miércoles, 10 de febrero de 2010

Las ganas de matar no son suficientes para saciar el hambre

Ya no había vuelta atrás, su cuerpo mortal se había bloqueado por el miedo, tan solo pudo limitarse a cerrar sus ojos.

Sintió como alguien le agarraba de la cintura y tiraba fuerte de él. Cuando abrió los ojos observó como las tejas se arremolinaban bajo sus nalgas, alguien lo había salvado.

-¿Estás bien?-preguntó Emily que se mantenía inclinada frente a él acariciando su rostro mientras sus ojos llameantes se pagaban como una vela a causa del viento.

-Sí-respondió aun bloqueado mientras observaba como una gota de sangre emergía de la nariz de su compañera-Gracias-

-No hay de que- dijo mientras limpiaba su sangre. El muchacho se asomó al tejado y observó como el autobús había frenado metros después a causa de que sus neumáticos estaban completamente incinerados.

El tiempo había echo que aquellos demonios tuvieran complicidad. Ian no necesitaba explicaciones para saber porque a ella le sangraba la nariz pues era el precio que debía pagar por utilizar su poder sobre aquello que no puede ver,… los neumáticos traseros del automóvil.

-¿Qué crees que es?-preguntó Ian mientras se levantaba.

-Esa zorra era una banshee-respondió ella mientras ambos caminaban por el tejado.

Alarmado Ian comenzó a sacudir todo su cuerpo, su intuición le decía que si esa mujer había utilizado su forma de posesión podría haber inhalado su esencia.

-Tranquilo-le tranquilizó Emily-La utilizó para escapar,… además ¿De que te preocupas? Tú no respiras, no aquí-

-Cierto-suspiró el íncubo mientras saltaba de une edificio a otro más alto.

Su compañera le alcanzó viendo ahora la calle principal desde otra perspectiva muy diferente a la que la habían visto días atrás. Ian observó su mano, ahora su piel mostraba el hueso de sus nudillos.

-No tenías que haber golpeado el suelo-comentó la muchacha mientras proseguían su marcha a través del tejado de aquel edificio.

-Lo sé- dijo él mientras saltaban de uno a otro de una misma altura.

-Tranquilo no pasaremos de está noche con este estado, yo no aguantaré dos días observando como mi piel se marchita-comentó ella.

-¿Era por aquí?-preguntó él esperando ver un edificio un tanto antiguo.

-Si,… nos hemos pasado-respondió Emily mientras observaba como unas escalera descendían a la zona donde los ciudadanos esperaban inquietos el autobús que les llevara-Ven-

La muchacha caminó sobre el tejado retrocediendo sobre sus mismos pasos, se acerco al borde y saltó. Sin tomarse si quiera un respiro Ian no dudó en seguirla muy de cerca, tan cerca que cuando ella llegó al suelo él se disponía a tocarlo.

Ahora se encontraban justo al final del primer tramo de escaleras pues otro tramo comenzaba unos metros más alante. Una callejuela grafiteada les conducía hacia una calle por donde descendía una carretera que bajaba a la principal.

-Se supone que estamos frente a ello-comentó Emily buscando algo que le atrajera la atención.

-Pues ¿como no sea eso?-señaló el muchacho mientras sus ojos de color de la aceituna se fijaban en un grupo de personas vestidas excéntricamente entrando en lo que parecía un garito.
-No nos queda otro remedio. Hazlo-

-Como quieras-dijo el muchacho mientras tomaba una cámara de fotos. Aquel aparato era tan delgado que no se le había notado en ningún momento marcando el bolsillo del pantalón extremadamente ajustado que se mantenía luciendo aquella noche. El flash azotó las paredes del garito. Primero fotografió el nombre de este y posteriormente hizo que su objetivo se fijara en todo el edificio, al completo.

-Nos vemos a media noche-dijo la muchacha mientras observaba como la mano de su compañero asomaba huesuda y sin carne-¡Que aproveche!-



La música atormentaba sus oídos mientras sus ojos se mantenían cerrados. La espada de origen medieval seguía cortando el viento ahora mucho más rápida. Su empuñadura tenía tallada la cabeza de un dragón mientras que las alas sobresalían como complemento.

La mente seguía cavilando, la estrategia estaba a flor de piel tan solo le faltaba pulirla, tocar las últimas piezas y hacer que encajaran bien en su posición. Todo podría salir a pedir de boca, o al contrario, quedar en nada.

La puerta se abrió lentamente, con tanto alboroto era imposible que Orem pudiera reaccionar. Una cabecita de cabellos rubios y morenos asomaron con sutileza a través de la pequeña apertura. El color de su piel se había perdido suavemente a lo largo de su rostro, unas grandes ojeras asomaban bajo sus ojos verdes ahora con un color más blanco. En uno de sus pómulos, el derecho se podía apreciar como una apertura en su carne mostraba con elegancia parte de su mandíbula, ella también se estaba marchitando.
De repente el muchacho se desplazó con rapidez colocando su espada en el cuello de Ailyn.

