le repugnara solo que pensarlo. Su cuerpo comenzó a convulsionar justo en el mismo momento en el que su parte viril tocó desnuda el cuerpo del íncubo.

Lentamente la energía del humano comenzó a ser consumida por aquel demonio. El maltratador no pudo reaccionar pues cuando el encantamiento había terminado su cuerpo comenzaba a cesar sus movimientos, poco a poco sus ojos se fueron cerrando mientras lo que parecía su último aliento era absorbido por aquel muchacho cuyo cuerpo iba reconstruyéndose con rapidez.








Creative Commons License
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

No hay comentarios:

Publicar un comentario