miércoles, 24 de febrero de 2010

No todo está perdido,... aun queda esperanza

Un fuerte aullido azotaron las paredes de la catedral. Cuando dejó que sus parpados se levantaran observó como sus enemigos retrocedían aterrados mientras un lobo de un tamaño inmenso giraba alrededor de ella, dándole la espalda, dejando que su pelaje negro se contorneara con sus pasos y dejando que sus fauces segregaran la sangre del enemigo que había iniciado el ataque.

-¿Orem?-susurró ella sin poder ascender su voz ni un poco más.

Aquel lobo se giró y mostró en medio de aquel pelaje azabache un pequeño resquicio blanco en modo de corbata.

-¿Porqué me has salvado?-susurró enojada al ver que aquel no era su compañero pero aquella mirada le era extrañamente familiar.

Aquel lobo aulló haciendo que sus enemigos desaparecieran de la misma forma que habían aparecido. Su rostro lupino comenzó a contraerse por el dolor mientras su cuerpo retomaba una forma humana.

Un hombre de gran tamaño se mostró frente a ella. Su media melena se mantenía amarrada en una coleta mientras su rostro inmensamente igualado al de Orem dejaba mostrar una elegante perilla. No estaba desnudo pues unos pantalones de cuero se cernían a sus piernas, quizá aquello era fruto de la generosidad de Netheril pues él le suministraba a ambos bandos.

-He venido a darte un mensaje-dijo una voz carrasposa y ligeramente seductora.

-¿Qué quieres?-dijo ella mientras se sostenía torpemente de pie.

-Dile a mi hermano que le espero mañana al anochecer bajo el puente romano-respondió aquel licántropo.

-¿Y si no lo hago?-preguntó de nuevo la muchacha con frialdad.

-No volverás a verles-dijo de nuevo Ezequiel con total tranquilidad-Arreglaremos nuestras diferencias-

La espada de la demonio ígnea se levantó recta y se fijo al cuello del hombre. “La Escupe Fuego” intentaba no separarse de su objetivo mientras aquellos brazos intentaban no soltarla.

Furioso Ezequiel mostró una grandes fauces mientras su mano se trasformaba en garra y se dirigía a sentenciar a su enemiga. Aquella mano abierta recorrió la pequeña cantidad de metros mientras un largo pelaje azabache emergía de su interior, sus uñas comenzaron a crecer y a ensancharse.
-¡Acabas de sentenciarte!-gritó furioso Ezequiel mientras sus fauces segregaban saliva.

Una cuchilla golpeó el brazo del hombre mientras otra se colocaba en su cuello. Aquella mano marmolítrea sostenía la beretta encadenada a su muñequera de cuadros blancos y negros mientras una hoja curva se mantenía intacta sobre el arma. La otra pistola en cuya parte superior se mantenía teñida de sangre la hoja que verificaba una segunda sorpresa por parte de Neth, recorrió impulsada por la cadena la distancia que la separaba de su dueña, la otra mano.

-Decide-dijo el vampiro mientras la segunda pistola se colocaba en su cuello acompañando a la otra-¿Vives o mueres?-

-¿Jake?-preguntó Emily mientras se derrumbaba en el suelo.

-No sería justo matarte sin preguntar-dijo de nuevo-Tu salvaste a mi compañera-

Ezequiel ascendió sus brazos para demostrar que ahora venía en son de paz. Las pistolas de Jake guardaron sus cuchillas, desengancharon sus cadenas de las muñequeras y mientras daban vueltas en sus dedos se dirigieron a las fundas que se mantenían intactas sobre la cintura en su espalda.

-Tenéis treinta minutos para salir de aquí-dijo el hombre-lobo mientras se despedía-Mis hombres rastrearan la catedral y será mejor que estéis lejos-

Sus piernas profirieron un salto haciéndole desaparecer por uno de los ventanales de la catedral. El vampiro tomó uno de los brazos de su compañera lo pasó por sus hombros y se la llevó de allí. Aquel cuerpo alentaría su paso pero sabía que estaba viva por eso no la había abandonado.

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-¿Serán condenados?-dijo uno de aquellos dos hombres que se mantenían en cada lado de la puerta del almacén de Netheril.

-No lo sé-respondió el otro mientras se colocaban de brazos cruzados-Depende de los pecados con los que les juzguen.

Alguien los observaba. Unos ojos violáceos los miraban desde el tejado mientras su traje de cuero negro, quizá el más elegante y provocativo de todos se camuflaba con la noche.

Se dejó caer desde el tejado. Su cuerpo descendió con sigilo, sus manos agarraron el mentón de su enemigo y lo giraron con fuerza dejando que aquella melodía de chasquidos inundara la calle anteriormente inundada en silencio.

El cuerpo de aquella criatura cayó al suelo, su cuello comenzaba a regenerarse con velocidad. El brazo de Ian descendió con velocidad mientras el dedo meñique de esta se cerraba accionando un mecanismo que dejaba que una gruesa aguja apareciera bajo la palma. La aguja se introdujo en el corazón de su enemigo y mientras este desaparecía los ojos violáceos del íncubo se fijaban en su otro enemigo el cual se había percatado de su presencia.

Aquel hombre se abalanzó sobre él al mismo tiempo que este lo esquivaba con una rápida voltereta aérea hacía atrás quedando en su espalda. Giró sobre si mismo y le golpeó con una hermosa patada que hizo que cayera al suelo ante tal impacto. Una cuchilla emergió en la punta de la bota de cuero al mismo tiempo que esta se introducía en el corazón de su enemigo y posteriormente retorcía el pie para hacer que aquel golpe fuera limpio.

Tanto la hoja de la bota como la aguja de la mano se introdujeron de nuevo en sus recovecos mientras Ian suspiraba.



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