domingo, 7 de febrero de 2010

Si no sientes las llamas arder, morirás sin darte cuenta

-¿Quién es tu maestro?-preguntó la voz de una mujer tan agresiva como las fauces de una bestia-¡Responde!-

-Ya te he dicho que no conseguirás nada zorra-dijo débilmente aquel hombre que se mantenía encadenado a la pared.

-Qué lástima-habló ella de nuevo mientras se aseguraba de que su coleta alta de cabellos cobrizos con mechones bermejos estaba bien colocada-Entonces te haré sufrir un poco más-

-¡Bastarda!-gritó el hombre mientras una llama nacía de su interior y comenzaba a inmolarle lentamente.

Las llamas pararon al cabo de unos minutos. Aquella dama sonrió con crueldad mientras dos mechones de pelo que hacían función de flequillo se deslizaban hasta su mandíbula mostrando con cordura lo que parecía ser la frente de una muchacha.

-¿Has cambiado de idea?-preguntó de nuevo cuando observó con sus zapatillas rojas con la puntera blanca habían sido alcanzadas por una llama que no había dudado en apagarse.

-Podrás torturarme-dijo aquel hombre semidesnudo mientras sus palabras dejaban escapar gotas de saliva-Pero no hablaré-

La muchacha extendió su brazo dejando su mano en puño. Su camiseta de tirantes negra se mantenía ajustada a su torso mientras un hermoso escote lo adornaba con soltura. Sus pantalones vaqueros con modernos descosidos a lo largo de ellos repelían con total normalidad las llamas que decidían desprenderse de su presa, solo ellos sabían que aquella hoguera no había terminado.

-Tu cuerpo se regenerará una y otra vez-explicó ella-no dejaré que mueras, solo quiero que sufras- sus labios se movían temerarios adornados por lo que parecía un piercing terminado en pico bajo el inferior-Bien, lo repetiré una vez ¿Para quién trabajas?-

-No sabes lo que estás haciendo-habló el demonio cuya mirada se tornaba ahora furiosa hacia la adolescente.

-Esa no es la respuesta a mi pregunta-

El puño de la muchacha se abrió, justo en el momento en el cual la palma de su mano apareció en toda su extensión, unas llamas comenzaron a crecer desde el interior de su enemigo mientras aquellos ojos que habían permanecido castaños tornaron llameantes y anaranjados. Primero calentó su corazón y luego se propagó por todo su cuerpo. Tan solo duraron unos segundos, ella no quería matarlo, así que dejaba que la regeneración demoníaca hiciera de las suyas y sanara todas las quemaduras que se producían. Aquel hombre chillaba como si se le estuviera masacrando, pero aun le quedaba mucho por sentir.

-Vale hablaré-dijo al fin verificando que la demonio ígnea iba enserio-Trabajo bajo el mando de Eligor-

Aquel nombre hizo que la piel mortal de la muchacha se estremeciera. Aquel demonio que el torturado había nombrado era uno de los jefes de guerra del inframundo, el mismo que enseñaba a sus esbirros a combatir.

-¿Dónde puedo encontrarlo?-preguntó ella mientras el fuego de sus ojos desaparecía.

El hombre comenzó a reír, sus carcajadas parecían engendradas por un chiste pero con atisbos de terror. Los ojos de aquel demonio enemigo comenzaron a humedecerse fruto de la risa, si alguien no lo detenía comenzaría a llorar de alegría.

-Que asco de peones-comentó Emily mientras le daba la espalda a su enemigo.

Caminó hacia la puerta al mismo tiempo que aquel hombre que había sido torturado acababa siendo consumido por unas llamas que se engendraban de nuevo desde su interior. La muchacha tiró de la puerta para adentrarse en el pasillo principal y caminar a través de las antorchas. Sus manos golpearon otra de las puertas de madera, no obtuvo respuesta por lo que no dudo en entrar.

Aquella habitación tenía una tenue luz negra. Los ojos de la demonio observaron con cautela una silueta arrodillada en el suelo rodeada por un círculo de velas de llameante fuego negro. Aquella muchacha se mantenía desnuda mientras en su espalda descansaba el tatuaje del pentáculo invertido con el rostro de su maestro. Sus cabellos lisos se aglomeraban hacia adelante cubriendo con intimidad aquellos perfectos pechos. Bajo aquellas rodillas se mantenía dibujado con tiza la misma estrella de cinco puntas invertida que la que había tatuada en su espalda.

