jueves, 4 de febrero de 2010

Observa mis pasos y prepárate a seguirlos

-¿Que hora crees que es?-preguntó el muchacho temiendo la salida del sol.

Ella caminó en silencio, sus ojos miraron fijamente a la torre de la catedral, no tenían reloj a mano pero sabían que la torre de esta tenía uno camuflado entre la piedra, un reloj que marcaba la hora exacta en la que salía el sol y la hora exacta en la que se ocultaba.

-Las ocho menos veinticinco-respondió la muchacha tras varios segundos.

-Apresurémonos-dijo Jake mientras sus pasos avanzaban aun más rápidos pero sin llegar a correr.

Su rostro era perfecto, era similar al de una estatua de mármol. Sus cabellos color azabache se estremecían tan solo al pensar que un rayo de sol, incluso el más débil del astro, pudiera alumbrarle durante unos minutos, eso le llevaría a la muerte, eso le conduciría a la extinción.

-Tranquilo yo te protejo-añadió Hina descubriendo un atisbo de preocupación en el rostro marmolítreo de su compañero.

-Es eso lo que me preocupa-dijo él.

-Me cagüen-dijo la muchacha siendo esa una de las expresiones más expulsadas por sus labios.

-Era broma-

La mano de la humana endemoniada surco el aire y golpeó al vampiro en su hombro. No hubo quejas ni siquiera un atisbo de dolor, tan solo una sonrisa por parte de ambos mientras con una velocidad eficaz iban dejando atrás la enorme catedral. Primero pasaron desapercibidos frente a ella, luego dejaron de ver el reloj que había en la torre y posteriormente se introdujeron en una calle en cuesta la cual hacía que le dieran la espalda al edificio.

Aquella cuesta les condujo a otra calle. La acera se camuflaba con lo que parecía una carretera. No había coche alguno que circulara por aquel camino de cuidadosa piedra, tampoco había salmantinos que utilizaran la acera a aquellas horas de la mañana, tan solo dos siluetas inmortales que bajaban aquella calle ignorando los primeros edificios que subían sus persianas esperando que la luz del sol entrara a través de sus ventanas.

Jake suspiró mientras avanzaba aun más rápido que su compañera. Sin apenas darse cuenta sus zancadas pasaron a ser sobrehumanas. Hina apenas podía alcanzarle más sus labios no eran conscientes de los leves jadeos que emitían.

-¡Jake!- gritó ella mientras él la miraba y reducía sus pasos para que Hina la pudiera alcanzar.

-¿Y tú eres un demonio?-ironizó el muchacho mientras giraba a la derecha y subía una cuesta. Aquella calle era similar a la anterior, la carretera tenía cuidadosas piedras, tan solo había una diferencia la acera no era lisa si no que ascendía en grandes peldaños.

-He acabado con tres demonios-respondió la ironía con retintín-¿Cuántos has matado tú?-

Se introdujeron a través del marco de una puerta enverjada, constantemente abierta al público. Bajando un escalón se podía ver una placa en la que se podía leer el nombre del lugar en el que se encontraban “La Cueva de Salamanca”.

-Vamos-dijo el muchacho mientras pasaban desapercibidos frente a unas escaleras de piedra antigua que ascendían hacia un segundo nivel de la calle trasera solo accesible por la cuesta principal ya que las escalera se mantenían limitadas por unas verjas colocadas en el último escalón de estas.

-Tranquilo, estamos en pleno invierno-habló Hina mientras descendían unas escaleras de mármol que indicaban que aquello había sido reformado-El sol tardará en salir-

-Prefiero prevenir-añadió Jake a la vez que se dirigían a unas escaleras metálicas colocadas frente a las de mármol.

-Como quieras- se apresuró la muchacha a alcanzar de nuevo a su compañero que ya había subido todos los escalones de metal y se había introducido en una torre en cuyo último piso se podía apreciar parte de la gran ciudad. Sin tocar las escaleras Hina vio como el muchacho desaparecía tras el marco sin puerta de piedra maciza. Inhaló una bocanada de aire invernal y se inclinó para posteriormente proferir un gran salto que hizo que alcanzará la puerta sin tener que subir escaleras.

Tuvieron que ascender tres de los cinco pisos para acceder a un edificio de paredes abiertas en donde los salmantinos podían apreciar las rocas antiguas colocadas en modo de muestra. Aquel edificio se componía de dos pisos donde aquellas rocas esperaban impacientes ser observadas. Solo se podía acceder a él por medio de la torre, es decir, no había unas escaleras directas que condujeran al muestrario, no directamente, tenías que llegar al tercer piso para adentrarte en él.

-No soporto esta energía-dijo Hina mientras descendían las escaleras del muestrario para llegar al piso bajo de este, allí es donde se encontraba la verdadera entrada a la cueva de Salamanca.

-Estamos situados junto a los pisos en los cuales residen las monjas-añadió Jake deteniéndose en una apertura de la pared. Era cierto que la energía pulcra de aquellos humanos seguidores de su propio dios producía unos extraños retortijones en los estómagos de los oscuros, es decir, de aquellos humanos poseídos por criaturas envueltas en oscuridad.

Se acercaron a la cueva. Desde el exterior se podía apreciar su final, a simple vista la cueva era extremadamente pequeña.

-Pasa por favor no vaya ser que te de una insolación- bromeó la demonio.

Kain ironizó una carcajada mientras se introducía en la cueva. Llegó hasta el final de esta. Sus manos tactaron la pared que se encontraba a la derecha de la placas de rocas colocadas al final. Se llevó el dedo índice a la boca e hizo que sus dientes lo perforaran haciendo que su carne blanquecina se tiñera de carmesí. Posteriormente introdujo el dedo en una apertura que había en la pared manchando la roca de rojo.

La pared profirió un extraño sonido mientras la cueva se sacudía con sutileza. Pasaron unos segundos cuando la pared se apartó frente a ellos y mostró unas escaleras que descendían en caracol alumbradas por antorchas.


















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