miércoles, 3 de febrero de 2010

¿Puedes ver a través de la noche?

Las calles salmantinas se mantenían inmersas en una oscuridad combatida por las luces de la ciudad. Tanto sus farolas como las luces de sus escaparates y carteles luminosos se mantenían en una batalla constante por no dejar la gran ciudad oculta entre las sombras. Una lluvia cuyos meteorólogos no consiguieron predecir a tiempo azotaba sin piedad la ciudad de Salamanca, en especial el barrio antiguo.

Sus manos blanquecinas sostenían la pistola con una única función, apretar el gatillo cuando su objetivo se encontrara frente al cañón del arma. Antes de que pudiera hacer nada el muchacho de aparentemente unos dieciocho años fue amarrado por la larga lengua bífida de su enemigo. Aquella criatura hizo que Jake ascendiera unos metros sobre el tejado en el cual se había iniciado aquel combate nocturno. Hubiera caído de espaldas si su agilidad inmortal no hubiera vuelto a hacer de las suyas, gracias a ello cayó de pie sin poder evitar soltar la pistola. El arma se deslizó por el tejado empapado en lluvia y cayó sobre aquella calle de piedra cuya finalidad era mostrar la catedral en toda su belleza.

Los ojos del muchacho se mostraban carmesíes mirando con odio a su enemigo mientras unos colmillos tan blancos como la tez de su piel asomaban por la comisura de sus labios justo en el mismo momento en el que su garganta profirió lo que parecía un rugido. Sus cabellos eran de un color negro, tan negro como la propia noche, despeinados a posta ya que aquello le daba una imagen más maliciosa. Aquel cabello azabache escurría el agua de la lluvia sobre su chaqueta de cuero negra y sus pantalones vaqueros, todos ellos conjuntados por unas zapatillas negras con la puntera blanca que hace poco se habían puesto de moda.

Su enemigo no esperó ni un momento a abalanzarse hacía el vampiro mientras su lengua tan larga como su cuerpo ondeaba con el viento sostenida con tan solo los dientes de lo que parecía un demonio humanizado. Algo hizo que se detuviera en el aire, algo había agarrado su lengua y ahora tiraba de ella para evitar que alcanzara a aquel muchacho. La criatura se giró para observar a su nuevo atacante, era una muchacha de aparentemente la misma edad que su otro enemigo.

Una mirada inexpresiva se fijaba en él con desdén. Aquellos ojos prescindían tanto de iris como de pupila, incluso no existía un blanco en sus ojos que indicara que su nueva enemiga era humana. Era extraño, lo único que se podía ver en su mirada era lo que ella miraba, como si se tratara de unos espejos incrustados a conciencia.

El vampiro suspiró mientras se sentaba en el tejado del edificio, sabía lo que iba a pasar y no podía hacer nada para remediarlo, tan solo esperar. Mientras intuía lo que iba a pasar observó con cautela como sus manos se mantenían en un perfecto estado, no había ningún signo de que hubieran sufrido daño alguno.

La lluvia comenzó a caer con más fuerza, su consistencia acuosa comenzaba a solidificarse, ya no era lluvia lo que caía sobre las calles de Salamanca si no granizo.

El flequillo desfilado de la muchacha dejaba mostrar un pedazo de su frente humana mientras su cabello largo hasta los omoplatos se sacudía pesado a causa del agua frente a la gran brisa que se acababa de levantar. Su chaqueta de tela negra había adquirido un peso poco deseado para la muchacha mientras sus pantalones vaqueros ahora repelían el granizo.

La luna partida por lo que parecía la hoja de una espada aparecía ahora tras las nubes negras que se camuflaban con el cielo nocturno. Los habitantes de la ciudad ignoraban lo que pasaba por la noche, tan solo se adentraban en un mundo de ensueños hasta que salía el sol al día siguiente, pero lo que no podían ignorar era la sangre que aparecía de un día a otro tiñendo con delicadeza las calles de su apreciada Salamanca.

La criatura utilizó sus garras para cortar su lengua, no quería caer en manos de su enemigo y haría cualquier cosa para no hacerlo. La sangre salió despedida, primero se posó en el tejado, luego tiñó el agua de rojo y finalmente se deslizó por el tejado siendo atacada por el granizo hasta derramarse en el suelo.

Las manos rosadas de la muchacha cubiertas por lo que parecían unos guantes sin dedo desenvainaron una espada de origen japonés. Su hoja aun se mantenía manchada por la sangre de su último enemigo.

El final del combate llego justo en el momento en el que ambas criaturas humanizadas se abalanzaron la una contra la otra. La katana rasgó el viento mientras los pies de la muchacha se propulsaban en un sobrenatural salto que pilló a su enemigo por sorpresa.

Hina cayó en el suelo intacta mientras su enemigo de espaldas a ella dejaba caer su cabeza cortada en dos. No pudo evitar perecer en aquel tejado sin poder deslizarse hasta el suelo. Pasaría mucho tiempo hasta que alguien descubriera un cadáver en un tejado, el tiempo suficiente como para que el cuerpo inerte de un demonio fuera absorbido por las sombras devuelto al infierno.

-¿Nos vamos?-preguntó la muchacha mientras envainaba su espada en una funda que descansaba en su espalda.

El granizo cesó justo en el mismo momento en el que el combate entre la muchacha y el demonio de lengua bífida finalizó. Las nubes ocultas en la noche pasaron a ser un mero recuerdo desapareciendo en aquel cielo nocturno.

-Ah ¿ya has terminado?-preguntó Jake un tanto molesto como si le hubieran sido robado frente a sus ojos.

-Sí-respondió Hina con una sonrisa en su rostro de adolescente mientras sus dedos índices se golpeaban con suavidad el uno con el otro-Esto,… perdón por haber acabado con él-

Jake suspiró mientras se levantaba y se precipitaba al suelo desde el tejado del edificio. Su silueta recorrió los metros con rapidez. Su sombra apareció bajo sus pies cuando la longitud del salto pudo engendrarla, finalmente cayó intacto, ileso.

La muchacha le siguió sin ningún problema, su cuerpo experimentó un proceso no muy diferente del que él había experimentado, esa era una de las muchas ventajas que tenía ser un demonio. No podían perecer por cosas tan absurdas como aquellas pero por vivir en el mundo mortal tenían que pagar un precio, quizá muy elevado por la causa que perseguían.

La calle la Rúa se mostraba deslumbrante como cada noche, aquella sangre que se había mezclado con la lluvia ahora estaba siendo absorbida por la piedra.

-No pasa nada-dijo el muchacho mientras se agachaba a tomar la pistola que había perdido minutos antes-Supongo que me has salvado-

-Gracias por no enfadarte-dijo Hina mientras sus ojos se topaban gustosos con una mirada más humana de lo que ellos podían ser.

-¿Tienes hambre?-

-No, aún no-respondió la muchacha tras mirar su estómago esperando oír las tripas de su cuerpo humano pidiendo alimento.

-Volvamos entonces a casa, si se le puede llamar así- dijo Jake mientras comenzaban a caminar en dirección a la catedral.

Hina se limitó a asentir con la cabeza mientras caminaban. Sus pasos eran ligeros, daban pequeñas zancadas que avanzaban con rapidez. Poco a poco iban acercándose a la antigua catedral salmantina que se mostraba en toda su inmensidad







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