Emily mantuvo el silencio, no quería que aquella muchacha perdiera la concentración y mucho menos ser fulminada por aquella mirada ahora oscura. Simplemente se acercó a la cama de matrimonio que adornaba la habitación y se sentó en ella esperando que aquel truco terminara.

La mente de Ailyn se mantenía inmersa en la oscuridad. Su flequillo recto ocultaba con elegancia la frente de aquella piel blanquecina y humana. Sus pupilas dilatadas sobre sus globos oculares le daban una imagen aterradora, a eso se le sumaba el rostro contraído en dolor evitando a la fuerza no gritar. Sus brazos que se deslizaban desde sus hombres hasta el suelo comenzaron a sentir como unas aperturas dejaban salir parte de su sangre, se deslizaba por la palma de su mano y caía en la estrella produciendo que la intensidad de aquellas llamas negras aumentara en proporción.

Lo que parecía un mapa de la ciudad se mantenía extendido frente a ella, la sangre comenzó a teñirlo de carmesí mientras sus cabellos largos hasta casi el obligo de su perfecto torso demostraban que el paso del tiempo había echo marca en aquel cuerpo humano. De repente una brisa nació en el interior del círculo, el mapa permaneció intacto mientras los cabellos de la bruja comenzaron a azotarse. Toda la sangre que había caído sobre el mapa se agrupó en una gota que recorrió el mapa con soltura hasta detenerse en uno de aquellos edificios dibujados desde una perspectiva aérea.

-Os encontré-dijo ella con frialdad.

Emily pudo escuchar aquellas palabras al mismo tiempo que las llamas negras se volvían rojas de nuevo. La bruja se incorporó, caminó de frente hacía su compañera sin importarle mostrar sus pechos desnudos mientras se dirigía a un armario cuya madera descansaba antiguo y roñosa.

-¿Conseguiste algo antes de matarlo?-preguntó mientras sus aparentemente delicadas manos abrían las puertas del armario y tomaba un corsé de estampados modernos negros y rojos.

-Un nombre-respondió Emily mientras deshacía su coleta y la cepillaba con sus dedos.

-¿Eligor?-preguntó ella mientras tomaba una camisa roja.

-¿Me has leído la mente?-preguntó su compañera mientras Ailyn se colocaba de espaldas a ella lo suficientemente cerca como para que las manos de la demonio amarraran los cordones del corsé.

-¿Acaso me has visto conjurar?-

-No-respondió ella mientras ataba fuertemente el corsé de su compañera llegando al punto al que a ella le gustaba, apretando con suavidad sus pechos para mostrar lo que tenía.

-Entonces no saques estúpidas conclusiones-dijo la bruja con frialdad mientras se ponía la camisa por encima y se la abrochaba lo justo para dejar un escote que mostraba sin pudores una pequeña parte de su corsé-Simplemente me ha venido a la cabeza antes de que tu lo dijeras-

-¿Cómo una especie de videncia?-susurró Emily acercando su aliento a la oreja de su compañera que se mostraba con una palidez humana mientras sus cabellos se mantenían descendiendo por el hombro derecho de esta.

-Se podría llamar así-dijo ella mientras se giraba a la vez que colocaba sus cabellos y hacía que sus labios rozaran los de la demonio ígnea con brevedad-¡Que coño! ¿Elbor?-se sobresaltó cuando procesó la información-¿El jefe de guerra ya está en el mundo de los mortales?-

-Parece que sí-respondió la muchacha a una pregunta que no tenía porque ser respondida mientras sus labios dejaban ver una fría sonrisa con atisbos demoníacos.

Ailyn se apresuró a salir de la habitación. Sus zancadas eran sumamente largas mientras sus pantalones leggins oscuros intentaban seguir su ritmo al mismo tiempo que sus botines de tacón a juego los acompañaban con lo que parecía ser una banda sonora. La demonio se apresuró a seguirla mientras sus manos elaboraban una perfecta y ajustada coleta alta con aquellos dos mechones que hacían función de flequillo.










Creative Commons License
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

No hay comentarios:

Publicar un comentario