sábado, 6 de febrero de 2010

Si sientes mucho frío eso es porque estás muerto

-Vamos Hina-dijo el vampiro en el momento en el que se adentró en el pequeño suelo de piedra antes de que comenzaran las escaleras. Cuando ambos se encontraban al otro lado de la pared Jake introdujo su dedo ensangrentado en una apertura similar a la anterior que hizo que la pared de roca se cerrara de nuevo acompañada de una sacudida similar a la anterior. Justo en el momento en el que la pared limitó con la otra un rayo de sol la golpeó con suavidad, si hubieran tardado al menos un segundo más en adentrarse en la cueva, uno de ellos no hubiera podido contarlo.

-Al fin en casa-dijo la muchacha mientras descendían las escaleras de caracol cuyo fin no parecía existir.

-Bueno, aun quedan unos metros-comentó su compañero.

Ambas miradas se encontraron mientras los pasos se tranquilizaban. Aquellas miradas eran tan parecidas y a la vez tan diferentes. El color de sus ojos era muy parecido, quizá la diferencia fuera que el del vampiro tuviera un tono más oscuro que el de la demonio, pero ambos eran marrones.

Los labios blanquecinos del muchacho esbozaron una fría sonrisa a la vez que los labios de su compañera dejaban a la luz una gran expresión de felicidad. A simple vista no parecía que hubiera maldad en ella pero solo había que conocerla para descubrir sus más oscuros deseos.

-¿Recuerdas el camino?-preguntó Hina mientras las escaleras de caracol acababan frente a una aglomeración de pasillos antiguos inmersos en la oscuridad.

-Si-respondió el muchacho mientras sus ojos brillaban rojos en las profundidades de la ciudad-Deberías de memorizarlo, no es tan difícil-

-Creo que es por la mente de la mortal, debió de ser muy despistada en vida-dijo ella mientras caminaban a través de los largos pasillos decorados con arcos de piedra.

Los únicos sonidos que se podían apreciar en aquellas profundidades eran tan solo el goteo de la humedad y el correr de los ratones buscando alimento. Unas puertas negras de metal aparecían de vez en cuando en los recovecos de algún que otro pasillo mientras la pareja giraba a un lado y hacia el otro. Tras un largo caminar el vampiro se detuvo frente a una puerta muy similar al resto.

-¿La tienes?-preguntó mientras miraba a su compañera.

-Tendría que estar por aquí-respondió ella mientras rebuscaba en uno de los bolsillos de su chaqueta.

-¿A que la has perdido?-

-No, no creo-

Una de aquellas manos blanquecina se dirigió a la pared y comenzó a juguetear en ella. Sus uñas iniciaron una melodía impaciente mientras sus ojos aun carmesíes observaban expectantes a su compañera.

-Aquí está-dijo ella mientras sacaba una llave antigua y semioxidada.

-Menos mal-suspiró Jake.

La muchacha introdujo la llave en la cerradura y la giró con fuerza empujando posteriormente aquella puerta de pesado metal negro. De repente la oscuridad de los pasadizos ocultos en las profundidades de Salamanca se vio rivalizadas por la tenue luz de unas antorchas que alumbraban otro pasillo no muy diferente al anterior.

-¡Por fin!-dijo entusiasta el muchacho mientras desabrochaba su chaqueta de cuero.

-Que ganas tenias ¿no?- comentó su compañera mientras prescindía de los guantes sin dedo que guardaba en uno de sus bolsillos y también iniciaba un descenso de su cremallera situada en el centro de la chaqueta.

-No sabes cuanto Hina-

El muchacho pasó su mano por el hombro de su compañera y la apretó hacia él. La demonio sonrió mientras el pasillo se expandía en una habitación vagamente cuadrilátera. Aquella sala se componía de dos sofás colocados uno frente al otro, una mesa entre ambos y una apertura que se adentraba hacia otro pasillo arqueado.

-Hola chicos-dijo una voz masculina antes de que ellos pudiera llegar a entrar.



















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