lunes, 22 de febrero de 2010

Quizá sus ojos lo perciban,... quizás no sea tan real

El agua con restos fecales diluidos en ella se veía sometida a las pisadas de aquellas botas de cuero negro.

Jake disparaba en dirección contraria a donde le llevaban sus zancadas para ir eliminando uno a uno los enemigos que le perseguían. Aquellas pistolas de color plateado y negro tenían talladas en uno de sus extremos sus verdaderos nombres en el idioma más oscuro de todos, el demoníaco. En ella se podía leer “Prisioneras”.

El vampiro solo podía intuir que ese nombre se le daba por las pequeñas cadenas que salían de cada una de ellas y caían divertidas quedándose a merced de sus movimientos.

Pulsó el botón que hacía que el cargador de estas cayera al suelo acompañado de un destello rojizo, el cual indicaba que la última bala de cada uno de los cargadores había activado el mecanismo que los pasaban a llamar minas.

Se apoyó en una de las paredes para observar a escondidas como la explosión acababa con alguno de sus enemigos al mismo tiempo que recargaba las pistolas con dos de los cargadores que descansaban en su cinturón a rebosar de estos.

Sabía que aquellas criaturas oscuras eran tan solo los peones de una gran partida de ajedrez en la que se ponía en juego las vidas de aquellos seres humanos.

Con destreza descendió sus pistolas hacia el cinturón e hizo que los cargadores que colgaban de este se introdujeran por la culata del arma. Siguió corriendo y disparando tras hacer que sus dos berettas “Las Prisioneras” giraran sobre sus dedos con elegancia.

Giró hacia la derecha cuando las alcantarillas se bifurcaban hacía todas las direcciones repartiéndose por toda la ciudad. Aquellos ojos marrones se tornaron carmesíes cuando vieron como aquel grupo de enemigos formado demonios comenzaban a pisarle los talones.

Necesitaba encontrar una salida, necesitaba alejar aquel grupo de enemigos que les habían tendido una emboscada después de que Emily alejara la primera muchedumbre mucho más numerosa. Entonces encontró la solución a sus problemas.

Siguió disparando acompañado de su gran destreza vampírica para eliminar algún que otro enemigo. Sus mirada se fijo en una apertura cilíndrica, había oído rumores de que uno de los pozos salmantinos conectaba con las alcantarillas y era en aquel momento en el cual demostraba que aquellos rumores que infundaban la ciudad eran ciertos.

Sus piernas profirieron un salto, entonces fue en aquel instante en el que comenzó la escalada. Saltando de pared a pared pudo ascender hacía la abertura del pozo y salir de él.

La noche estaba cerrada tan solo las luces de la ciudad podían hacerle frente aunque no las necesitaba pues su mirada inmortal podía ver a través de la oscuridad.

Corrió entre el laberinto floral mientras sus enemigos iban saliendo del pozo y seguían persiguiéndolo sin llegar a tocarle. De repente se vio en apuros, sus enemigos aparecían por ambos lados y su cargador ya se había acabado ahora contaba con apenas quince segundos para poder lanzarlo pero estaban demasiado cerca para hacerlo.

Se subió al pequeño bordillo que separaba el huerto de Calixto y Melibea de aquel gran precipicio, allí impulsó un gran salto que hizo que sus enemigos no pudieran atraparle ni siquiera con un salto. Giró sobre si mismo al mismo tiempo que golpeaba sus pistolas la una contra la otra y sus muñequeras.

Entonces presenció una de las sorpresas que Netheril le tenía guardada. Las cadenas se engancharon a las muñequeras. Primero él soltó las armas tomando en sus manos los cargadores ya accionados a modo de mina. Posteriormente los lanzó hacía sus enemigos con una rapidez sobrehumana. Cuando cayó al suelo las cadenas seguían enganchadas, recargó sus armas y siguió su huída mientras aquella explosión acababa con otro pequeño número de enemigos.

Se introdujo por aquellas calles mientras un olor a quemado rozaba su olfato agudizado. Sus ojos se percataron de que unos destellos rojizos acaecían en el interior de la catedral, era el momento de ayudar a Emily.

Aquella vidriera de diferentes colores se mantenía circular en la pared trasera de la catedral. No dudó, no se demoró ni un segundo, ascendió en el aire y se introdujo a través de ella.

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Su cuerpo estaba totalmente agotado. La sangre que había descendido sobre la comisura de sus labios ahora se mantenía coagulada en su barbilla mientras que otra pequeña parte de esta manchaba el suelo de piedra de la catedral.

Aquellos enemigos parecían haber expirado. La muchacha descansaba en el suelo sin soltar su espada de sus manos. De repente unos rugidos la llamaron la atención.

Sin darle tiempo a reaccionar sus ojos se percataron de sus nuevos enemigos. Cantidad incontable de licántropos descendían desde las bóvedas mientras otros enemigos de a dos patas emergían de la penumbra de aquellos pasillos sometidos a las oscuridad.

Emily se levantó débil, su fuerza solo era capaz de empuñar su espada ahora no se podía tomar la seguridad de empuñarla con una mano pues aquella arma le pesaba más que antes.

Los enemigos avanzaban con rapidez, no podía hacer nada, ni siquiera levantar su arma,… La demonio ígnea cerró los ojos y esperó a que la muerte acaeciera sobre ella. Les había dado tiempo para huir, les había alejado aquellos enemigos, ya había hecho suficiente.

Comenzó a saborear la muerte, comenzó a sentir como su cuerpo expiraba pero aquello solo era lo que se podía tachar como espejismo... ¿o no?




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