-Ya está todo listo-dijo él mientras sus cabellos caían de golpe sobre sus hombros.

-Lo sé-sonrió ella-Es hora de cenar-



El hombre encargado de guardar las puertas del Palacio de Monterrey se mantenía en la planta de los criados, la primera pues la que existía debajo de esta se solía utilizar en la antigüedad para encerrar a los prisioneros.

Sus dos hijas habían salido aquella noche y su mujer se mantenía frente al televisor sin mostrar signo de compresión alguna por lo que se podría decir que se encontraba solo.

El portero sintió como el viento recorría aquel pasillo inhóspito al mismo tiempo las puertas de la ventana del final se golpeaban con crueldad la una contra la otra. Aquellas cortinas blancas se ondeaban con el viento mientras le daban a aquel pasillo una imagen fantasmagórica frenada por la intensidad de la luz de aquellos focos. Se cerró el batín y se apresuró a cerrarla mientras sus zapatillas de piel sintética de peluche se deslizaban por aquella alfombra.

Sus manos empujaron con suavidad las puertas de la ventana mientras sus dedos se deslizaban sobre la manilla para candar la ventana. Colocó aquellas cortinas cuyo terciopelo había sido escogido por el verdadero propietario de aquel palacio. Cuando se giró para retroceder sobre sus pasos y volver al salón donde podría ver estaría junto a su mujer, sus ojos se fijaron a aquella silueta.

La luz mostraba su piel blanquecina junto al contraste producido por aquel cabello despeinado del color del carbón. Una sonrisa cuyo marfil era del color de la nieve se dibujó en aquel joven rostro.

-¡Eh tú!-gritó el hombre mientras se dirigía hacia él.

Aquel muchacho se colocó la mano sobre sus labios y profirió una pequeña sonrisa. Segundos después comenzó a caminar hacía una puerta que conducía a la escalera principal que comunicaba todos los pisos del palacio.

-¡No puedes estar aquí niño!-gritó de nuevo el portero mientras corría hacía él sin poder detenerle antes de entrar. Se apresuró a dirigirse a las escaleras para atrapar al muchacho-Un adolescente con las hormonas alocadas no me va a torear,… no a mí-

Observó como aquel muchacho le esperaba un piso arriba. Las manos blanquecinas de aquel chaval giraban el pomo de la puerta mientras el portero ascendía las escaleras al mismo tiempo que su piel se sonrojaba producida por el enojo.

-¡Ven aquí!-gritó el hombre justo antes de que el muchacho se introdujera bajo el marco de la puerta.

Aquel piso era sin duda el más lujoso de todo el complejo. Una alfombra roja se extendía a lo largo del pasillo que se bifurcaba a la vez sobre otros. Los candelabros de oro macizo sostenían con belleza las bombillas encendidas y deslumbrantes al mismo tiempo que una fragancia recorría gustosa el piso de los nobles.

-¡Llamaré a tus padres!-gritó el hombre cuando vio que el muchacho no se encontraba por ningún lado.

La puerta se cerró bruscamente sin sentido pues no había viento que la azotara ni manos que la empujaran. El hombre comenzó a caminar mientras sus ojos vigilaban cada pasillo que partía del que estaba.

De nuevo una carcajada emergió frente al portero, este no dudó en seguir sus instintos y caminar hacía la pared del final donde una ventana de un dorado muy parecido al resto de muebles le aguardaba cerrada.

-No importa-susurró mientras sacaba su teléfono móvil-Llamaré a la policía-
De repente una mano fría con el propio hielo acarició su cuello. Una nueva mano con un tacto similar pero de una apariencia poco común entre los vivos hizo que se deshiciera de su teléfono al mismo tiempo que la piel se desprendía de sus huesos.

Sin dudarlo ni un momento el hombre se echó a correr, prescindió de sus zapatillas para tomar más velocidad pero ya era demasiado tarde, aquel muchacho de cabello azabache el cual se desprendía con sutileza de su cuero cabelludo le esperaba frente a la puerta que comunicaba con las escaleras.

-¡Tú!-gritó el hombre mientras sus ojos se fijaron en su mano la cual no dejaba de dejar caer grandes pedazos de piel que se posaban en la alfombra.

Los ojos de aquel muchacho comenzaron a brillar carmesíes mientras la piel que había alrededor de uno de ellos se desprendía en un mismo compás que el de la mano. De repente la luz se fue por completo y lo único que se pudo escuchar fue un alarido proveniente del mortal mientras unos colmillos extremadamente afilados se introducían en la vena de su cuello al mismo tiempo que bebía la sangre que poco a poco iba desprendiéndose de él.



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